ROMARIO: "Si me despertaba con ganas, tenía sexo con mi mujer y después iba para el partido..."
El exfutbolista brasileño Romario repasa alguno de los momentos de su carrera en ‘The Players Tribune’ a través de una carta.
Salir de fiesta: "Nunca faltaba a los entrenamientos. Eso quiero dejarlo muy claro. Cuando volví a jugar en Brasil, les dije a todos los presidentes: "Mirad, me resulta difícil despertarme temprano, así que voy a entrenar por las tardes". Si había partido el domingo, salía el viernes. Vale, puede que haya pasado algunas veces, pero fue una de cada diez, como máximo".
Sexo antes del partido: "A veces, el día del partido, me quedaba en casa, apartado del resto del equipo. Si me despertaba con ganas, tenía sexo con mi mujer y después iba para el partido. En el campo, estaba relajado... Ligero".
Arrogante: "La gente decía: "A Romário le gusta la fiesta, a Romário no le gusta entrenar, Romário es mujeriego". Pero entonces, en el partido, les metía tres, cuatro goles, y la cosa cambiaba: "El tío es la hostia. Es chulo, pero cumplidor en la cancha". ¿Es eso ser chulo? ¡No! Es confiar en uno mismo, en lo que eres capaz de hacer".
Ser el mejor: "Con eso quiero decir el mejor rematador. Si es imposible rematar, paso el balón a otro. Si es casi imposible, intento rematar. Así es la lógica: si soy el mejor, soy el que tiene el deber de dejar sentenciado el partido, no un compañero, ¿entiendes? Porque era lo mejor para el equipo. Es como en el baloncesto, cuando tienes que hacer una canasta de tres puntos en los últimos segundos. ¿A quién entregas el balón? A Michael Jordan".
Presión: "Joder, me encantaba la presión... Cuando los futbolistas recibían el balón justo delante del portero, la portería se hacía pequeña. Cuando el balón llegaba a mis pies, la portería crecía".
La vida en Holanda, fuera de Río: "Cuando fui al PSV, tenía 22 años y jamás había vivido fuera de Río. Yo, un auténtico carioca, acostumbrado a frecuentar la playa de Ramos, la isla del Gobernador, Copacabana, Barra da Tijuca... Jugaba al fútbol en la calle. De repente, estaba en un lugar oscuro y frío. Hombre, una vez llegó a -17 grados. ¿Cómo iba alguien a criticarme por no entrenar? Una vez, estuve tres días sin salir de mi puta casa. Los tíos se preocuparon. Llamaron a mi puerta y no contesté. ¡Si estaba hibernando, tronco!".
Cruyff: "Fue mi mejor entrenador, sin duda. Cuando me trasladé al Barcelona, yo quería el número 11, mi preferido. Pero Cruyff me dio el 10. Le dije: "Mister, es un gran honor llevar el 10, pero prefiero el 11". Todo el mundo quiere el 10, ¿verdad? ¡Por primera vez fui humilde! Y Cruyff dijo "no". Me quedé en plan: "Joder, hermano, ¡estoy renunciando al 10! ¿Por qué no?". Y él me explicó: "Porque en mi equipo el mejor siempre juega con el 10". El tío te suelta eso... ¿Qué vas a decirle? Tenía que quedarme con el 10 para siempre".
Mundial de 1994: "Nunca me habrían llamado. Se esperaba que Brasil se clasificara con facilidad, y, como me había enemistado con la comisión técnica, ellos jamás me habrían aceptado. Pero en aquel partido decisivo contra Uruguay teníamos que ganar o empatar para que Brasil se clasificara. Los entrenadores sabían que, si perdían, prácticamente tendrían que abandonar el país. Tuvieron que llamarme de vuelta. Estaba allá para enseñarles a aquellos hijos de puta de la comisión técnica que ellos tenían que haberme llamado antes. Pregúntale a cualquiera que haya estado en el Maracaná aquel día y te dirá que fue quizás el partido más impresionante que ha jugado nunca un futbolista, especialmente con la camiseta de la selección de Brasil".
Política: "Me metí en política por personas como Ivy. Mi hija nació con Síndrome de Down. Ivy me hizo darme cuenta de que necesitaban ayuda y tenían pocos representantes en la política. Ahora soy conocido por defender a esas personas, especialmente las que son menos favorecidas. Tienen el mismo derecho que nosotros a formar parte de la sociedad".