Al Madrid se le aparece Hazard

El equipo blanco remonta en la prórroga con diez y se mete en cuartos. Dos malditos, Isco y el belga, decidieron el duelo. El Elche se hundió al final.

Luis Nieto
As
Incluso en los peores días, hay algo en el Madrid que le hace único en su especie. Ve la Copa con cierto desdén, nunca reconocido. No es de ahora, es de siempre. Finge el interés, pero generalmente apunta más alto, quizá por su exceso de celo con la Champions, y vaguea. Muchas de las derrotas más vergonzantes de su historia están en la competición, pero en Elche, en la prórroga, con diez, le salvaron el orgullo y dos malditos, Isco y Hazard. Ellos firmaron la remontada. Bien está lo que bien acaba, fue el resumen, aunque por medio quedara un partido entre vulgar y malo.

Por ponerle fechas al asunto, hay que recordar que Benzema es dos años mayor que Bale y Modric tiene cinco más que Hazard, señal inequívoca de que ni todos los cuerpos ni todas las vocaciones son iguales. El galés, de hecho, tiene en su cabeza colgar los hábitos este verano salvo que Gales le lleve a su último Mundial. Ya saben: Gales, golf y Madrid. Vayan borrando el cierre de la pancarta. Y a Hazard no se le pasa por la cabeza encontrar un lugar en que juegue más (posible) y se le pague menos (imposible que lo acepte). Ambos calentaron banquillo ante un Elche tan mermado por la COVID que casi tiene que dirigir desde el banquillo el tesorero. Bale no salió de ahí. Hazard, sí, para convertirse en decisivo por primera vez desde que llegó en un Madrid que empezó perezoso y acabó épico. Con ocho suplentes en el once y la parte más servible de lo que queda en la trastienda se metió en cuartos de final de Copa, una competición que nace fría en el invierno y coge temperatura en primavera. Empieza como un marrón y acaba viéndose como una oportunidad

El error imposible

El partido comenzó con un fenómeno paranormal: no por la pifia en el corte de un Marcelo que luego lo hizo todo bien, como en sus mejores tiempos, pero sí porque Carrillo, a dos metros de la línea de gol, con Lunin ya fuera de cuadro, mandase la pelota al larguero tras centro preciso de Josan. El pase de la muerte del que el Madrid salió milagrosamente vivo. Sonó a premonición de que hay un equipo irrompible. Antes y después del suceso el Madrid ofreció, con bastante sosería, su versión dominante. Ya se sabe que lo mismo está a setas que a Rolex, que es contragolpeador o posesivo según toque. Pero hacerse cargo de la pelota no le hizo mejor ni más peligroso. Es más, Carrillo se anotó la segunda oportunidad, un cabezazo picado detenido por Lunin sin que el Madrid hubiese rechistado ante Werner.

Fue el de Ancelotti un equipo desganado, alejado del que se proclamó supercampeón en Arabia. Allí estuvo Modric, que se conoce todas las salidas de emergencia ante rivales cerrados, y en el Martínez Valero, Valverde y Camavinga, jugadores con mejor físico que lectura de partido. Y arriba Ancelotti puso, o no le quedó más remedio que poner, a Jovic. Quizá entre él y Benzema quede establecida la mayor distancia entre un titular y un suplente en la plantilla. Entre su poca participación y su falta de gestualidad deja siempre la impresión de que juega la fuerza, por imperativo contractual.

Así que el Madrid quedó encomendado al entusiasmo de Camavinga, un verdadero recambio. Le faltan oficio y el temple que se le exige a un pivote, pero es hiperactivo: pega, roba, llega, dispara y vuelve a empezar. Dos disparos suyos fueron lo mejor del Madrid en la primera parte. También quedaron registrados un caño de Marcelo, vestigio del prodigioso lateral de ataque que fue, y varias arrancadas de Vinicius que se nublaron en el área. Benzema es su media naranja y sin él pierde espacio y claridad. La pinza Palacios-Josan que le preparó Francisco también tuvo un efecto barrera.

Un final tremendo

Volvió más atrevido el Madrid del descanso, posiblemente porque Ancelotti se cansó de ver vaguear al equipo y se lo hizo saber en la caseta. Marcelo fue el primer impulsor del cambio. En medio campo adversario aún tiene mucho picante.

Como aquello no bastó, el técnico regresó a la fórmula tradicional: juntar a Casemiro y Modric, ovacionado desde el calentamiento, con Kroos. En definitiva, el Madrid a máxima potencia de motor. El trío no admite comparación ni en la casa ni quizá fuera de ella. El partido, a esas alturas, había vuelto al ralentí. Y cuando baja la velocidad, se igualan la fuerzas. Ancelotti buscó entonces una solución extravagante: quitó a Jovic y metió a Isco. Mejor sin nueve que con este nueve, pareció el mensaje. En cualquier caso, el serbio lo tuvo más que merecido. Fue una amenaza fantasma.

Con sus centrocampistas de confianza y jugadores de buen pie, el dominio del Madrid se volvió abrumador, aunque insuficiente para evitar la prórroga. Y ahí, en el tiempo extra, con Ceballos y Hazard ya en el campo, comenzó la acción. Figueroa interpretó como merecedora de roja una presunta zancadilla de Marcelo a Morente como último defensor. Cuestionable lo uno y lo otro. En el lanzamiento de la falta, y en el segundo intento, el disparo de Verdú fatalmente desviado por Ceballos convirtió a Lunin en estatua. Remando contra la corriente fue capaz de llegar al empate, en tiro de Ceballos inteligentemente desviado por el tacón de Isco. Y entonces se le apareció Hazard, que arrancó puntual a un balón en profundidad, sorteó una salida loca de Werner, y le prestó al Madrid su primer gran servicio, que ya tocaba. Él pasa a rehabilitación y el Madrid, a cuartos. Y el Elche, al que le anularon el 2-2 con justicia por falta previa de Verdú, se marchó convencido de que le mató dar a un inmortal por muerto.

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