Putin y su habilidad para llegar a públicos antagónicos
El ruso ofreció una maratónica ocnferencia de prensa en la que combinó reflexiones polémicas, referencias históricas, anécdotas personales, ironía, algo de humor y mensajes claros y directos
En las jornadas posteriores, los canales de TV y diarios tienden a reproducir al Putin que más le conviene para su público y líneas editoriales.
Por ejemplo, en los medios argentinos y de la región que se orientan a visiones de izquierda y anti EEUU, se enfatizó en su dureza respecto al eventual avance de la OTAN en Ucrania y el unilateralismo de los EEUU en diversos temas internacionales.
Pero poco o mejor dicho nada se reprodujo de las duras críticas de Putin a los que niegan el rol central de la biología para definir que es un hombre y que es una mujer.
Ni su lapidario comentario sobre la responsabilidad de Lenin en debilitar la unidad geopolítica de Rusia.
Cabe imaginar qué hubiese pasado si otro mandatario, de un país occidental, democrático y de buenas relaciones con EEUU, hubiese vertido esos mismos comentarios sobre la sexualidad.
Por esas paradojas de la historia, el espacio de izquierda en la Argentina, que desde el 2003 el kirchnerismo ha tratado de ocupar y hegemonizar como ropaje ideológico a sus acciones, tienden a ser los mejores alumnos y difusores del poderoso movimiento cultural posmoderno Woke. El mismo está centrado en las zonas hiperdesarrolladas y pos modernas de la costas Este y Oeste de los EEUU. Áreas que han sido claves contra la ofensiva cultural del populismo nacionalista encarnado por Trump desde el 2016.
El movimiento Woke, se caracteriza por visiones que le otorgan un rol central a la autopercepción al momento de definir la sexualidad, hipergarantista o abolicionista en materia de seguridad y consumo personal de drogas. También se caracteriza por hacer una intensa revisión histórica evaluando con categorías políticas y morales del siglo XXI sobre referentes políticos, sociales y militares de los siglos pasados. Acompañado por fuertes campañas para derribar monumentos, cambiar nombres de instituciones, etc. Poniendo también el tema de la raza como un tema central, en donde el hombre blanco descendiente de europeos pasa a ser el culpable de todos los males.
Desde ya, cuando uno ve las marchas y activistas del movimiento cultural Woke, en su amplia mayoría son hombres y mujeres blancas descendientes de europeos. Por esas vueltas de la historia y sus paradojas, los sectores que en la Argentina y otros países de la región buscan encarnar posturas políticas e ideológicas confrontativas con los EEUU, son disciplinados propagadores de éstas posturas que emanan del poder cultural de la superpotencia. La cual, con mayor o menor nivel de contradicción logra combinar la exportación de esa doctrina pos heroica y ahistórica que representa el Woke, con una inmensa masa crítica de la sociedad estadounidense que conserva y cultiva tradiciones nacionalistas, del culto a la fuerza y a la religión.
Elementos claves para la perdurabilidad de una superpotencia militar con responsabilidades globales. En la visión de Putin, esa cultura Woke no es otra cosa que un instrumento del poder imperial de Washington para debilitar y quebrar valores nacionales, morales y religiosos de Rusia y otros países. Quitándoles más y más el componente de patriotismo y heroísmo que necesita la dura competencia entre los Estados.
Por otra parte, si uno observa los medios de prensa argentinos e internacionales que mantienen visiones pro EEUU y criticas a la izquierda y al populismo anti democrático y anti occidental, veremos que se subraya y se elogian las visiones de Putin en materia de defensa de la religión, una visión tradicional sobre la sexualidad y el genero, la familia, el derecho del niño por nacer y sus criticas a Lenin y su comunismo como factor que debilitó la unidad de Rusia.
Por todo lo dicho, esas poco más de cuatro horas de Putin hablando mostraron esa capacidad del mandatario ruso de generar empatía con públicos tan diversos y antagónicos. Un elemento de poder blando con que viene contando Moscú en los últimos largos años. Cuando algunos, con razón, hablan de las debilidades rusas por depender para su progreso de la venta de materias primas como gas y petróleo, su baja natalidad, parcialmente corregida en los últimos años por una intensa campaña oficial, un PBI inferior a países como Italia y Brasil y un presupuesto militar que es una doceava parte de de los EEUU, siempre sobre la mesa se pone para moderar esos comentarios sus 5000 cabezas nucleares, la calidad de sus servicios de inteligencia, el alto nivel educativo promedio de su población y, también, ese poder blando que Putin ha sabido ir montando en todo éste tiempo.
Quizás en varias mesas navideña en Argentina y en el mundo un izquierdista de la movida Woke se haya encontrado elogiando a Putin junto algún familiar o amigo conservador y tradicionalista. Desde ya por diferentes cosas, pero convergiendo en la figura del Tzar 2.0.