Un Atleti loco y Hermoso

El central, igual que contra el Valencia, le da la victoria al Atlético tras un partido loco. Seis goles en la primera mitad, dos remontadas y expulsión a Felipe.

Patricia Cazón
As
Cuando De Burgos Bengoetxea iba a pitar el descanso, el Metropolitano era como el camarote de los Hermanos Marx. Minuto 48, consumidos tres de los siete añadidos a una primera parte en la que más cosas no podían pasar. Cinco goles, un penalti fallado, dos convertidos, el Atleti por delante primero y después remontado; golpazos, siete amarillas, la afición rojiblanca sintiendo la pastilla azul deshaciéndose en su boca. Para olvidar. Al Atleti del Cholo que fue y ya no es, tan frágil, endeble, tan fácil de enviar a la lona.

Y eso que en los primeros veinte minutos parecía otra historia, al comienzo de un partido con ovación al hombre del banco rival. Era Quique, la simiente de todo lo que después creció con el Cholo. Había salido su Getafe con el camino marcado, apuntando a un talón: el temblor rojiblanco a balón parado. Lo buscó con una falta al minuto, un córner al minuto y medio. El Atleti salía ordenado 4-4-2 para huir de las últimas fotos, seis cambios con respecto al Camp Nou y defensa inédita.

Regresaba Llorente al equipo y al lateral, Felipe al lado de Savic, Reinildo, titular por primera vez para que sus botas cegaran tanto escape, como en Francia. Arriba, Suárez. Un Suárez que buscó la pierna de Soria en un balón filtrado por Lemar y encontró un penalti. La manopla del portero impidió que subiera al marcador al repeler, magistral, con guante duro y por bajo, su remate ajustado al palo. Justicia de fútbol. Fue un gong a la locura. Llegaba al partido.

A un lado, arrancadas de Ünal. Al otro, Koke convertido en tercer central para sacar el balón y dejar la banda completa a las carreras de Llorente. Unas carreras que dan profundidad y sentido al equipo, que completan los bailes de Correa, todo calle, que todo lo llena desde hace un tiempo. Era el 19’ cuando aparecía como un obus por detrás para rematar una dejada de Suárez y llevar el 1-0 al marcador. Ocho minutos más tarde, celebraba Cunha, al empujar un centro del Llorente que Mitrovic no supo despejar. Respiraba el Cholo. El pecho inflamado de tanto aire cogido con ese 2-0. El Getafe no lo acusó. Un Getafe crecido sobre el orden defensivo y al ataque sobre ese camino marcado: la extrema fragilidad del Atleti. Y no se equivocaba Quique. Todo lo logrado en 27 minutos tardó el Atleti poco más de diez en estropearlo.

Mayoral reanimó a los fantasmas. Oblak, a la primera, ya vencido. Y a la segunda también. Mano de Cunha en el área, silbato del árbitro: Ünal engaña por completo al portero y empate. Cinco minutos más tarde, la misma película. Mano de Lemar, revisión del VAR, aviso: es en el área, es penalti. Ünal desde el mismo punto otra vez ante Oblak. Su disparo secó fue una bala directa al corazón del Cholo. 2-3. La pastilla azul a la boca, el camarote de los hermanos Marx... Y Correa de nuevo a escena en el minuto 49: remató de cabeza un centro pasado de Lemar para el 3-3. Cuando De Burgos Bengoetexea pitó al fin el descanso, el partido no podía ser más loco. Un Atleti-Getafe con seis goles ya. Hace dos años hubiera sonado a distopía.

La segunda fue más calmada hasta que Felipe sacó la patita. Y cada vez que lo hace, suena música de thriller sobre el banquillo del Cholo. Siempre acelerado, siempre brusco. Ayer también. Su patada por la espalda a Arambarri fue como un machetazo. Roja. Simeone se guareció a la espera del error. Quique sentó a Mitrovic, sacó a Mata. Su equipo tenía el control, faltaba profundidad. Pero cuando el reloj se iba al 90’, el aire se llenó otra vez de eso de antes, del final de la primera parte. De eso que el Metropolitano ya respiró ante el Valencia: João llegaba forzado a un balón de De Paul y Hermoso, acrobático, introducía la pastilla roja en 49.375 gargantas. Gol. Delirio. El estadio en volandas, sin miedo siquiera a la jugada siguiente, la última, un disparo de Maksimovic fuera rozando el palo. Pero es que esa verdad ya lo llenaba todo. Que nadie sabe ganar como el Atleti. Que ningún equipo del mundo podría hacerlo más épico, más difícil, más enrevesado. Y tan, tan locamente Hermoso.

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