Christian Eriksen, el futbolista danés que paralizó al mundo en pleno partido, reveló con qué frase se despertó del desmayo
Tras sufrir un paro cardíaco en la Eurocopa, le implantaron un cardiodesfibrilador; “me acuerdo de todo, salvo de esos minutos en los que estuve en el cielo”, contó.
Eriksen había dejado Inglaterra para jugar en Italia. Allí, en Milán, había conseguido el scudetto al servicio de dos delanteros de renombre: el belga Romelu Lukaku y el argentino Lautaro Martínez. El trabajo del danés era asistirlos. El 2021 estaba destinado a ser su año: campeón en Italia, era insignia de un seleccionado danés que aspiraba a llegar lejos en la Eurocopa. Ese sábado soleado de junio, el debut. Enfrente, otro equipo escandinavo, Finlandia. Nada hacía presagiar que la tarde diáfana de Copenhague se nublaría de golpe. Y Eriksen vería todo negro. O bien no vería nada, por un rato.
“Gracias por todo el amor”
“Sentí un pequeño calambre en una pantorrilla y luego me desmayé”, dijo el futbolista en una entrevista de casi media hora con la cadena danesa DR1, la primera que brindó tras el incidente que casi le costó la vida. “Cuando me desperté estaba de espalda. Me costaba respirar. Escuché voces y a los médicos que me hablaban. Estaba consciente”, recordó Eriksen, que se hizo un nombre en Europa con la camiseta de Ajax, lo que le valió un pase multimillonario a la Premier League inglesa. “Me acuerdo de todo, salvo esos minutos en los que estuve en el cielo”, repasó el futbolista, que pese al episodio no abandonó la práctica profesional.
Eriksen rememoró aquella tarde sabatina con lujo de detalles. “Vi todo negro. Cuando me desperté gracias a la resucitación cardiopulmonar, fue como despertarme de un sueño. Había estado muy lejos”, evocó durante la entrevista. Y se posó en un hecho fortuito que lo hizo volver en sí: “Cuando el cardiólogo del equipo dijo que yo tenía 30 años, lo corregí. Le dije ‘ey, tengo 29 años’. Volví a la consciencia en ese momento. Recuerdo las sábanas a mis cuatro costados para evitar que la gente me viera en el estado en el que estaba. Vi a los hinchas cantar y cuando me subieron a la ambulancia. Recuerdo todo, claramente”. Para Eriksen, aquel trauma es una suerte de videoclip en el que todo estaba todo guionado.
“Esperando en el futuro”
“Recién cuando estuve en la ambulancia me di cuenta de que había estado muerto”, rememoró el danés, mirando a la cámara. Tenía un tic: poner una mano cerca de los ojos, como si temiera por la aparición de alguna lágrima. Eriksen reveló que pensó que no volvería a ponerse los botines, a jugar al fútbol. Creyó que aquel colapso, ante las cámaras del mundo, en su país, en su estadio, era el final de su carrera. A los 29 años. “Le dije a mi novia, Sabrina, que no iba a volver a jugar. No había manera”, reveló.
En el hospital se sucedieron los exámenes. Las pruebas médicas para saber por qué el corazón había fallado en medio del partido sin haber dado siquiera una advertencia en algún momento de su carrera. Resonancias magnéticas inspeccionaron su cuerpo. Un tomógrafo buscó potenciales tumores. El problema era cardíaco y la solución estaba al alcance: implantar un cardiodesfibrilador, que reiniciaría su corazón en caso de una nueva falla. E impediría desmayos. Incluido estar tres o cuatro minutos fuera de este mundo.
“Ser positivo”
En medio de las pruebas, sonó el teléfono. Eran sus compañeros del seleccionado. Estaban en el vestuario, en pleno trauma. Saben que Christian estaba vivo y sometido a varios análisis. Los futbolistas le preguntaron qué debían hacer con el partido. Seguir o no era la cuestión. “Les dije que iba a estar bien. Que siguieran jugando. Pero no debieron hacerlo. No después de pasar por ese trauma”, reflexionó Eriksen ahora. Dinamarca perdería por 1-0 y el futbolista miraría el final por televisión desde su habitación. Por la ventana se asomaba el Parken Stadium y él podía ver a los hinchas –sus hinchas– a lo lejos.
Eriksen no pudo evitar ver el resto del torneo de Dinamarca, en medio de refunfuños y bronca. “Maldita sea. Están haciendo un gran trabajo y yo no estoy ahí”, pensó más de una vez. “Sentía que esto era una cosa menor. Podía caminar y sentía que podía correr”, contó en la entrevista. Eso le llevó a pensar que el problema estaba superado tras la implantación del cardiodesfibrilador. Podía recuperar su vida normal y volver a jugar al fútbol. Los médicos le dieron luz verde para intentarlo. Pero llegó una mala noticia, desde Italia. Los dirigentes de Inter le explicaron que las reglas de la Serie A, muy claras, impedían que un futbolista se desempeñara con un cardiodesfibrilador. No había futuro para Eriksen allí. Conclusión: contrato rescindido y, por primera vez en su carrera, jugador libre.
“No hay ninguna razón por la que no deba jugar al fútbol. El corazón se estabilizó y tengo luz verde para volver. Soy un eterno enamorado del fútbol y no tengo ningún miedo de volver a desmayarme. Si pasa, el cardiodesfibrilador me ayudará. Que la gente no se preocupe: no tengo planeado volver a colapsar en una cancha”, dijo Eriksen mientras se aferraba a una mesa de madera y se asomaba una risa tímida. A continuación, lanzó: “Mi meta es jugar el Mundial de Qatar. Quiero volver y puedo volver”.
Eriksen se movió en diciembre de 2021 con un entrenador personal a la espera de ofertas. Una posibilidad es regresar a Odense, donde empezó todo. Desde hace un par de días, practica con el plantel de Chiasso, un equipo de la tercera categoría suiza. Eriksen, el hombre que paralizó al mundo, volvió a sonreír. Y a jugar al fútbol. Ahora va por más y se esperanza con Qatar 2022.