LINARES 1-BARCELONA 2 / Dembélé, el ángel del Barça en Linarejos para evitar un desastre

Demonio en otras ocasiones, la entrada del francés y su empate cambió el partido. Jutglà hizo el 1-2 que da el pase al Barça en octavos ante un Linares que cae con honor y sonó cuarenta minutos.

Juan Jiménez
As
En plena tormenta por el asunto de su renovación, Ousmane Dembélé, ángel unas veces, demonio la mayoría, levantó la mano en Linares y le arregló al Barça una noche que pintaba de perros bajo la lluvia en Linarejos. Al francés le dio tiempo a dar negativo por la mañana en la prueba COVID, montarse en el avión a Granada, llegar envuelto en ropa al hotel Santiago de la ciudad jiennense y salir a resolver la emboscada de Linarejos.

Con 1-0, y en una situación comprometida, Xavi lo puso y el francés le cambió la cara al partido con el 1-1, que puso cuesta abajo un pase a octavos que firmó el canterano Jutglà, cuyos partidos desde que debutó como azulgrana, en cualquiera de las posiciones que le coloque Xavi, deberían ser tomados muy en cuenta. Dembélé, en fin, bailó bajo la lluvia en Linarejos y dejó en el aire la pregunta de siempre, si vale o no un esfuerzo del Barça para renovar.

El grande de la primera parte, sin embargo, fue el Linares porque fue quien ganó los pequeños detalles. Dejó que el Barça merodease todo lo que fuera necesario la portería de Razak, pero clavó el 1-0 gracias a Hugo Díaz, que apareció por el área como si aquello no fuese con él y le comió la tostada a Mingueza, que después de ofrecer la de cal en Mallorca con el centro del 0-1 a Luuk de Jong, dio la de arena en Linarejos y cometió una desaplicación inaceptable.

El 1-0 encendió a Linarejos, que había asistido algo apagado a un inicio serio del Barça, que antes del zarpazo del Linares pudo adelantarse en un cabezazo de Ronald Araújo y una llegada de Ilias, al que se le fue yendo el gas conforme avanzaba la primera parte. Xavi también lo vio y lo sacrificó como a Riqui Puig, otra máquina de perder balones y no poner demasiada voluntad en recuperarlos y, sobre todo, mantener una posición concreta en el campo.

A Xavi debió no gustarle algo del planteamiento inicial, porque durante la primera parte ya rectificó la posición de sus centrales, más allá de que Araújo estuviese tocado. Pero con eso no era suficiente. El Barça goteó una ocasión de gol cada cinco minutos: Nico, Riqui, Eric y alguna llegada de Alba por la izquierda, pero dio la sensación de que el Linares cada vez se sentía más cómodo en el escenario. Alberto González, un pragmático con mil batallas pese a su juventud, había trabajado bien el partido. No sólo en la acción del 1-0, una jugada de toda la vida a la espalda de la defensa; también las transisiones ofensivas. Sin arabescos. Directas, rápidas. Al corazón de la defensa rival. El Barça, un colador por el medio, dejó que Josema se hiciese un coast to coast y el Linares no se fue 2-0 al descanso de milagro. Sonaron las vallas metálicas de Linarejos y pensó la afición que, efectivamente, ganarle al Barça podía ser algo más que deseo.

Consciente de la humillación que, en todo caso, conlleva perder ante un equipo de muy inferior categoría, Xavi hizo una muy buena cosa al descanso. Concretamente, la mejor. Meter a toda la artillería, porque era muy difícil entender que Dembélé, que lleva todo la temporada descansando, no estuviese antes en el campo. El francés hizo lo que se le pide a un jugador con su valor de mercado, empatar el partido en una acción en la que contó con la colaboración de Razak.

Pero lejos de controlarlo, el Barça dejó entrar el partido en un ida y vuelta extraño. Consintió al Linares un gol que fue anulado en medio de la confusión general y la cara aplastada de Neto, y un balón al travesaño. Pero esta vez, el Barça sí fue el grande. En el intercambio de golpes, Jutglà, después de una excelente transición llevada por Alves, profesional en su regreso, y Nico, jugador con una presencia física imponente, firmó el 1-2 bajo la lluvia en un golpeo preciso y terminó de aliviarle la noche a Xavi y al Barça, que salió vivo de la emboscada de Linares. El campeón pisa octavos de la Copa.

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