Un doblete del argentino corta la mala racha del
Atleti que recupera la cuarta plaza. Ovación a Falcao. Suárez y Giménez
no estarán en Vila-real.
Los nervios eran todo piel de cerilla en el
banquillo del Cholo que, a los seis minutos, veía la primera amarilla
del partido ante sus ojos: era para él, por su protesta ante
una entrada de Balliu sobre Lemar sin castigo. A lomos de Carrasco,
puñal en la derecha, fue arrancándose la presión alta del Rayo y
volcando el campo hacia la portería de Luca. Nada pasaba en las áreas, salvo un error en la salida rayista que regaló una pelota franca a Suárez.
Desbarató Unai López. Iraola echaba terriblemente de menos a Álvaro y
Trejo, porque Isi estaba, pero como si no. El Atlético dominaba pero no
creaba, no encontraba caminos a sus delanteros. Suárez fallaba otra de esas que nunca solía fallar, solo, mano a mano ante Luca,
después de otro regalo del Rayo en la salida. Pero pateó la pelota
fuera. Su crisis en el gol era la crisis del Cholo. O no. Porque cuando
la tarde se ponía difícil, el runrún, las cuatro derrotas en la
garganta, ahí apareció su particular Señor Lobo: “Soy Ángel Correa,
soluciono problemas”.
El otro delantero de LaLiga pasada le chistó a De Paul y Carrasco y entre los tres cambiaron todo.
La jugada la inventó De Paul, inicio de todo, impecable. Con brega y
calidad escondió la pelota para habilitar a un Carrasco que gambeteó en
una brizna en la línea de fondo y, con un pase atrás y quiebro de tacón,
la devolvió al área buscando rematador. Hermoso erró primero. Y ahí
apareció Correa, todo calle. Aprovechó el barullo y le robó la pelota a
Comesaña en el suelo para estamparla en la red. El Rayo se desvaneció. Estático, errático. Oblak hubiera podido estar y no.
Giménez hubiese podido volver y no. Trippier hubiera podido estar
volando ya a Inglaterra. Atrás el Atleti vivía una tarde como esas que
no recordaba. Sin trabajo, plácida.
Doblete del argentino
La segunda parte comenzó con Isi en la ducha y Andrés en el campo.
Iraola, sin el abrigo con el que había comenzado, mandaba a sus
futbolistas dar tres pasos adelante, por eso de comparecer. Pero Correa
seguía a lo suyo. Porque la falta de Griezmann le devolvía a su sitio,
perdido, quizá, injustamente. Y tampoco estaba João, por COVID.
Y Correa que no se queja asume pero a ninguno de los otros se le echó
de menos. Con Correa el Atleti no sólo fue campeón de Liga, fluye. Para frenar esos pasos adelante del Rayo ahora, en el 53’, se asoció con un Lodi en modo lateral brasileño. Gol. Doblete.
Fue entonces cuando Iraola se decidió a dar entrada a Trejo.
Y Oblak y su defensa comenzaron a salir al final de las jugadas. Pero
Simeone respondió. Si su equipo había regresado, momentáneo, al 5-3-2, los pasos atrás le devolvieron al 4-4-2.
Carrasco estampaba un balón en la madera antes de que Suárez se fuera,
pelea sin premio, entrara Cunha y se deshiciera el Metropolitano. Una
leyenda se quitaba el chándal en la banda, Falcao salía para el Rayo y la afición enseñaba la mejor de las placas: su cariño, su aplauso infinito. No hubo zarpazo. El partido siguió plácido, con Kondogbia descomunal en su sitio, el medio, y Simeone desgañitado pero la sonrisa recuperada. Como el Metropolitano. ¿Liga nueva?