Correa marcó desde 52 metros para adelantar a un
Atleti superado 60' por el Villarreal. Pau Torres y Gerard Moreno
remontaron. Kondogbia hizo el 2-2 y fue expulsado.
Porque la solución de Emery a las bajas fue perfecta.
Gerard Moreno, solo arriba, era un tormento, siempre entre líneas,
aquí, allá, por todo el frente de ataque, y Alberto Moreno resultaba
indescifrable: estiraba Estupiñán por la izquierda mientras él se metía
por dentro para jugar con libertad. Moi Gómez y Trigueros escudaban. El Villarreal tenía el fútbol, el dominio y el peligro.
El Atleti pareció condenado a defenderse desde que pisó la hierba. Un
Atleti sin tino en las salidas, sobre ese 4-4-2 que en la primera parte
sólo fue un sistema de líneas rotas, de espaldas rotas. Si la meritocracia había sido la noticia en su once (Cunha y no João, la pareja Kondogbia-De Paul sentando a Koke), pronto lo fue su incapacidad para jugar un balón. La reacción del Villarreal al Correazo fue de grande: levantarse, sacudirse el polvo y a correr como si nada. No hay partido que no deje cicatrices y sólo de una manera podían reconstruir los guantes de Rulli: empatando rápido.
Lo buscó Gerard Moreno y se topó con el poste, primero, y, después, con Oblak, cuando lo intentó de penalti. Lo encontró Parejo al enviar a la red el rechace de ese penalti, precisamente.
Pero cuando los futbolistas se dirigieron al centro para volver a
jugar, el árbitro mantenía el dedo en la oreja. Llamada de VAR: el balón
le había dado a Parejo en la mano. Anulado tras pasar por la pantalla. Lo logró de verdad Pau Torres al reabrir en la portería de Oblak esa herida:
balón parado, balón que no logran blocar esos guantes que antes de todo
hacían milagros, balón que caza el central amarillo para enviarlo a la
red.
El Atleti se abalanzó sobre el descanso como un caminante por el desierto sobre un trago de agua.
Lo necesitaba, lo pedía. La pelota le daba calambres. No le duraba;
acongojado, baldío. La hierba a los pies de Rulli seguía virgen, sus
guantes ya remendados. Koke veía desde el banquillo como Capoué y Parejo le daban una clase de juego a Kondogbia y De Paul.
El reposo no trajo cambios. Koke y João se levantaron de su asiento, sí, pero sólo para calentar en la banda. La única modificación del Cholo fue un paso hacia dentro de Lemar para dejarle toda la banda a Lodi. Arañó un córner.
Y ya. Emery rascaba por los costados mientras Simeone se empeñaba en
cerrar por dentro una puerta que, a los pies de Oblak, estaba abierta.
Sus guardianes eran Felipe y Hermoso y tienen la contundencia de una
pompa de jabón. Alberto Moreno culminó la remontada, tras desmarcarse,
descargar en Gerard y lleva a la red su fabuloso pase filtrado. A Felipe le faltó ponerle un café y unas pastas mientras se dirigía a portería. Oblak tocó la pelota para nada, sólo suspense.
De una tacada, Simeone hizo los tres cambios que su equipo le pedía desde hacía un rato.
Vrsaljko, Koke y João: el 4-4-2 demolido, el nuevo sistema, con tres
centrales y dos carrileros, le dio una velocidad que no había tenido
antes. El talento hizo mejor a su equipo. Cinco minutos después, Carrasco ganaba la línea de fondo y encontraba a Correa. Disparó el argentino, repelió Rulli sin blocar y Kondogbia le coló el rechace por debajo del cuerpo. Empate. El
Villarreal se desplomó, sin piernas hasta el regreso de Pino. Pero el
asedio del Atleti, que perdió a Kondogbia al final (roja), se quedó sin
más premio. Los dos entrenadores, con un punto que a ninguno del todo llena.