San Mamés es el paraíso
Nueva noche de euforia del Athletic, que lo mismo gana en Copa ante los grandes que saca partidos poco estéticos ante un valiente pero inofensio Espanyol. Remontada con Sancet e Íñigo Martínez.
Marcelino sacudió la alineación con respecto al glorioso partido de cuartos de final de Copa, y en ella solo permanecieron tres veteranos: Íñigo Martínez y los 'Garcías', Dani y Raúl. Hombres claves. Salen los jugadores al campo y los elevan en pedestales de ovaciones, los goles llegan en momentos oportunos, la gente puede descansar de cara a envites vitales inmediatos… todo es tan perfecto y sale de cara que San Mamés parece el paraíso. Hasta en partidos poco masticables como este.
Es meritorio el planteamiento de Vicente Moreno. Ordena a la tropa asentarse en campo rival y en muchos ataques se apelotonaban cinco o seis hombres en el área a la espera de recibir alimento en forma de asistencia. Pero esa osadía se traduce en temeridad viendo lo endeble que es este grupo con cualquier envío a la espalda de la defensa. Un equipo atrevido pero con 13 goles recibidos en lo que llevamos de año, un perfil que llena cementerios en el fútbol. El Athletic es experto en atacar rápido los espacios y parecía un suicidio esa filosofía. Los periquitos eran dueños del balón en muchas fases del juego, pero sin la referencia de Raúl de Tomás, tampoco se sentían ásperos los leones, que están más educados para el contragolpe. Le costó crear juego al semifinalista copero en los pocos momentos en los que manejaba la pelota, pero le daba igual.
Todo comenzó con la espuma de cien botellas de champán agitadas al unísono. El neerlandés Vilhena se estrenó a lo grande, con gol en el minuto tres. Pilló a contrapié a Vivian y Lekue y definió muy bien. Le dio moral para conducir una muy buena velada. Pero les duró muy poco la alegría a los blanquiazules, ya que solo dos minutos más tarde, Raúl García filtró un gran pase que retrató a un lento Cabrera cuando salía. Sancet tuvo un mano a mano que definió con tiempo y frialdad, demasiado hielo, tal vez porque se le pasó por la cabeza que estaba en fuera de juego y aquello valía para poco. Pero lo validó el VAR y el punta navarro se quitó todo el pesar por su polémico accidente de coche. Resulta que 0-1 tuvo un efecto positivo sobre la gente, ya que el empate en el aliento posterior hizo que el personal se metiera de lleno y no pensara que todo el monte de la Copa es orégano en la Liga.
Tras la invocación, ya estaba ahí el espíritu del torneo del KO en el formato liguero. Sobre ese momento de euforia, se selló la remontada en 13 minutos. Sacó una falta Berenguer, que pegó en la barrera y cayó en las cercanías de Vivian. Esté lanzó a la buena de Dios una volea que cazó su compañero en la cueva defensiva, Íñigo Martínez, para rubricar el 2-1.
El Espanyol seguía de lleno en el vértigo. Cargaba el área, y su valentía corría casi paralela al anuncio de ejecución. El león estaba de caza y solo le preocupaba una circunstancia: cogerle en otra y despedir al invitado. La tuvo en el 41, con otro pase preciso de primera de Raúl García, esta vez a Berenguer. Este recortó con una pierna y casi metió el tanto con la otra, como ante el Madrid cuatro días antes. El Espanyol estaba a punto de sacar la bandera blanca. Solo levantaron la voz los pericos para pedir un penalti por un balón que golpeó en la mano de Balenziaga, pero esta se encontraba en posición natural. Nada de nada.
Los cambios apenas modificaron el panorama. Le sentaron mejor al equipo local. Salió Raúl lesionado, pero es un guerrero y seguro que se pone ungüento milagroso para intentar abatir al Valencia el jueves. En el 76', Villalibre tuvo una jugada para marcar en compañía de Williams, pero se anuló la acción por fuera de juego.
La segunda parte fue un canto al casi nada, sin ocasiones. El Athletic apenas se vio con problemas. Íñigo Martínez, de nuevo espectacular, pudo recrearse con todo ventilado y forzar una amarilla para descansar ante el Mallorca el lunes tras tanto trajín. Estará en ese derbi que tanto le pone frente a la Real. Los pericos cargaron el juego sobre el costado de un titán llamado Balenziaga, absolutamente exhausto. Darder tuvo un disparo en el suspiro final, pero ahí estaba Simón, el que faltaba por lucirse en otra noche de felicidad en el paraíso. A un punto de Europa.