El Madrid se disculpa con goles
El equipo de Ancelotti tira la primera parte y se desata en la segunda con dos tantos sensacionales de Asensio y Vinicius y otro de penalti de Benzema.
Las remontadas (y la que se avecina ante el PSG es de las buenas, no por el tamaño de la desventaja, sino por el tamaño de Mbappé), que no son más que el remiendo de una equivocación, también tienen su protocolo. Lo primero es descubrir qué falló. Esa investigación la cerró pronto Ancelotti: “El planteamiento fue malo”. Y el trabajo de los jugadores, también. El segundo paso es creer, que de eso se imparten cursos en el Bernabéu desde el principio de los tiempos, y el tercero, darle al público motivos para creer. Para eso y para mantener al Sevilla lejos jugaba el Madrid ante el Alavés. Aunque tarde, supo disculparse y le dijo a la grada que sí se puede.
A los ocho segundos Joselu había tocado su primer balón de cabeza. En el primer minuto Vinicius lanzaba su primer esprint. De eso iba el partido. El Alavés dibujó moderadamente la visión del fútbol que ofrece Mendilibar: presionó la salida de la pelota menos de lo habitual, pero adelantó mucho la defensa, trivoteó con Pina, Escalante y Loum y esperó que la lluvia fina que cayera sobre el área blanca lo hiciera sobre la cabeza de su nueve. Fútbol del norte que pierde mucho cuando sale del norte, porque necesita al público para intimidar de verdad.
Jason perdona
Ante un equipo menos hermético de lo habitual entre los de su especie el Madrid quiso correr, pero languideció pronto porque el Alavés fue disciplinado en la retirada y generoso en las ayudas. Incluso tuvo la primera gran ocasión. Se le fue a Jason y respiró Casemiro, que le puso la pelota en bandeja. La reactivación del Madrid pasa por que Vinicius vuelva a endiablarse, Benzema recupere sus registros y salga cara con Asensio. Ninguna de las tres cosas sucedió en la primera mitad y todas se dieron en la segunda.
Antes del descanso el Madrid se quedó en tres buenas arrancadas de Valverde que no llegaron a meta y en un remate sin colocación de Modric, que después volvió a tender a infinito. No hubo en la primera mitad ni un solo síntoma de que el equipo hubiera acudido a rehabilitación tras la noche en blanco en el Parque de los Príncipes. Otro primer tiempo regalado.
Luego, como ante el Granada y el Villarreal, fue otra cosa. Pronto apareció la guindilla de Vinicius y a su toque de corneta acudieron los demás: Mendy, Asensio y sobre todo Modric, el jugador que todo lo sana en el equipo. Y ahora sí, el Madrid salió de su rutina. Pacheco le sacó un mano a mano a Vinicius, Lejeune le quitó un gol sobre la línea a Benzema, a Casemiro se le fue alto un remate en posición privilegiada.
La tormenta final
Y entonces el fútbol concentró en un minuto todas sus admirables paradojas. Pere Pons entró para tapar la banda izquierda del Madrid y lo que se encontró fue una ocasión única en tremendo error de Asensio. Venció a Courtois y no encontró el ángulo que pareció existir para marcar. Y de inmediato, el balear, al que se presumía en shock, se sacó otro gol de oro, muy de su estilo: desde fuera del área, enroscando la pelota. Una maravilla. La mejor forma de pedir perdón (aunque antes pidió silencio a quienes pitaron). Es inmejorable en sus apariciones y muy mejorable en su continuidad.
Empezó así el recreo blanco, culminado con un gol de bandera: taconazo de Benzema para iniciar la pared con Asensio y remate final de Vinicius a centro del francés. Un tanto muy por encima del partido y del Madrid. Un penalti transformado por Benzema redondeó el triunfo mientras el PSG se despeñaba en Nantes. Nadie está libre de las noches negras.