El Madrid choca contra un muro
El equipo de Ancelotti fue incapaz de superar la ordenadísima defensa del Cádiz. Buenos detalles de Hazard en la segunda mitad.
El brote de COVID vino a ser una especie de conjunción planetaria que devolvió a Hazard al mundo de los vivos. Antes del contagio masivo en la plantilla, lo último que se supo de él fue una gastroenteritis que le paró tres partidos y dio que hablar. Pero sin lesión mediante, Ancelotti fue escondiéndole en el fondo del armario, a la cola de aspirantes del único puesto sobre el que admite el debate. Otra cosa es que la vacante le caiga como un guante, que no es el caso. Como es lo que hay y Ancelotti no quiso regalarle una banda al Cádiz, metió a Lucas Vázquez como lateral derecho kilométrico. Eso concedía cierta libertad de acción al belga, que espabiló con los minutos.
En la cabeza de Ancelotti estaba que el Cádiz no es de asaltar sino de esperar. De esperar exageradamente, con diez obligados (o condenados) a defender y Choco Lozano de explorador en punta. Le va mejor que otro dé el primer paso, el segundo y el tercero. Por ahí se explica que sus dos únicas victorias hayan llegado a domicilio. Su plan fue evitar un Madrid a la carrera a base de achicar la superficie útil del partido y no equivocarse en la salida de pelota. La primera vez que lo hizo, Vinicius estuvo al borde plantarse ante Ledesma. Así que se corrigió de inmediato y le preparó al Madrid un partido muy poco amable.
Casemiro, al borde de la roja
El Cádiz fue fiebre amarilla para el equipo de Ancelotti. Dobló la guardia en las bandas, especialmente la de Vinicius, rodeó a Benzema, no quiso que el rival se le metiera en área y hasta jugó con cierta impaciencia del Madrid. El primero en saltar fue Casemiro, que mereció la roja por una entrada por detrás a un Iván Alejo en fuga. La amarilla, castigo leve, le impedirá jugar en Bilbao. Álvaro Cervera llevó al Madrid al terreno que menos le convenía, al del centro lateral, que nunca es primera opción. No hay ni gota de gracia en este Cádiz. Cree que de esta se sale con orden y sin concierto. Cuanto menos pase en un partido, mejor para él. La cuestión es hacer pocas cosas, pero bien.
Eso y los disparos lejanos fueron las únicas ocurrencias del Madrid antes del descanso. Pellizcos de monja, aunque dos zapatazos lejanos, de Mendy y de Valverde, este último con estirada plástica de Ledesma, estuvieron cerca de hacer blanco. El Madrid debe empezar a plantearse ya el día después de Modric, que blanquea partidos así porque es el único centrocampista de la plantilla capaz de saltar líneas. Y en medio de aquel puré táctico, Hazard, cuyo sigilo en el juego roza la invisibilidad. Ni un desborde, ni un disparo, ni un pase filtrado hasta el comienzo de la segunda mitad. Entonces sí escapó de la extrema vigilancia gaditana sin culminar un pase de la muerte ni un cabezazo posterior a envío excelente de Kroos. Algunos buenos momentos que pueden sacarle de su condición actual de jugador del montón. Y estos no caben en equipos de primera fila. Menos aún con su sueldo.
El Madrid se fue al descanso con peor ánimo del que entró. Su 82% de posesión fue papel mojado. Ese es el éxito del Cádiz, confundir al adversario hasta hacerle perder la fe y la paciencia. No es telegénico, pero a veces funciona.
Negredo perdona
De la caseta volvió un Madrid más imaginativo en su intento de salir del laberinto, convencido ya de que solo sería posible con el juego en corto hasta pisar área, donde debía resolverse todo. Vinicius comenzó a escapar de su jaula, Benzema se hizo sitio en el partido, Hazard sacó algunos detalles de ese juego preciso entre líneas que le trajo al Madrid. Todo muy espaciado, sin la continuidad que se le supone a un asedio.
A veinte minutos del final, Ancelotti tiró de Jovic. Donde antes había un fantasma ahora hay un plan B. Con el serbio el Madrid se reconfiguró en un 4-2-4 que en teoría debía volverle más ancho y más amenazante en el juego aéreo. También más vulnerable. El cambio de dibujo trajo la primera ocasión del Cádiz, una buena contra de Sobrino mal rematada por Negredo.
A partir de ahí el Cádiz ya no tuvo más orden que colgarse del larguero. Todo sucedió ya en su área. Alaba se fue a la izquierda buscando una rendija donde no la había. El Madrid empezó a iluminarse cuando ya no había tiempo. Ledesma rechazó un remate de Kroos, Fali y Cala metieron su cabeza a todo lo que llovió, Jovic no atinó ni con la cabeza ni con el pie, Benzema pidió un penalti que pudo ser pero cuya intensidad no dio para que alzara la mano el VAR. Nada resultó. Así que la ventaja mengua. No con sus rivales tradicionales (Atlético y Barcelona), pero el Madrid queda obligado a mirar al sur cuando parecía que sólo miraría al tendido.