Por qué no hay que esperar a tener sed para tomar agua
Cuáles son los grupos más vulnerables a la deshidratación en los días más calurosos. Ocho medidas preventivas para tener en cuenta
Y si bien durante todo el año es importante mantenerse hidratados, durante los próximos meses en especial es necesariamente importante el consumo de agua para evitar la deshidratación.
“Considerando las temperaturas en esta época del año, es importante hidratarse correctamente para prevenir un golpe de calor. Es conveniente tomar más líquido del habitual, sin esperar a tener sed para hidratarnos, prefiriendo siempre el agua segura frente a cualquier otro tipo de bebidas”. Josefina Locatelli es licenciada en Nutrición (MP 4095) e integrante del Colegio de Nutricionistas de la Provincia de Buenos Aires, y recomendó beber, a lo largo del día, al menos dos litros de líquidos, sin azúcar, sin edulcorantes, preferentemente agua potable.
Es que más de la mitad del peso corporal de una persona proviene del agua. Entonces, si estos niveles están bajos, puede aparecer la deshidratación de diferentes maneras. Su forma leve puede causar cansancio, dolor de cabeza y afectar el estado de ánimo y la concentración.
Si no se bebe el suficiente líquido, es posible que se tenga sed y que la boca se sienta seca o pegajosa. Es probable también que no se orine con mucha frecuencia, menos de cuatro veces al día, que la cantidad de orina sea mínima y que esté oscura o tenga un olor fuerte. La persona deshidratada puede sentirse mareada o aturdida y puede desmayarse.
Los especialistas coinciden en no esperar a tener sed para hidratarse. Sin embargo, las necesidades del agua varían a lo largo de la vida y se incrementan ante situaciones como el estrés crónico, la actividad intensa, el ejercicio físico, temperaturas extremas de mucho calor, la fiebre, la pérdida de agua por vómitos y/o diarreas, la diabetes descompensada, entre otras.
Al respecto, la licenciada en Nutrición Érica Bianquet (MP 1282) aclaró que “el agua se encuentra en distintas proporciones en algunos alimentos como por ejemplo las frutas y verduras”, sin embargo también advirtió que “hay que tener en cuenta que sustancias como la cafeína y el alcohol aumentan las pérdidas de agua por orina, debido a su efecto diurético”.
Así, los requerimientos de líquidos deben ser cubiertos priorizando siempre el consumo de agua segura. “En caso de no contar con agua corriente, podemos convertir en agua segura el agua de otras fuentes, como pozo, aljibe, o cisterna, entre otras, colocando dos gotas de lavandina por cada litro de agua, y dejándola reposar por 30 minutos”, agregó la nutricionista.
Los grupos más vulnerables a la deshidratación son los adultos mayores, las embarazadas y los niños y niñas pequeños, ya que en ellos la señal de alarma de la sed está disminuida. Tanto con los adultos mayores como con las infancias es fundamental insistir para incorporar el hábito de la ingesta adecuada de agua, ya que cuando sienten sed generalmente suele ser tarde y ya hay un grado de deshidratación.
“Una botella cerca de los lugares de descanso de los adultos mayores puede ser útil a la hora de que ellos puedan dimensionar cuánta agua toman en un día”, explicó Bianquet, al tiempo que aconsejó “que la ingesta sea principalmente por la mañana, mediodía, tarde y no tanto por la noche para que puedan descansar bien sin necesidad de levantarse para ir al baño”. A los niños y niñas, es fundamental “darles un mensaje claro y concreto sobre la importancia que tiene el agua en su cuerpo”, además de “la disponibilidad de agua segura en la mesa y lugares accesibles a ellos”, indicó Locatelli.
Últimamente, algunas “dietas exóticas” sugieren evitar el consumo de agua en las comidas para disminuir las posibilidades de aumentar de peso, a lo que Bianquet señaló: “El agua no aporta calorías, no engorda y se puede tomar antes, durante y después de las comidas. Si se toma mucha agua durante una comida es posible que la digestión suceda de manera más lenta debido a que los jugos gástricos se diluyen en el agua, lo que podría provocar una sensación de pesadez pasajera pero de ninguna manera un aumento de peso”.
Y si de realizar actividad física se trata, la alerta debe estar más encendida incluso, ya que durante el ejercicio se libera energía, y también se pierde mucho líquido a través de la sudoración. Ese sudor que se evapora, favorece al mantenimiento de la temperatura corporal. “Si hacemos un paralelismo con un auto, hace que no se recaliente el motor. Por lo tanto la principal función que cumple el agua durante el ejercicio es la de enfriamiento corporal, pero si no se reponen de manera adecuada los líquidos perdidos puede llevar a la deshidratación”. Así lo explicó de manera sencilla la licenciada en Nutrición y especialista en Nutrición Deportiva Karen Cámera, quien remarcó que “durante un ejercicio intenso (y más en verano, con temperaturas elevadas) el 99% del agua que se gasta, es a través del sudor”.
Es por eso que resulta fundamental hidratarse bien antes, durante y después de la práctica deportiva; porque en el cuerpo debe haber un equilibrio entre el líquido que se consume y el que se elimina.
Según Cámera, “la deshidratación es una de las principales y más comunes causas de fatiga en el ejercicio, aunque también es una de las más prevenibles”.
Frente a los días de calor y al aumento de la temperatura sobre los 30 grados centígrados, el Colegio de Nutricionistas de la Provincia de Buenos Aires reforzó algunas medidas preventivas que deben ser tenidas en cuenta. A saber:
- Tomar agua segura con frecuencia, aunque no se sienta sed.
- Moderar el consumo de bebidas con cafeína o alcohol ya que pueden hacer perder mayor líquido corporal.
- Prestar especial atención a bebés, niñas y niños pequeños, adultos mayores y personas con enfermedades que puedan agravarse con el calor y la deshidratación.
- Permanecer el mayor tiempo posible en lugares frescos, a la sombra o climatizados, y refrescarse cada vez que uno lo necesite.
- Moderar la actividad física y evitar practicar deportes al aire libre en las horas más calurosas, luego del mediodía.
- Usar ropa ligera, holgada y que deje transpirar.
- Hacer comidas ligeras que ayuden a reponer las sales perdidas por el sudor, como son las ensaladas, frutas, verduras y jugos, entre otras.
- Consultar al médico ante síntomas que se prolonguen más de una hora y que puedan estar relacionados con las altas temperaturas.