El equipo blaugrana conjuró sus demonios
continentales con un partidazo y una goleada que confirman que este
equipo ya no da concesiones. La progresión se confirma.
Cualquiera que haya estado en Nápoles sabe que es una ciudad de extremos en la que el riesgo forma parte del paisaje.
Los semáforos son optativos, el casco en moto es un elemento
decorativo, los cafés son súbitos y contundentes y las conversaciones
más profundas se declaman a base de batir decibelios. Todas estas
particularidades las asumieron el Nápoles y el Barça de inicio en una
primera parte de partido que se jugó como si ambos equipos cabalgaran
una motocicleta trucada.
La
puesta en escena del partido fue puro vértigo. Con el Barcelona
avasallando a un Nápoles que no se daba por vencido, pero que no podía
ante el despliegue de Adama, que volvió a salir al campo como una
tuneladora. Pero esta vez, al de L’Hospitalet le acompañaba un Frenkie de Jong que asumió galones y un Jordi Alba que se ha convertido en un indetectable para los rivales.
Por mucho que anunciara Xavi que quería jugar el partido a base de posesión, el
Barça no desprecia el rock and roll. Un estilo de juego que firmaría el
propio Klopp y así anotó su primer gol gracias a la jugada favorita de
Mourinho en sus tiempos en el Madrid: Un córner en contra,
recuperación, carrera de Aubameyang, pase a Adama que tumba todas las
paredes que se le ponen en frente para asistir a Alba que marca con la
derecha. Un gol que empieza en el córner propio y que doce segundos
después acaba en el 0-1.
A caballo de ese tanto, el Barcelona aplastó por
instantes al Nápoles y en otra recuperación de pelota, De Jong marcó el
0-2, que de seguir vigente la ley del valor doble de los goles en
contra, casi archivaba la eliminatoria..
Con el Nápoles perdido y la grada silbando a los suyos, fue Ter
Stegen, quien en la previa se había reivindicado, quien volvió a meter a
los italianos en el duelo con una salida sin sentido en la que derribó a
Oshimen. El penalti lo convirtió Insigne ante la estatua del jardín botánico y al Barça le volvió a tocar remar.
Y lo hizo sin complejos. Jugó el Barça los últimos minutos de la primera parte como para golear a los napolitanos, pero el fantasma de la falta de puntería volvió a aparecer hasta que en el último minuto de la primera parte,
Pedri recuperó un balón tras un saque de esquina a favor,, prolongó
para Ferran que de tacón habilitó a Alba que puso un centro que Piqué
controló al estilo Benzema para anotar el tercero.
Si con el 0-2, el Barcelona suspendió de nuevo la asignatura de
dormir el partido, faltaba ver si en el segundo tiempo, tras las
instrucciones de Xavi en la caseta, el Barça lograba defenderse con el
balón contra un Nápoles que ya iba a la desesperada.
Puede que el equipo catalán, llevado por la inercia y el desenfreno
de la ciudad, no se conformara con dormir el partido, porque, a fin de
cuentas, ¿quién duerme en Nápoles antes de las diez y media de
la noche? El equipo blaugrana aceptó el reto de los locales y se fue a
cerrar el partido de la mano de un De Jong imperial que creó la
jugada para que a la hora de partido Aubameyang anotara el cuarto por
la escuadra en un gol en el que participaron los once jugadores.
El partido parecía tan controlado, que Xavi empezó con los relevos,
pero de nuevo, el Barça regaló una ocasión a los rivales con Nico
perdiendo un balón y Ter Stegen siendo, de nuevo, metálico. Pero el susto no pasó de ahí y el mensaje está claro: el Barça ha vuelto a Europa.