Un empate de los duros
El Atleti desperdicia en Mestalla una ventaja de dos goles. Doblete de Duro para la locura de 3-3. Antes habían marcado Savic (autogol), Griezmann, Suárez y Vrsaljko.
En realidad los presagios estuvieron ahí desde el inicio, aunque Simeone no los viera.
No había llegado el reloj al cinco y el Atleti, durante un instante, se
creyó aún en Liverpool. Con un hombre menos. El brazo de Trippier en
cabestrillo tras caer a plomo sobre el hombro en una carrera con Helder.
Un Atleti que repetía el once ante el Betis, por eso de lo que funciona mejor no tocarlo. Simeone apostaba por Correa y no João. Por Grizi libre a la espalda de Suárez. Por Savic. Y a ver si con él se acababan las goteras. Enfrente, Bordalás salía con ese Valencia 2.0 que se vio ante el Villarreal. Con todos los centrocampistas que tenía para alejar a Suárez del área y llenar de piernas los pasillos interiores.
El Atleti llegaba sin convertir el dominio en ocasiones.
Foulquier un frontón, la hormigonera de Bordalás a pleno rendimiento.
Ni los cambios constantes de juego de De Paul le encontraban, de
momento, una grieta. Un De Paul que saludaba Mestalla cinco años y decenas de tatuajes después.
Aquel De Paul que fue suyo, extremo gris, y que ya no reconocía en ese
medio omnipresente. Todo pasaba por él. Con aperturas, pases, pelea.
Tratando de cambiar la velocidad del juego en ese empacho de
balón que Bordalás le regalaba a Simeone. Era arriesgado. Fue sólo
cuestión de tiempo que la idea le estallara ante los ojos.
Griezmann y Correa tunelaron a la espalda de Guillamón para hacerle un sombra aquí-sombra allá. Grizi
desorientó a Diakhaby y creó el espacio. Correa se giró para iniciar
una nueva jugada: dos segundos después la pelota iba en el pie de
Suárez. El charrúa se quitó de encima a ese Diakhaby que es moneda al aire para disparar toda su pólvora sobre Cillesen. El balón entró en la portería tras besar poste. 0-1. El Valencia ahogado en su propio corsé.
Otro partido comenzó tras el reposo. El Valencia empataba a los cinco minutos.
Con el infortunio cayendo sobre el mejor defensa del Cholo: Savic
enviaba con la cadera a la red el rechace de Oblak a un disparo de
Guedes. No le dudaría, sin embargo, la sonrisa a Bordalás.
Su Valencia había dejado de regalar el balón y alrededor de éste,
crecía. Pero Griezmann en un chascar de dedos le robaría una pelota a
Guillamón y, con ella cosida a la bota, correría hacia Cillessen
tatuándole, de camino, otra cruz en la frente a Diakhaby. Al llegar al
área, se sacó la capa: su zurdazo volaría como teledirigido, en un vuelo
perfecto a la red. 1-2. Y aún le quedaría otro golpe. Porque
Griezmann había convertido Mestalla en su jardín y lo llenaba de
confeti. Había dado un gol, otro lo había metido y ahora le pondría un
balón a Suárez que, en un remate en escorzo de Vrsaljko, en la
línea, acabaría de nuevo en la red, dos minutos más tarde. En inicio no
subió al marcador, pero tras pasar por la lupa del VAR, hubo llamada al
árbitro. No había ni fuera de juego ni manos. Era legal. 1-3. La sonrisa
en Bordalás ya era rictus. Faltaba media hora. El Atleti sólo debía saber administrar su ventaja.
No sufrió con ese balonazo de Wass al travesaño. Ni
con el disparo de Guedes que obligó a Oblak al milagro por bajo.
Hermoso, incluso, se permitía rescatar una pelota que Giménez lanzaba
fuera porque De Paul se había quedado dolido en el césped. Simeone
guardaba sus cambios. Bordalás hacía un triple en el 85'. Ahí
entró Hugo Duro. Cuatro jugadas más tarde, un Kondogbia de flan
convertía una contra a favor en contra rival y los presagios
que el Cholo no vio se hicieron gol en Mestalla. Duro, minuto 92'. El
Atleti ya no supo cerrar su portería. Entonces la falta lateral.
Griezmann, Guedes. Y otra vez Hugo Duro metiendo la cabeza en todas las heridas de este Atleti. Para fervor de Mestalla.