El VAR compensa la falta de puntería del Barcelona

Un gol de Ferran Torres de penalti detectado por el VAR permite a un Barcelona que fue de menos a más jugarse su suerte europea en Nápoles dentro de una semana.

Santi Giménez
As
Nápoles decidirá la semana que viene la suerte del Barça en Europa. En un partido que pasó por todas las fases posibles: del tedio a la épica pasando de la bronca a la entrega y la polémica arbitral con un penalti de esos que te hacen perder la fe en el juego, la cosa acabó en empate a uno. El Nápoles no se lo creyó cuando tenía al Barça en la lona, los de Xavi entraron en el partido gracias al VAR y al final su mala puntería les condenó.


El cambio de puesta en escena, de parafernalia, de himno de hora y de épica, de degradación, en fin, de la Champions a la Europa League sólo afectó de entrada a los espectadores del Camp Nou, que por no reconocer, no reconocieron ni la sintonía de la competición y no la pudieron abuchear. Se les pasó por alto, como se le pasó al equipo que lo que disputaba era una competición europea que su entrenador definió en la previa como “una oportunidad”.

Pues bien, los primeros 45 minutos de esta ocasión que se presentaba fueron lanzados a la basura de manera inaceptable por un Barcelona que presentó un par de rotaciones, que de ninguna manera justifican el desastre que se vivió en una puesta en escena lamentable. Tanto, que hasta sorprendió al propio Nápoles, que se fue al descanso ganando por 0-1 pero con la sensación de que de haber apretado un poco más podría haber liquidado la eliminatoria en ese primer acto.

De Jong asumió los galones para ser el líder en el puesto de Busquets sin peso alguno en el juego y Gavi dejó su puesto y con su ausencia el Barça perdió nervio. Es duro, pero es así. La ausencia de un chaval juvenil le resta espíritu al equipo.

Con el Barça perdido y sin amenazar al rival a pesar de disponer un tridente recién comprado el partido languidecía ante los errores de Ferran Torres en el remate, el colapso de Adama, que estuvo muy bien vigilado y con Aubameyang muy lejos de finalizar.

Las aproximaciones del Barça morían en las inmediaciones del área italiana. La más clara de todas la tuvo Ferran Torres a los 28 minutos tras una buena presión de Auba, pero su disparo se fue alto. El perdón se lo cobró muy caro el Nápoles, que en la jugada siguiente desnudó a la defensa barcelonista. Primero Elmas a Alba, luego Zielinski a los centrales, que le permitieron chutar primero y después recoger tranquilamente el rechace de Ter Stegen para fusilar el 0-1. De ahí al final el Barça fue un drama y el público empezó a ponerse nervioso.

La segunda parte no puede explicarse sin la aplicación férrea del Nuevo Testamento del Fútbol, es decir el VAR, que juzgó como manos y penalti una jugada que nadie, ni en la grada ni en el campo ni en los aledaños se reclamó como pena máxima. Adama centró, el balón rozó la yema de los dedos de Jesús sin que su intervención desviara un grado la trayectoria del esférico. Jugada sin más hasta que la sala de despiece llamó a capítulo al matarife para que afinara el corte. Penalti que Ferran Torres ejecutó con profesionalidad y solvencia. Empezaba un nuevo partido, y para animar el cotarro Xavi sacó al campo a Dembélé, que se llevó una bronca de época. Sí, de su propio público. Sí, con empate a uno y a falta de 20 minutos. Para que me entiendan: la gente animaba al equipo a remontar excepto cuando la tocaba el francés. Pero a la tercera pelota, se impusieron los aplausos a Ousmane, que por su parte, siguió jugando igual con los aplausos que con los abucheos. Enviar un mensaje a este tipo es como esperar un bus en la selva.

El que sí salió ovacionado como nuevo ídolo fue Luuk de Jong a falta de cinco minutos para el final, que fue recibido ya como un salvador por la grada.

Dembélé dirigió la última carga blaugrana, que tuvo toda la épica que le faltó al partido de inicio. Ousmane puso un balón en la línea de gol que no encontró quien lo empujara, Ferran falló dos clarísimas y Luuk envió una chilena fuera por un palmo. La vuelta en Nápoles promete ser caliente. 

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