Brujos y maldiciones en el fútbol africano (y también en Argentina)
Desde el escándalo de N'kono hasta la Bruja Dora, pasando por Kiricocho, la pelota está atravesada por todo tipo de supersticiones.
Ambas comparten dos ideas fundamentales. La primera es la suposición de que en el fútbol -o en cualquier deporte, pero en este caso específico el fútbol- no se gana con ayuda sobrenatural; la segunda es la confirmación de allá y acá, en África, en Sudamérica y también en otros rincones del mundo, esa sigue siendo una cuestión importante.
También hay diferencias. En cómo se materializan esas supersticiones -un hechizo, la presencia de un brujo, una cábala o hasta mencionar un nombre como Kiricocho- y en la frecuencia. O también en el disimulo. Lo cierto es que en África, más allá de la decisión de la CAF de poner coto a este tipo de expresiones y darle al mundo una imagen más “profesional” al fútbol africano, jugadores y técnicos las siguen practicando a diario.
En la actual Copa Africana la brujería se limitó hasta ahora a una respuesta de Sadio Mané al “doctor” beninés que lo había amenazado con un ataque al corazón. Él, musulmán, le respondió que su destino estaba en manos de Alá. Mucho más escandaloso fue lo que ocurrió con Thomas N'kono en 2002. El entrenador de arqueros de Camerún, viejo conocido de Argentina por haber atajado en el 1-0 de Italia 90, fue esposado, detenido y arrastrado por policías que lo acusaban de magia negra. La CAF lo sancionó por un año, pero luego levantó la suspensión.
Rodolfo Zapata, técnico argentino que dirigió seis clubes en cinco países al sur del Sahara (el último Mukura Victory Sports de Ruanda), cuenta que todos los equipos, incluso en las ligas locales, hacen yuyu. Y que si bien él no cree en eso, respeta a sus jugadores y les da tiempo y lugar para que lo hagan. “Muchas veces, volviendo de partidos de visitante en Botsuana, parábamos el micro para recoger excremento de elefante y luego esparcirlo por nuestra propia cancha”, recuerda Zapata a TyCSports.com. “Otras veces llegábamos al vestuario visitante y nuestros futbolistas no querían entrar porque había velas o piedritas verdes, entonces se cambiaban en el micro o directamente en el hotel”, agrega.
En las ligas más importantes de Europa también pasa. Se asegura por ejemplo que una maldición voodoo recayó sobre Pep Guardiola por haber limpiado al marfileño Yaya Tuoré del Manchester City. Y que por eso no puede ganar la Champions League. Lo mismo le pasa al Benfica, que echó al técnico Bela Guttmann después de ganar dos veces la Copa de Europa en los sesentas: “Sin mí, no ganarán un título europeo en 100 años”. Desde entonces, perdieron ocho finales. Este es un caso especial, porque todo el mundo cree en esa maldición, pero Guttmann nunca dijo la frase que todos dicen que dijo.
“La magia no dio resultados -sostiene Zapata- porque ningún equipo africano es campeón del mundo”. En esos términos, su afirmación es irrefutable. Del otro lado están los Kasimawo Laloko. Laloko era un dirigente de la Federación Nigeriana que en el 2000 fue separado del cargo por quitar un amuleto que estaba detrás del arco rival. Hasta ese momento, Senegal ganaba 1-0. Después de su participación llegó el gol del empate de Nigeria, que finalmente lo ganó 2-1 en tiempo suplementario.
En Argentina también hay decenas de sucesos de este tipo. Uno de los más conocidos es el de la Bruja Dora, que en 1991 hizo un trabajo que los dirigentes de Quilmes nunca pagaron y que le habría costado al Cervecero cinco derrotas consecutivas en finales. Más cerca en el tiempo estuvo el Brujo Manuel, amuleto de Estudiantes en la Copa Libertadores 2009. Su figura se hizo tan popular que llegó a viajar a Ecuador con la Selección el día de la sufrida clasificación a Rusia 2018. Fue victoria 3-1, con tres goles de Messi. Después del partido habló Chiqui Tapia, presidente de AFA, y reconoció que Manuel había tenido “mucho que ver”. Es cierto que la participación de Argentina en ese Mundial fue catastrófica, pero ahí el problema fue otro: la famosa “maldición de Tilcara” por una supuesta promesa incumplida de los campeones del 86.