Qué le sucede a nuestro sistema inmunológico cuando recibimos una dosis de refuerzo, según un experto de Harvard
Similar a lo que ocurre con la vacuna contra la gripe, un refuerzo de las vacunas COVID-19 pueden estar en nuestro futuro, “al menos durante los próximos años”, dice un experto en enfermedades infecciosas de la Facultad de Medicina de Harvard
“Los estudios demuestran que después de vacunarse contra el coronavirus la protección contra el SARS-CoV-2 y la capacidad de prevenir la infección por nuevas variantes se reducen con el tiempo. Los datos de los ensayos clínicos revelaron que una dosis de refuerzo de la vacuna contra el COVID-19 de Pfizer-BioNTech es efectiva para proteger contra el COVID-19, lo que se suma a otras evidencias que demuestran que una dosis de refuerzo puede resultar mucho más efectiva en comparación con el esquema principal de vacunación”, advierten los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC).
Pero, ¿qué es exactamente una vacuna de refuerzo y cómo funciona? “Una inyección de refuerzo está destinada a aumentar los niveles de respuesta inmunitaria después de que estos hayan disminuido de forma natural. Un refuerzo engaña al sistema inmunológico haciéndole pensar que está viendo de nuevo un patógeno, por lo que las células productoras de anticuerpos y otras células inmunitarias se activan. La cantidad y calidad de anticuerpos que se producen puede aumentar. A través de un proceso llamado maduración por afinidad de anticuerpos, nuestro sistema inmunológico aprende a hacer un mejor trabajo para reconocer un patógeno y producir anticuerpos que se unen más estrechamente a su objetivo. Para el virus SARS-CoV-2, por ejemplo, los anticuerpos madurados por afinidad pueden ser más eficaces para reconocer variantes con mutaciones múltiples”, aseveró el especialista.
Después de haber recibido el esquema completo de vacunas contra el COVID-19, la tercera aplicación de una vacuna puede ocurrir por motivos distintos. Por eso se denominan dosis adicional o de refuerzo y las razones que motivan su aplicación son diferentes.
¿Es lo mismo una vacuna de refuerzo que algunos pacientes necesitan por estar cursando una enfermedad determinada o que están inmunocomprometidos, que la tercera dosis o también llamada dosis adicional? La respuesta es no. Cada una de estas vacunas se da en tiempos distintos a la segunda dosis y no en cualquier paciente.
Son varias las personas que han sido llamadas para recibir una tercera dosis dentro de las cuatro a seis semanas de la segunda dosis y es aquí donde se genera la confusión que se da con la tercera dosis que se aplica a los seis meses de la segunda. “Se genera confusión porque la tercera dosis debe darse a los 6 meses de la segunda dosis para todas las vacunas y a los 5 meses para la vacuna de Sinopharm”, explicó la reconocida patóloga pediátrica argentina Marta Cohen, en relación a la tercera dosis.
“Hay otra dosis, que la dosis adicional que la Organización Mundial de la Salud (OMS), el gobierno británico y varios países la aplican, que han recomendado para aquellos países que tienen formas severas de inmunodeficiencia. Esta dosis, que la podemos llamar dosis adicional, que forma parte del esquema primario de vacunación, se recomienda que se aplique a las 8 semanas, es decir a los meses de la segunda dosis. Pero no para todos. Es para casos específicos que es analizado por el médico de cabecera de estos pacientes”, explicó Cohen.
La dosis extra sirve para elevar la respuesta inmunológica en las personas con inmunodeficiencia o con cambios inmunológicos naturalmente asociados con el envejecimiento (inmunosenescencia). También sirve para disminuir el impacto de la mortalidad por COVID-19 en los mayores de 50 y ante avance de la variante Delta en la transmisión comunitaria. Siguiendo las recomendaciones internacionales y algunos estudios clínicos realizados en el país, la Comisión Nacional de Inmunizaciones (Conain) asesoró al Ministerio de Salud de la Nación en la decisión de sumar una dosis más a los esquemas homólogos o combinados en esos dos grupos, siguiendo algunos parámetros estipulados.
Consultado sobre la necesidad de refuerzos periódicos en el futuro previsible, Abraham sostuvo que “las vacunas siguen siendo extremadamente efectivas para prevenir infecciones graves y la muerte, pero no son 100% efectivas para detener la adquisición y transmisión del virus. Particularmente, en áreas con altas tasas de infección debido a la baja absorción de la vacuna, las personas vacunadas tienen más probabilidades de estar expuestas al virus y contraer una infección irruptiva. Con esto en mente, especularía que debido a las variantes altamente transmisibles, necesitaremos refuerzos periódicos durante los próximos años. Durante ese período de tiempo, el uso de una cepa de vacuna actualizada puede ser prudente porque es poco probable que volvamos a ver la cepa de vacuna original, ya que prácticamente se ha extinguido”.
Sin embargo, según el experto, no se trataría de la primera vacuna que requiere refuerzos periódicos. “Se recomienda que los niños y los preadolescentes reciban cinco dosis de la vacuna DTaP y una vacuna de refuerzo de Tdap como la mejor manera de protegerse contra la tosferina. Por lo general, requerimos refuerzos, con componente Td o Tdap, cada 10 años para preservar la inmunidad. Para algunos patógenos, tener respuestas inmunes preexistentes y preparadas, por ejemplo, en forma de niveles de anticuerpos medibles, es fundamental para la eficacia. Entonces, como los niveles de anticuerpos disminuyen naturalmente con el tiempo, se requiere un refuerzo”, detalló.
Y continuó: “Para otros patógenos, como el virus de la hepatitis B, es probable que completar la serie de tres inyecciones de inmunización brinde protección de por vida, por lo que los niveles de anticuerpos medibles no se controlan de manera rutinaria. Pero, si el riesgo de infección es mayor, por ejemplo, para los trabajadores de la salud, puede ser importante verificar los niveles de anticuerpos al menos una vez y administrar un refuerzo si se encuentra que los anticuerpos son bajos. Entonces, la decisión de impulsar o no impulsar es multifactorial y, en última instancia, se basa en estudios y experiencia”.
Por ahora, el mismo antígeno proteico de pico de SARS-CoV-2 se usa para la vacuna y los refuerzos. Sin embargo, existe la posibilidad de que, con el tiempo, la proteína de pico del SARS-CoV-2 cambie de forma o mute lo suficiente como para requerir un refuerzo con un antígeno de cepa actualizado para preparar el sistema inmunológico para reconocer el virus mutante. “Este escenario sería más parecido a lo que se hace con las vacunas contra el virus de la influenza estacional cada año, aunque pensamos más en las vacunas contra la influenza como vacunas de cepas iguales en lugar de refuerzos periódicos”, finalizó Jonathan Abraham, de la Facultad de Medicina de Harvard y especialista en enfermedades infecciosas del Hospital Brigham and Women’s.