Medio Madrid vale media Liga
Dos goles de Benzema, el primero monumental, en los primeros siete minutos vuelven a disparar al Madrid. El Athletic peleó hasta el final.
Valverde y Camavinga por Modric y Casemiro, que han salido en las mejores fotos del equipo en los últimos años. Física por química en el Madrid en un día difícil, porque hay pocos estadios más participativos que San Mamés y pocos equipos más aplicados en la presión alta que el Athletic, equipo de esfuerzos cortos. Para darle marcha al partido Marcelino cambió a cuatro de los que le ganaron al Betis en remontada que los hinchas vivieron como heroica. Y a la heroica se vio arrastrado desde el minuto 3, víctima de un gol que no existía, un toque de varita de Benzema que entró por preciso y por inesperado. Recibió en corto de Kroos cerca del vértice del área y tiró de intuición: metió una rosca de primeras al palo peor protegido por Aguirrezabala y ahí acabó todo. Cogió de sorpresa al público, al Athletic y a los otros diez madridistas sobre el campo.
El error de Unai Núñez
Eso es lo que distingue a Benzema, el delantero más multidisciplinar del momento. Porque de un tanto de mediapunta clásico saltó al de un cazagoles. Unai Núñez fue a meter el pie y metió la pata ya dentro del área del Athletic y habilitó al francés, que también se ha especializado en no dejar desperdicios en la zona. Aplicó un remate raso e imparable.
Fue una salida de purasangre la del Madrid en cuanto olió que aquello se jugaría a campo abierto. A diferencia de su juego en las últimas victorias, aquí no partió calculadora en mano. Tampoco el Athletic, un equipo cuyo orgullo no cabe en La Catedral, independientemente del momento, la plantilla, el entrenador y hasta la estación del año.
En la dinámica del partido le metió otro supergol, de Sancet, el relevo de Raúl García, cuyo remate colocadísimo al borde del área se volvió imposible para Courtois. Todo en diez minutos de gran estruendo, a la altura de este clásico centenario. Volvió a haber Athletic y volvió a haber partido.
El riesgo de Camavinga
Llegado el momento de hacer el primer balance de daños, el Athletic lamentó la baja de Íñigo Martínez, el jerarca de su defensa. Y el Madrid se sintió preocupado por la falta de contención de Camavinga, varias veces al borde de una amarilla que en el puesto que ocupó a menudo se vuelve crítica. Para la plaza de pivote se precisan pulmones, vocación y oficio. El francés está sobrado de lo primero, no está probado lo segundo y anda lejos de lo tercero. En definitiva, es peligrosamente incompleto.
La hemorragia de goles no detuvo el partido porque el Athletic juega a esto, a cargar de ritmo los duelos, más si va perdiendo. Y el Madrid encontró espacios, donde mejor se maneja porque tiene futbolistas para ello y por su tradicional déficit de paciencia. No se le recuerda un momento de tiquitaca en los últimos años. En una de esa salidas tuvo Hazard el tercero, pero equivocó el último pase, su especialidad. Aún le cuesta pasar de tercera, pero ha dejado el mensaje de que tiene remedio. El Athletic amagó con disparos lejanos porque no fue capaz de alimentar a Williams, un gran delantero al que no le cuadra el promedio de gol por kilómetro. Minimizarle a él y a Muniain, que ya no es la estrella del equipo, sino su jefe de personal, fue el éxito del Madrid en la primera parte. El del Athletic, reducir a casi nada a Vinicius.
En la segunda mitad cambió el clima. El Madrid salió a protegerse con la pelota, con una posesión tan abusiva como falta de eficacia. Ayudó que el Athletic le presionara tarde y mal. Esa es la última versión del equipo de Ancelotti, que pone un ojo en el marcador y otro en la aguja del combustible. Mira a largo plazo y se arriesga en el corto.
La resistencia blanca
Fue Marcelino quien decidió cambiar el guión con Nico Williams, casi tan supersónico como su hermano, para buscarle al Madrid por la derecha. También tiró de Raúl García, ante un rival que le agiganta. Curiosamente, el equipo de Ancelotti también funcionó mejor por la derecha, con el tambor de Lucas Vázquez y el violín de Hazard, aunque se le contabilizasen pocos progresos. De hecho, el Madrid comenzó a flaquear. Nico Williams no aprovechó un regalo de Lucas. Ya perdió algún tren de ese estilo en el Bernabéu. Y San Mamés, el verdadero león, le mandó un mensaje optimista al equipo.
Ancelotti optó por la resistencia épica. Miró al banquillo y se deprimió. Así que no tocó nada hasta muy al final, cuando metió a Mariano e hizo debutar al canterano Peter (¿qué demonios pasa con Blanco?), mientras el extenuado once del inicio se entregaba a un sufrimiento extremo. Con todo, Aguirrezabala le quitó un gol a un buen Hazard y otro a Kroos. Courtois se lo negó a Nico Williams. Y el partido acabó tan a lo grande como empezó.