GRUPO B | PORTO 1 - ATLÉTICO 3 / Nunca dejéis de creer

Milagro del Atleti, que goleó en Do Dragao y estará en octavos. Griezmann, Correa y De Paul, goleadores. Carrasco y Wendell, expulsados. Gol de penalti de Oliveira.

Patricia Cazón
As
Goool. De entre la lluvia emergió ese grito, goool, para caer sobre O Dragao como una sentencia. Goool. Un futbolista rojiblanco de rodillas, puños al cielo. Goool. El 0-2. El final de una contra lanzada por Grizi y resuelta por Correa. El Atleti del Cholo de vuelta en el momento justo, aquí y ahora, para abrazar la Champions como ese poema de Kipling: “Si puedes seguir creyendo en ti mismo cuando todos dudan, adelante, adelante”. Adelante. A octavos.

Noventa minutos antes, saltaba a la hierba con tres centrales aunque puro sólo tuviera uno (Hermoso), franqueado a la derecha por Vrsaljko y a la izquierda por Kondogbia, carriles para Llorente y Carrasco. Un once inesperado donde el Cholo buscaba que sus futbolistas fuesen hombres, no nombres. El partido era para eso, la noche. Saltó con ritmo, anticipaciones. Conceição, mientras, tenía a todas sus dudas de corto, Grujic, Pepe y João Mario. Con presión altísima, y alguna patada afilada ya, para rebajar el ímpetu rojiblanco. Se jugaban lo mismo, la vida, la Champions, también en estos 90'.

Un tirón atrás dejaba, en el 10', al Cholo sin Suárez, que se iba entre lágrimas, desolado. Cunha ingresaba en el partido con el gesto de serio de quien va a la guerra a ganarla. En ese momento, a la velocidad de un caballo al galope, aparecía Carrasco. A un rival le hizo un caño, a otro, una bicicleta, al tercero, un roto. Pero Griezmann no llegó a su centro raso y Llorente, que sí, forzado, lo lanzaba fuera. El partido entraba en otro estado. Le subió el volumen la radio. Un gol que venía de San Siro. Del Milan. El corazón detenido. Al Porto ya no le valía lo que en O Dragao ocurría. Se abalanzó sobre el Atleti. Un Atleti que se dispuso a achicar balones, agua y embestidas, incapaz de salir de su área. Pero cuando más oscura se ponía la noche apareció una figura. Venía de verde, con guantes milagros, agigantada. Era San Jan. Porque ayer Oblak sí fue Oblak. Vio venir la tormenta, se sopló los dedos y a parar. Sacaba por bajo un tiro de Luis Díaz que traía el infierno, estaba en todas partes.

Su equipo no carburaba, no respondía, fundido en la sala de máquinas. Lemar, Koke y De Paul superados, sobrepasados en físico y fútbol, lentos, incapaces de ganar un balón dividido. Para Conceição bailaba Vitinha, para el Cholo, sombras. Lo mejor que le pasaba se lo regalaba Klopp: gol de Salah. Todo volvía al principio. Si el Atleti marcaba, estaba en los octavos. Grujic buscaba a Oblak por última vez, antes del descanso, con un balón a las manos.

Cuarenta y cinco minutos para la heroica

El Porto era el clasificado cuando el partido regresó, aunque todo siguiera 0-0. El Atleti tenía 45' para la heroica. Aunque al inicio continuara lento y sin acierto, los centrales atascados, sólo sujeto a los milagros en los dedos de Oblak. O en la pierna. Esa que sacó para repeler un trallazo cruzado de Taremi y evitar el gol. Poco después, como tantas otras veces en la historia cholista, una capa hondeó en un córner. Era de Griezmann, para pintar la noche de resiliencia y volver a hacer futbol el nunca dejar de creer. Taremi peinó la pelota hacia atrás, donde esperaba el francés con la zurda preparada para cortarle la cabeza al dragón. Gol, delirio, kilos de miedo exhalados. Y de la radio brotaba otro gol. Del Liverpool. Cunha pudo ampliar la ventaja con una jugada en la que se fue por potencia y picó sobre el portero, pero Pepe salvó sobre la cal.

El Porto abría la mano y se le había ido la Champions. Enmarulló el partido, que se llenó de bronca. La mecha la encendió Otávio al pisar a Carrasco que respondió desmesurado, roja. Pero ahí estaba Diego Cunha Costa para equilibrar y sacar de Wendell un manotazo similar. Roja. De nuevo diez contra diez. Y quince minutos consumidos en un reloj que corría para el Atleti.

Conceição introducía cuatro cambios, frescura. Pero todos se topaban dos escobas, Kondogbia y un Vrsaljko sobresaliente. Mientras, Correa buscaba contras como la que le lanzó Grizi para sellar los octavos, aunque el partido no terminara ahí sino con un gol de De Paul que lo redondeó. Y que no importara qué dijera la radio en San Siro. Y que no importara, tampoco, el último estertor del Porto: un penalti que Hermoso hacía y Evanilson marcaba. Daba igual. De la lluvia hacía seis minutos que ya había emergido ese grito, goool, abrazado a los octavos. Y que siga esa música para el Atleti. The Champiooons.

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