Benzema ya es histórico

Actuación gloriosa y triplete del francés para darle la vuelta a una eliminatoria que hasta entonces había gobernado Mbappé. Un error de Donnarumma disparó a los blancos.

Luis Nieto
As
Lo sucedido en el Bernabéu tiene dos explicaciones y ninguna de ellas es sobrenatural: el PSG aún no tiene cara de ogro, que esa la pone la historia y no el dinero, y al Madrid nunca se le va a quitar, aun con más veteranos que noveles, nostalgias que realidades y oligarcas que mocitas madrileñas. De su condición de leyenda también viven las leyendas. Fue una noche a la altura de las más grandes, que empezó por Mbappé, que resultó fuego amigo, y acabó gloriosamente en Benzema, al que costará destronar. Su actuación quedará para la historia de un equipo eternamente indestructible. Sus últimos cuatro años limpian sus pecados anteriores sobradamente. El triunfo del Madrid quedó como un mensaje de que no hay petróleo en el mundo capaz de hacer arder al fútbol de siempre.

Un intento de remontada va más allá de un arrebato. Naturalmente se necesita al público, que quedó libre de sospechas pese a su ovación a Mbappé en el prólogo. También se precisa dejarse llevar por la adrenalina, que decide eliminatorias. Pero lo fundamental es un plan duradero. El del Madrid estaba cantado: una presión inicial a la yugular del PSG, que fuera de París es otra cosa, y rienda suelta a Vinicius, que salió decidido a torturar a Achraf. A los 10 segundos ya estaba el Madrid en el área francesa, a los 36 había recuperado el primer balón a 20 metros de Donnarumma. "Vamos a jugar el partido que quiere la afición", había dicho Ancelotti, que conoce bien la casa. Este es público emocional, al que el toque excesivo le parece andarse por las ramas.

Ese fútbol expansivo que le duró muy poco al Madrid también tiene contraindicaciones, más ante un adversario cuya plantilla es Hollywood, una superproducción que no solo queda estupendamente en la foto sino que tiene peligro de verdad.

A aquella acometida inicial del Madrid que se quedó en grado de tentativa tuvo respuesta Mbappé, la cabeza del cartel, al que Pochettino, para colar a Neymar, colocó en punta, con Messi vencido a la derecha, que ya era su hangar en el Barça. Tardó un suspiro en presentarse al evento. Dos galopadas en profundidad con remates angulados que le sacó Courtois. Cuando llegó el tercer aviso, de Neymar, había amainado ya el Madrid, en la presión y en las llegadas, sin el primer objetivo: marcar un gol que le dejara ya frente a frente con el PSG. A los veinte minutos el Madrid parecía haber vuelto al partido de París: sin la pelota, en su campo, casi sometido.

El gol de Mbappé

De aquello le sacó un remate de rosca de Benzema, que puso ser gol. En definitiva, estábamos ante un encuentro veleta, más cercano a los pronósticos que a lo que le convenía al Madrid, que necesitaba darle continuidad a su acoso y cerrar las comunicación entre los centrocampistas del PSG y su tridente de platino. Ahí es donde el equipo de Ancelotti añoró a Casemiro, su artificiero en la zona.

El partido quedó en un divertidísimo ir y venir. En un mismo minuto Makkelie, de la escuela permisiva Mateu, le anuló un gol a Mbappé por fuera de juego de Nuno Mendes y Donnarumma le sacó un cabezazo a Benzema. Un partido presuntamente igualado que no lo era porque Mbappé aún es del PSG y no del Madrid. Ese sueño blanco está más que justificado.

Cerca del descanso Neymar disparó al crack con el Madrid desacomodadísimo y este no paró hasta el área, buscó el palo por el que no le esperaban ni Alaba, última frontera, ni Courtois y obligó al Madrid a multiplicar por dos la remontada. El equipo blanco celebró el descanso tras pasar cinco minutos más de castigo en su área.

La tormenta final

Al Madrid, a partir de entonces, no le quedó otra que la tumba abierta, que es un tiro al aire siempre y un tiro en la sien si enfrente está Mbappé, al que le anularon un gol que iba para el Louvre: desmayó a Courtois sin tocar la pelota antes de marcar. El tiro que faltaba se lo dio Donnarumma en un pie, al tontear con la pelota en el área pequeña. Se la limpió Benzema en jugada que el VAR de aquí hubiera invalidado por falta del nueve (el de UEFA está para asuntos mayores) y acabó haciendo el empate después de que el balón pasara por Vinicius.

Aquella imprudencia volteó el partido. Fue el empujón que devolvió la fe a un Madrid hasta entonces inferior y al borde de escuchar su responso. En ese segundo arrebato pudo volver a marcar Benzema, en un cabezazo, y Vinicius, al que en el área pequeña se le fue un remate franco de zurda. Aún le quedan cosas de su primera etapa. Para entonces Ancelotti había metido oxígeno con Camavinga y Rodrygo y había colocado a Alaba, lateral de más vuelo, en la banda izquierda.

El PSG se acobardó y Benzema, que a efectos contables está a la altura de Mbappé, desató la locura. Dos remates al primer toque, dos goles para el líder indiscutible del equipo, del proyecto y de lo que venga. También un gancho para convencer a Mbappé. A su lado se sentirá seguro y feliz. Y una avalancha final inimaginable en cualquiera que no sea el Madrid, ese equipo de otro mundo.

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