Wilstermann repitió errores y ahondó su crisis

José Vladimir Nogales

JNN Digital

Lo de ayer en Sacaba resulta inexplicable para los rojos. Ponce tiene su explicación para el descalabro, pero cuesta creerle. Hace cuatro años, las dimensiones del campo no eran un problema. Hoy, aparentemente, sí lo son. Y salvo que, en estos cuatro años, haya sido reducida la superficie del campo, el problema era el mismo entonces.

 Lo que cambió es la capacidad para resolver la dificultad que plantea un campo estrecho ante un equipo que se mete atrás e impide jugar. Lo que se vio ante el cuadro de Vinto fue lo mismo que ocurrió, una semana antes, contra Blooming. La permanente incapacidad de los rojos arriba, abajo y a los lados es digna de estudio por un médium. O por diez. Obligado a ganar para mantener ilusiones, el equipo de Ponce se inclinó sin ninguna grandeza ante un Universitario con más disciplina que virtud técnica, con más orden y coherencia que un Wilstermann roto, sin plan, y sin juego. Cuarenta y dos minutos le duró el 0-0 al cuadro rojo, su mejor resultado en toda la tarde. Desde ahí y hasta el final estuvo por debajo en todo. El tanto de Llano fue en los puros minutos de la basura, cuando nadie se imponía y Wilstermann era un jeroglífico táctico, inconexo, disperso, apostando al juego por alto, sin otro recurso para elaborar desde la posesión. De la afición roja se dice que es de las mejores, pero la más exigente, que no le sobra paciencia. Aparentemente, en Sacaba se infló de paciencia. Sólo así se explica que no rompiesen los carnets a las puertas del estadio.

Los volantes rojas se dispersan y permiten progresar 
a Vallejo, que busca receptores.
Universitario de Vinto está definitivamente vivo. Y lo logró gracias a un rival, especialista en resucitar a los muertos mientras él mismo cada vez huele más a cadáver. No es que reviviera al equipo de Vinto, que se acostó con cuatro unidades (junto a otros cuatro equipos que igualan en puntaje), pero le permitió conseguir su primera victoria en primera división, quedando los rojos en séptimo lugar, aunque no lejos de la zona de clasificación al ir solo tres jornadas. 

El de Wilstermann fue un partido cómico, como “Tonto y retonto” en versión futbolera, con unos tipos haciéndolo todo tan mal que el espectáculo resultante era incómodamente divertido, de ese humor en el que se mezclan las risas con la vergüenza ajena y, a veces, cambias instintivamente de canal para no ver cómo hacen el ridículo. 

Villarroel y F. Rodríguez se anulan, nadie sale a Vallejo
y Llano forcejea con Echeverría
El ataque de Wilstermann fue de una crudeza extrema, incapaz de elaborar algo colectivamente útil con la pelota. Si resulta difícil dar tres toques consecutivos, la construcción de juego se antoja imposible. Con los receptores estáticos y distantes, cada pase entraña un apreciable grado de dificultad que supera, por mucho, el nivel de precisión de las ejecuciones. De ahí que, salvo error, todo balón disponible volara a la posición de Andrés Chávez, normalmente fagocitado por una marca insonme.

Para no ser menos, la defensa roja dio un espectáculo de similar nivel (subterráneo), aunque más coral. Fracasaron todos. El posicionamiento de la línea defensiva es, cuando menos, aberrante. No se escalonan, no ejecutan correctamente los relevos, como ocurrió en el primer gol de la U de Vinto. Para peor, los volantes no toman marcas por delante de los zagueros. Casi siempre andan corriendo detrás de la pelota en lugar de apretar con intensidad al receptor para anticipar o incomodarle el control. Parte del problema reside en el retroceso de los extremos, pero también en la coordinación y posicionamiento de los volantes.

Llano marca el pase y Vallejo busca el espacio, Villarroel
y F. Rodríguez se estorban, Pinto de lleva a E. Rodríguez y
Añez queda flotando sin tomar marca
En el gol que abre el partido, se ve a un Wilstermann roto, con los volantes amontonados sobre una orilla y descuidando la zona central. Cuando Vallejo toma el balón, dispone de suficientes metros para conducir y buscar destinos potables. Atrás, Echeverría toma a Llano, que aguanta la presión. Añez vigila tibiamente a Pinto, Edemir Rodríguez no respalda a Echeverría, cuidando su espalda, mucho peor cuando el extremo, corrido sobre el centro, se lleva su marca. Añez no cierra a espaldas de los centrales (porque ve a Oscar Vaca como una amenaza y opta por mantener su posición), F. Rodríguez retorna al trote y Villarroel queda extraviado a mitad de la nada. Cuando Vallejo decodifica el desmarque de Llano, Echeverría pierde el paso, y el golero Escóbar se precipita en la salida. Llano cruza el tiro ante el innecesario desparramo del golero (pese al tardío cierre del Echeverría, el tiro de Llano no tenía ángulo para causar mayor daño). Como opción resolutiva, en caso de que el golero no se regalase con tanta generosidad, Llano tenía a Pinto por el centro, tras escapar de la pasiva vigilancia de Edemir Rodríguez. Los volantes, dispersos, no entran en escena.

Llano define ante la precipitada salida de Escóbar, Echeverría
no llega y Pinto se muestra como opción por el centro
lejos de la persecución de E. Rodríguez. 
Gol abajo, Wilstermann enfatizó sus carencias. Lo que vino después fue una lucha contra sí mismo, contra su impotencia, contra su falta de confianza y contra las ideas de un técnico que prefirió reconstruir todo, de la nada, dejando de lado lo que quedó del proceso precedente. Claramente, la defensa perdió seguridad. Si dicho mal ocurre como efecto de la definitiva baja de Arnaldo Giménez, todos quedan muy mal parados, mucho más el golero colombiano, quien está bajo sospecha. ¿Sirve correr a Echeverría sobre la izquierda izquierda para dar cabida a Edemir Rodríguez cuando la pareja con Ortíz demostró alta solvencia? ¿Cuáles son los fundamentos para ubicar a Añez como lateral derecho en detrimento de un Ballivián más explosivo? Añez, propenso al desorden en sus evoluciones, sufre en el retroceso y descompone un equilibrio precario. Con el balón es espeso, proclive a un traslado excesivo e insensato. Ahí comienzan las dificultades para construir juego, con una salida atorada por las bandas, con volantes dispersos y estáticos y sin una propensión al juego combinado. Los cambios de Ponce, lejos de arreglar su pobre propuesta, ahondaron en la inanidad de un equipo sin luces, orden ni recursos colectivos.

Seguía sin funcionar el fútbol de Wilstermann, andaba atascada la maquinaria, los engranajes no encajaban. Mientras, la U de Vinto se encontraba cada vez más cómodo en un partido que se estaba tornando muy físico, de juego impreciso y lleno de interrupciones.

Tampoco es que los de Marcelo Claros estuvieran haciendo gran cosa, tan sólo ponían sobre la mesa un correcto entramado defensivo y buen orden general, porque en cuanto se hacían con la pelota la enviaban en largo en busca de los puntas, sobre todo de Llano, en fin, que elaboración, más bien poca. Con un penal convertido por Huayhuata, el 0-2 hizo saltar las alarmas en Wilstermann. Parece revivir la pesadilla del trunco proceso que en 2021 le arruinó la temporada.

 


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