La fiesta del “traiga su propia botella” puede terminar con el gobierno de Boris Johnson
Fue una reunión social con 200 personas realizada en los jardines de la residencia de Downing St. en plena cuarentena. El primer ministro británico pidió disculpas, pero una buena parte de su propio partido ya no lo apoya
En Gran Bretaña, el gobierno es del partido no de la persona que lo dirige. Como le sucedió a Theresa May (y a tantos otros), la premier a la que Johnson sucedió, si los miembros del partido en la Cámara Baja le quitan su confianza, Boris se tendría que ir a organizar fiestas a su propia casa. Johnson se presentó en el Parlamento para explicar lo sucedido y no convenció a nadie. Ofreció una disculpa parcial y describió la reunión como un “evento de trabajo”. La invitación que llegó a unas 200 personas por correo electrónico decía otra cosa. “Vení a disfrutar de una velada distendida en el jardín de Downing Street. Trae tu propia botella”. Sin embargo, el primer ministro insistió: “Cuando entré en ese jardín justo después de las seis del 20 de mayo de 2020, para dar las gracias a grupos de personal antes de volver a mi despacho, apenas 25 minutos más tarde para seguir trabajando, creí implícitamente que se trataba de un evento de trabajo”.
El líder de la oposición, Sir Keir Starmer, del Partido Laborista, pidió a Johnson que dimitiera, diciendo que era “un hombre sin vergüenza”. “Mientras el país estaba bloqueado, él organizaba fiestas con alcohol que llevaron sus invitados”, añadió. Sir Ed Davey, jefe de los liberales demócratas en el parlamento, también pidió la renuncia del primer ministro. “Boris Johnson es incapaz de dirigir nuestro país a través de esta crisis de salud pública. Creo que, en realidad, es una amenaza para la salud de la nación porque ha demostrado que siempre trata de engañarnos cuando cuestionamos su conducta.”
Fue cuando los abucheos tradicionales de la Cámara de los Comunes aumentaron e incluso fueron muy fuertes desde la propia bancada conservadora. Con cara de compungido, Boris ensayó otra disculpa: “Sé la rabia que sienten conmigo y con el Gobierno que dirijo cuando piensan que en el propio Downing Street no se están cumpliendo debidamente las normas por parte de las personas que las hacen. Pero tenemos que dejar que Sue Gray (la encargada de investigar lo sucedido dentro del gobierno) complete su trabajo”.
Diecisiete parlamentarios conservadores ya se pronunciaron públicamente en contra de la posición de Johnson, mientras que otros dijeron que las posibilidades de que se enfrente a una moción de censura están aumentando “minuto a minuto”. Simon Hart, que atiende los asuntos de Gales en el gabinete, comentó que “este tipo de situaciones provocan frustración, dolor e indignación” y que su propia familia lo estaba llamando para saber “por qué hicieron algo tan desgraciado cuando tanta gente no podía asistir al entierro de sus seres queridos” muertos por el Covid. Y Christian Wakefield, otro tory que representa a Bury South, dijo que no podía “defender lo indefendible”. La prensa londinense asegura que el gabinete “está dividido entre los que piensan ‘agárrate fuerte y todo irá bien’ y los que están realmente preocupados porque creen que Boris caerá muy pronto”.
Johnson no está dispuesto a abandonar la lucha e irse por la puerta trasera. No está en su ADN. Es probable que intente hacer un cambio de ministros. Ganar tiempo. Es un mago de la supervivencia. Ya pasó decenas de crisis y sobrevivió. La prensa popular británica lo llama “Boris de teflón”. Pero incluso si puede superar este momento, no le va a ser nada fácil recuperar su autoridad y popularidad. “No es sostenible. No puedo decir exactamente cómo se desarrollará esto, pero no veo que acabe bien”, le dijo al Financial Times un “spin doctor”, que es como denominan en la jerga política británica a los asesores políticos.
La misma característica que lo hizo popular, su irreverencia y despreocupación, ahora se le están viniendo en contra. La popularidad de Johnson viene en picada desde mediados de año. Las encuestas marcan que su nivel de aprobación cayó del 48% al 23%. Unas cifras que amargan a los conservadores porque este descontento arrastra a todo el partido. Por primera vez en años, los laboristas tienen la esperanza de terminar con la mayoría parlamentaria de los tories. El vengativo ex estratega de Johnson, Dominic Cummings, se la pasa diciendo que es el primer ministro se convirtió en un lastre para las perspectivas conservadoras. Y muchos otros están convencidos de que sólo pueden ganar con “un nuevo líder”.
De todos modos, destituir a un primer ministro no es nada fácil. Los laboristas podrían pedir un voto de confianza, pero lo más probable es que fracasen porque no tienen los votos suficientes. La ofensiva tiene que venir desde adentro y con el voto de 180 tories, una cifra nada fácil de conseguir con tantos intereses particulares. Muchos parlamentarios preferirían esperar a las elecciones locales de mayo para asegurar sus asientos y después realizar cualquier maniobra. También está el miedo a sacar la cabeza mientras vuelan las guillotinas. Un voto de confianza se puede pedir una sola vez cada 12 meses y si llegan a fracasar, Johnson saldrá fortalecido y con un cheque en blanco de un año más en el poder.
Al mismo tiempo, muchos otros parlamentarios conservadores saben que los próximos meses será difíciles y que un nuevo primer ministro ayudaría a refrescar la posición tory. La inflación está aumentando como en el resto del mundo y en las ciudades pequeñas hay protestas en las ferias por los aumentos del costo de la vida; está prevista una muy poco popular subida de impuestos; el Brexit y las medidas para reducir las emisiones de gases contaminantes siguen a la deriva. Todo va a depender de la dinámica de los acontecimientos, pero llegar a las elecciones parlamentarias con una agenda abierta con tantos temas pendientes podría ser más perjudicial que cambiar ahora de primer ministro. Una elección del sucesor de Boris Johnson tampoco será muy fácil entre los conservadores. No hay un candidato de consenso. La lista de posibles nombres es más larga que la de las compras del supermercado.
Pareciera que los conservadores tendrán que decidir entre apenas dos opciones: un golpe quirúrgico o una muerte prolongada.