Un equipo a la deriva: el análisis del empate de Boca
Battaglia lo hizo: a una semana de la final de la
Copa Argentina, Boca no tiene equipo y está fuera de la Libertadores
por tabla anual. Volvió a armar mal el 11 inicial y cuando reaccionó ya
era tarde.
Antonio Serpa
TyC
Una mirada simplista podría concluir que a Boca
le faltó el gol. También, que el azar esta vez jugó en contra del
equipo, con los palos complotados para negarle dos veces en dos minutos
lo que podría haber sido el triunfo. Alguien podría elogiar el ojo de
Battaglia, sus cambios certeros para modificar un partido que le era
esquivo. Pero todo eso, que es verdad, viene después. Lo primero que hay que decir es que Boca no ganó el partido, una vez más, por culpa de su técnico.
Y si Boca se llega a quedar fuera de la Copa Libertadores, él será uno
de los grandes responsables junto con aquéllos que le dieron una
responsabilidad para la que no está preparado. La Primera de Boca no es
para cualquiera. Y no hay que mezclar los tantos: Battaglia podrá ser
el jugador más ganador de la historia del club (sin entrar en la
discusión sobre cuántos de esos torneos realmente jugó), pero eso no le
da credenciales para ser el técnico del equipo más grande del país y uno de los más grandes del mundo.
Si Boca es un club por naturaleza autodestructivo, acaso
Battaglia sea el mejor exponente de esa característica. Lo que hizo con
el equipo no tiene ninguna explicación racional posible. Ya había
dado un paso en falso contra Independiente, con la discutible decisión
de meter siete cambios con respecto a una formación que había hecho dos
buenos partidos, y contra Newell's repitió el error. El 11 inicial fue
cuanto menos sorpresivo. Otra vez un 4-3-3 que ya ha dado muestras
suficientes de que no funciona, acéfalo de conducción: ni Almendra ni
Ramírez son primera guitarra, y Salvio y Zeballos son dos gambeteadores
que pueden desnivelar en el uno contra uno y generar peligro con
desbordes pero que no están para armar juego. Qué hicieron Villa y
Cardona para perder sus lugares es algo inexplicable (si es por
inconducta, ya los deberían haber echado, pero ambos fueron sobreseídos).
Cuándo Pavón pasó de ser titular al cuarto en la lista de los extremos,
tampoco se sabe. La única variante lógica de las tres que metió el DT
respecto de los que firmaron planilla el domingo pero se ahogaron en la
orilla es el de López por Zambrano -que jamás hizo nada para ganarle el
puesto.
Ese Boca que terminó acorralando a Newell's con Villa, Pavón, Vázquez
y Cardona, metiéndole tres situaciones claras en seis minutos, había
sido una caricatura de sí mismo un rato antes. La bicicleta de Zeballos
se convirtió en triciclo (no ganó una) y a Vázquez jamás le llegó la
pinchadita. Salvio apenas pudo desequilibrar con un cabezazo. Y lo más
claro de un primer tiempo oscuro terminó siendo Fabra por habilidad y
potencia. Le faltaron sus habituales socios/compatriotas. Y en este
punto, por si quedaba alguna duda, Cardona demostró en 20 minutos que
el equipo tiene una absoluta dependencia de su fútbol. Más allá de lo
que el club haga con él después de fin de año, mientras esté y se
muestre con este nivel y compromiso, debe ser titular. Lo de Villa es parecido, sobre todo hasta que Salvio vuelva a reconocerse cuando se mire al espejo.
A una semana de la final, Boca no tiene certezas. Ni tiene un equipo titular. Y tampoco tiene un técnico confiable.
El camino más seguro a la Copa era la sumatoria de puntos en este
torneo, y así como en su momento Battaglia había recuperado en la tabla a
un equipo hundido, ahora volvió a sumergirlo con sus dudas, con sus
errores, con su criterio difuso, con su falta de experiencia y -dicen
puertas adentro- con su carencia absoluta de liderazgo. Su Boca es,
hoy, un equipo a la deriva que sacó un punto de los últimos seis y
depende de otros para clasificar en la tabla general. ¿Puede salir
campeón de la Copa Argentina? Claro. A un partido, puede pasar cualquier
cosa. Pero eso no genera ninguna ilusión. El futuro es incierto,
irreal, una ficción lejana. Una ruleta rusa con demasiadas balas en el
tambor.