Un empate de los duros

El Atleti desperdicia en Mestalla una ventaja de dos goles. Doblete de Duro para la locura de 3-3. Antes habían marcado Savic (autogol), Griezmann, Suárez y Vrsaljko.

Patricia Cazón
As
Griezmann, que había salido en toda foto hasta el momento, también estuvo en esa. Un derribo a Guedes, el reloj en el 95' y el terror subiendo por la espalda del Cholo como araña de gélidas patas. Porque el Atleti, que había dominado plácido la última media hora, con dos goles de ventaja, de pronto veía que el Valencia le podía empatar. Que Hugo Duro ya había acortado en el 92'. Que sólo le quedaba un gol. Y los siete de añadido eran un rugir en Mestalla. El aire lleno de 'y sis'. Insoportable para los rojiblancos. Irrespirable. Guedes colocaba la pelota en el suelo tras la amarilla al francés. El golpeo, justo, exacto, voló al área de Oblak para encontrar la cabeza de Duro, que había despistado a Savic entre el bosque de hombres. 3-3. Delirio che. Durísimo empate para el Cholo en Mestalla, que le deja la boca llena de hiel. Lo mismo da Felipe que Savic. Para encontrarle al Atleti solidez hay que irse al museo. Y ver fotos de Diego Godín.


En realidad los presagios estuvieron ahí desde el inicio, aunque Simeone no los viera. No había llegado el reloj al cinco y el Atleti, durante un instante, se creyó aún en Liverpool. Con un hombre menos. El brazo de Trippier en cabestrillo tras caer a plomo sobre el hombro en una carrera con Helder. Un Atleti que repetía el once ante el Betis, por eso de lo que funciona mejor no tocarlo. Simeone apostaba por Correa y no João. Por Grizi libre a la espalda de Suárez. Por Savic. Y a ver si con él se acababan las goteras. Enfrente, Bordalás salía con ese Valencia 2.0 que se vio ante el Villarreal. Con todos los centrocampistas que tenía para alejar a Suárez del área y llenar de piernas los pasillos interiores.

El Atleti llegaba sin convertir el dominio en ocasiones. Foulquier un frontón, la hormigonera de Bordalás a pleno rendimiento. Ni los cambios constantes de juego de De Paul le encontraban, de momento, una grieta. Un De Paul que saludaba Mestalla cinco años y decenas de tatuajes después. Aquel De Paul que fue suyo, extremo gris, y que ya no reconocía en ese medio omnipresente. Todo pasaba por él. Con aperturas, pases, pelea. Tratando de cambiar la velocidad del juego en ese empacho de balón que Bordalás le regalaba a Simeone. Era arriesgado. Fue sólo cuestión de tiempo que la idea le estallara ante los ojos.

Griezmann y Correa tunelaron a la espalda de Guillamón para hacerle un sombra aquí-sombra allá. Grizi desorientó a Diakhaby y creó el espacio. Correa se giró para iniciar una nueva jugada: dos segundos después la pelota iba en el pie de Suárez. El charrúa se quitó de encima a ese Diakhaby que es moneda al aire para disparar toda su pólvora sobre Cillesen. El balón entró en la portería tras besar poste. 0-1. El Valencia ahogado en su propio corsé.

Otro partido comenzó tras el reposo. El Valencia empataba a los cinco minutos. Con el infortunio cayendo sobre el mejor defensa del Cholo: Savic enviaba con la cadera a la red el rechace de Oblak a un disparo de Guedes. No le dudaría, sin embargo, la sonrisa a Bordalás. Su Valencia había dejado de regalar el balón y alrededor de éste, crecía. Pero Griezmann en un chascar de dedos le robaría una pelota a Guillamón y, con ella cosida a la bota, correría hacia Cillessen tatuándole, de camino, otra cruz en la frente a Diakhaby. Al llegar al área, se sacó la capa: su zurdazo volaría como teledirigido, en un vuelo perfecto a la red. 1-2. Y aún le quedaría otro golpe. Porque Griezmann había convertido Mestalla en su jardín y lo llenaba de confeti. Había dado un gol, otro lo había metido y ahora le pondría un balón a Suárez que, en un remate en escorzo de Vrsaljko, en la línea, acabaría de nuevo en la red, dos minutos más tarde. En inicio no subió al marcador, pero tras pasar por la lupa del VAR, hubo llamada al árbitro. No había ni fuera de juego ni manos. Era legal. 1-3. La sonrisa en Bordalás ya era rictus. Faltaba media hora. El Atleti sólo debía saber administrar su ventaja.

No sufrió con ese balonazo de Wass al travesaño. Ni con el disparo de Guedes que obligó a Oblak al milagro por bajo. Hermoso, incluso, se permitía rescatar una pelota que Giménez lanzaba fuera porque De Paul se había quedado dolido en el césped. Simeone guardaba sus cambios. Bordalás hacía un triple en el 85'. Ahí entró Hugo Duro. Cuatro jugadas más tarde, un Kondogbia de flan convertía una contra a favor en contra rival y los presagios que el Cholo no vio se hicieron gol en Mestalla. Duro, minuto 92'. El Atleti ya no supo cerrar su portería. Entonces la falta lateral. Griezmann, Guedes. Y otra vez Hugo Duro metiendo la cabeza en todas las heridas de este Atleti. Para fervor de Mestalla.

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