Boris Becker, una leyenda del tenis que lucha por evitar la cárcel: una historia de gloria, excesos, malas inversiones, divorcios y juicios
El alemán, exnúmero 1, es juzgado por haber ocultado bienes cuando se declaró en quiebra
Número 1 del mundo durante doce semanas en 1991, ganador de seis trofeos de Grand Slam (tres en Wimbledon, dos en Australia y uno en el US Open) y de 49 títulos en total, campeón de la Copa Davis en 1988 y 1989, y medallista de oro en dobles en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, Becker fue un superhéroe de los courts. El público lo adoptó de inmediato por su fuego y juego dinámico, representado en su tendencia por realizar voleas artísticas, zambulléndose como si en la superficie lo esperara una apetecible piscina. Su saque, además, le valió el apodo de “Boom Boom” y “Der Bomber”. Sin embargo, cuando esta mañana llegó caminando al Tribunal de la Corona de Southwark, en el sureste de la capital británica, acompañado por su pareja Lilian de Carvalho Monteiro, dejó de ser una celebridad para convertirse en un sospechoso más.
Miembro, desde 2003, del Salón de la Fama del Tenis Internacional (en Newport, EE.UU.), Boris no gozó de ningún pase especial para ingresar en los tribunales londinenses. Al igual que el resto de los visitantes, hizo una larga fila en la entrada del establecimiento y se sometió al severo control de seguridad. Los funcionarios judiciales desmontaron el contenido de la valija tamaño carrion que llevaba, le hicieron beber de una botella que había traído consigo y lo palparon en busca de objetos no autorizados. Becker, ante la vista de todos, soportó el procedimiento de unos minutos, vistiendo un traje azul oscuro y camisa blanca, zapatillas negras y bufanda.
Un tribunal de quiebras de Londres declaró “insolvente” a Becker en junio de 2017 debido a diversas deudas y se suponía que el proceso de aplazamiento de la quiebra comenzaría en septiembre del año pasado, pero se pospuso porque el alemán cambió a su equipo de abogados. ¿De qué se lo acusa al exdeportista y actual comentarista de tenis en TV? De haber ocultado varias propiedades y alrededor de 1,8 millones de libras esterlinas (2,3 millones de dólares), además de no haber entregado algunos de sus trofeos de Wimbledon y del Abierto de Australia para saldar sus deudas.
En un hecho que lastimó profundamente en lo sentimental a Becker, en julio de 2019 se subastaron 82 artículos de su rica carrera, entre trofeos y recuerdos personales, y se recaudaron 765.000 euros, una suma destinada a saldar parte de su deuda económica. El proceso judicial que comenzó esta semana podría tomar hasta tres semanas.
Durante las audiencias preliminares, se supo que Becker era dueño de un departamento en el barrio londinense de Chelsea y que tenía dos propiedades en Alemania, que no fueron declaradas entre junio y octubre de 2017. También está acusado de transferir miles de libras a otras cuentas, inclusive a las de sus exesposas, la diseñadora alemana Barbara Feltus y la modelo neerlandesa Sharlely Kerssenberg. Además, a Boris también se lo acusa de haber ocultado sus acciones en la empresa de inteligencia artificial Breaking Data Corp.
Becker se sentó en el banquillo este lunes, acompañado por un traductor de inglés/alemán para que lo asista en cuestiones técnicas. La jueza Deborah Taylor les dijo a los once hombres y una mujer que integran el jurado del caso Becker que “deben dejar de lado todo lo que hayan escuchado o cualquier idea preconcebida, incluido cualquier cosa sobre el acusado y comenzar con una página en blanco. Deben ignorar la celebridad del acusado y tratarlo de la misma manera que a alguien de quien no han oído hablar y que no es público”.
Negación, desbarranco y futuro delicado
“Es una locura pensar que estoy en la ruina (…) Tengo un gran número de ofertas de contratos de publicidad sobre mi escritorio. Si alguien está buscando publicidad contratan a Becker. El nombre Boris Becker sigue caliente”, se defendió el germano, en 2017, en un reportaje con el diario suizo Neuer Zürcher Zeitung.
El propio extenista relató que el problema nació cuando el banco privado Arbuthnot Latham & Co, de Londres, le exigió el pago de 3,5 millones de euros más intereses por una deuda contraída por una rehipoteca sobre su casa de Mallorca. Boris reconoció la deuda, pero se negó a pagar los intereses y su decisión provocó que el litigio llegara a una corte de Londres.
Su situación empeoró más cuando su exsocio Hans-Dieter Cleven le envió un comunicado a la prensa alemana informando que le reclamaba el pago de 42 millones de dólares. Desde entonces, su situación financiera se convirtió en un tormento y los conflictos (también los personales) lo acompañaron.
Claro que mucho antes, en 2002, los tribunales alemanes lo condenaron a dos años de prisión en suspenso y a pagar una multa de 500.000 euros por unos 1,7 millones de euros de impuestos atrasados.
Una maniobra de Becker con tufillo a turbio fue cuando afirmó ser “el representante para el deporte, la cultura y los asuntos humanitarios de la República Centroafricana ante la Unión Europea”. Esta designación le otorgaba un estatus diplomático y, por lo tanto, inmunidad judicial. Sus abogados argumentaron en el Tribunal Superior de Londres que el procedimiento judicial sobre la quiebra de Becker no podía avanzar. Sin embargo, después de que el ministro de Relaciones Exteriores de la República Centroafricana negara que Becker fuera diplomático, el alemán abandonó esta estrategia de defensa.
Boris, que venció a Guillermo Vilas en el único match oficial que disputaron (en los cuartos de final de Forest Hills 1987), jugó su último encuentro en Wimbledon 1999 (cayó, en los cuartos de final, con Patrick Rafter). Con un récord de 713 victorias y 214 derrotas, y después de pasar un tiempo jugando al póker en forma profesional, tuvo un período exitoso de tres temporadas como entrenador de Novak Djokovic (entre 2013 y 2016). Hoy, a los 54 años, acostumbrado a hacer delirar al público en los mejores estadios de tenis del mundo y a ser escuchado con admiración, no ostenta privilegios. Desprolijo para gestionar sus ganancias (malas inversiones, derroche y excesos), atraviesa uno de los momentos más delicados de su vida personal.