Tarjeta Rojo
No, esta vez Marcos no tuvo nada que ver. Fue Independiente el que expuso las limitaciones de Battaglia, sus errores, el desconcierto enorme que fue Boca a días de una final. La entrada a la Libertadores, otra vez comprometida.
Difícilmente Battaglia pueda justificar los siete cambios entre el equipo que jugó muy bien contra Sarmiento y el que perdió en la cornisa de los papelones frente a este Independiente modestísimo que le ganó con justicia. El cansancio por la seguidilla no es excusa: Advíncula, que jugó los dos partidos, venía de otros 180 minutos con su selección más los viajes. Hacer semejante movida en este momento, justo cuando empezaba a asomar un funcionamiento vinculado a nombres y esquema, carece de toda lógica. No porque los que entraran no estuvieran a la altura (varios de ellos son pedidos, como Salvio, Pavón o Lichi López), sino porque a tan poco tiempo de una final que puede definir futuros y humores, lo más sensato habría sido darle rodaje a una formación.
Salvo la actuación de López, que volvió a demostrar lo equivocados que están quienes deciden su permanente postergación, Battaglia no puede sumar nada de positivo. Restó en todos los aspectos. Tal vez el más llamativo de los fracasos fue el de Salvio, condenado a una función y a una responsabilidad que desconoce: la de armador, la de enganche. Toto es un jugador de desequilibrio individual acostumbrado a ver la cancha de frente. Puede asistir, claro, generalmente desde un desborde, pero es fundamentalmente uno de esos futbolistas de plata o mierda. Que encaran y pasan o la pierden en el intento. Salvio es casi la antítesis de Cardona, el hombre al que reemplazó, un tipo de pase y panorama. Cómo se le ocurrió a Battaglia hacer algo así es un misterio que tranquilamente podría agregarse a la Biblia (y quedar sin resolución). Cuando el propio Cardona entró -con Vázquez- a arreglar el desastre que había hecho el entrenador, ya era demasiado tarde. Tampoco alcanzaron Villa, Fabra y Ramírez.
Battaglia se complicó solito. Este partido, como el superclásico, entrará entre las zonas rojas a la hora de un balance que también arroja una caída contra San Lorenzo (con los pibes) y un empate ante uno de los peores Racing de los últimos años. O sea: no ganó un solo clásico. ¿Casualidad? No parece. También complicó a Boca, el bueno de Seba. Una actuación así te llena el culo y sus alrededores de preguntas, pero además ahora debe jugar con la presión de números que ya no son tan holgados mirando el objetivo principal, que es la clasificación a la Libertadores. Estudiantes, por caso, quedó a un punto en la tabla anual. ¿Que está la Copa Argentina? Claro. Ahora, ¿usted le confiaría una final a Battaglia? ¿Usted confiaría en un tipo que saca a Pavón antes que a Briasco? ¿Es sólo suya esa decisión? Y a propósito: alguna vez, los hinchas, arrepentidos, hicieron una bandera que decía "Perdón Bilardo". ¿Hará Riquelme, como máxima autoridad del fútbol del club, una que diga "Perdón hinchas" por haber comprado a Briasco?
Si Battaglia se veía fuera de Boca en diciembre, este partido le aclara aún más el panorama. Como dijo Ameal, en una de sus frases más afortunadas de los últimos tiempos, "después de diciembre viene enero". Por ahora, es lo único seguro.