Abierto de Australia: bajo la sombra del caso Novak Djokovic, el “Happy Slam” luce distinto
En las próximas horas comienza el primer Grand Slam de 2022, marcado por el escándalo que derivó en la salida del número 1 del mundo y nueve veces campeón en Melbourne
Y es que se ha hecho imposible soslayar la controversia que desató el desembarco del serbio en Melbourne, con idas y vueltas y condimentos que acapararon portadas y opiniones hasta pocas horas antes de empezar el torneo y conocerse el fallo adverso que dispuso su salida del torneo y también de Australia. Es cierto que el personaje tiene relevancia suficiente como para llevarse todos los focos de atención: es el número 1 del circuito y ganó nueve veces el Open australiano. La expulsión le impedirá ir en busca del 21er cetro de Grand Slam, y al menos en lo inmediato, no podrá superar a Roger Federer y a Rafael Nadal en la tabla histórica de ganadores en las grandes citas.
Djokovic, en su obsesión por jugar, pidió una exención médica por no estar vacunado contra el coronavirus. Se amparó en el hecho de haber dado positivo de Covid-19 el 16 de diciembre, como factor de permiso. Pocos repararon en que el tiempo límite dispuesto por el Abierto para esos casos vencía seis días antes, el 10 del mes pasado. Luego, en el momento de ser detenido en el aeropuerto de Melbourne, se le dijo que el hecho de haber tenido el virus hacía unas semanas no era razón suficiente para poder ingresar. El serbio apeló a la justicia, que en primer término le dio la razón por un error de procedimiento de la Fuerza Australiana de Frontera.
Pero las redes sociales lo dejaron otra vez contra las cuerdas: se supo que el 17 de diciembre, cuando debía estar aislado, se reunió sin barbijo con un grupo de niños en una ceremonia de premiación en Belgrado, y al día siguiente dio una entrevista con el diario francés L’Equipe, incluida una producción fotográfica que lo muestra sin tapabocas. Encima, en la declaración de viaje, quien llenó el formulario cliqueó que el tenista no había visitado otro país antes de llegar a Australia, cuando era conocido que había pasado varios días en Marbella, España.
Muchos errores no forzados, demasiadas desprolijidades que el Ministerio de Inmigración encontró suficientes para impulsar una segunda cancelación de la visa y la consecuente deportación, mientras la opinión pública le bajaba el pulgar al número 1. El gobierno no dudó de etiquetarlo como un “riesgo potencial” que “puede fomentar sentimientos antivacunas”. Hay razones: en los últimos dos años, Australia fue uno de los países más rigurosos en la prevención, con severísimas restricciones. Es comprensible que al ciudadano medio no le cause ni una pizca de gracia que un visitante llegue y se saltee las reglas, por más astro deportivo mundial del que se trate.
Obcecado, Djokovic siguió su preparación para el Abierto como si el cielo estuviera diáfano, pero alrededor del campeón vigente crecían los nubarrones. Lo que empezó con un capricho derivó en declaraciones poco diplomáticas, y en un conflicto que puede salirle demasiado caro al serbio, con la hipótesis de tener prohibido el ingreso a Australia por tres años.
Tres temporadas sin protagonizar el certamen que ganó nueve veces, en el que más cómodo se siente y el que podría darle el tan mentado récord sería un golpe durísimo. Algunos lo ven como un adalid de la libertad, capaz de liderar la decisión de no someter a las vacunas al cuerpo. Para otros, es simplemente un irresponsable. A tono con estos tiempos de grietas, Djokovic divide las aguas.
Es difícil ser indiferente a la situación. Rafael Nadal, leyenda a la altura de Nole y máximo rival en la carrera del serbio, no se quedó callado. “Djokovic es uno de los mejores de la historia. Pero no hay ningún jugador que sea más importante que un torneo o que el deporte por sí mismo. Los tenistas vienen y van, y después vienen otros jugadores. Ninguno. Incluso Roger [Federer], Novak, yo, Björn Borg. El tenis sigue. El Abierto de Australia es mucho más importante que cualquier tenista. Si finalmente juega, OK. Si no, el Open será igual de grande, con o sin él. Esto ha llegado demasiado lejos, se ha complicado más de la cuenta. Estoy cansado de esta situación. A mí, si termina jugando o no, no me afecta en nada”, expresó el español.
Y como hubo en contra, también surgieron voces en favor, como la de Alexander Zverev: “No es justo que una persona venga aquí y no pueda jugar. Los gobiernos de Australia y Victoria deberían haber sabido de antemano lo que iba a ocurrir. Es un grande, una superestrella de dimensión mundial, alguien con el que hay que dar ejemplo”, dijo el alemán.
La organización del Abierto esperó cuanto pudo, y retrasó mucho más de lo esperado el anuncio del programa de juego del primer día de acción. Es lógico: al torneo le convenía su participación. El número 1, a despecho de todo lo ocurrido en estas casi dos semanas previas, era una garantía de estadio repleto durante varias jornadas, y eso representaba fuertes ingresos. Djokovic asomaba como una presencia fundamental en un certamen que este año no tendrá a Federer, ni tampoco a Serena Williams, otras figuras que cortan tickets de a miles. Las entidades del tour (la ATP, la ITF) emitieron comunicados tibios, imperceptibles sobre la polémica. Por ahí asomó una mención interesante: 97 de los 100 primeros tenistas del circuito ya están vacunados. El estadounidense Tennys Sandgren es uno de los que escapan de esa nómina, y no tuvo problemas en darse de baja de un certamen en el que había llegado dos veces a los cuartos de final. Consecuente en su determinación, no buscó ningún atajo. Otro, claro está, es Djokovic. Se mantiene la incógnita del tercer hombre que evita ser inoculado contra el virus.
Con un Djokovic ausente, aumentan las chances de que surja un nuevo campeón. El único en condiciones de repetir es Nadal, campeón hace muchos años (2009). Rafa tomó confianza con un título fresco, ganado en un torneo de preparación en Melbourne, pero al mismo tiempo viene con muy poco rodaje, apenas tres partidos oficiales en los últimos cinco meses. Habrá que ver qué sucede cuando lleguen las pruebas exigentes a cinco sets. Australia es el grande de menor cosecha para el zurdo de Manacor, pero sería necio soslayarlo.
Sin el serbio, aparecen varios candidatos para alzar por primera ocasión el trofeo Norman Brookes. Ahora sí, para beneplácito del resto del circuito, será la hora del tenis, con ocho argentinos en el torneo de varones, incluido Diego Schwartzman (13er preclasificado) como carta principal. Mientras el lunes trae el sonido de raquetas y pelotazos, la sombra del número 1 aún parece abarcarlo todo en Melbourne.