River campeón: la máquina trituradora de Gallardo
Con una actuación inolvidable, goleó a Racing y ganó la Liga Profesional, el título que le faltaba a un ciclo único.
OléCon una actuación inolvidable en un torneo inolvidable, River aplastó a Racing (4-0) con goles de Agustín Palavecino, Julián Alvarez y un doblete de Braian Romero y es un gran campeón de la Liga Profesional. El torneo que le faltaba al exitoso ciclo de Marcelo Gallardo, el tótem que fue varias veces ovacionado por un Monumental en estado de éxtasis.
En un país que se acostumbró patológicamente a dividir todo por dos, que casi que necesita la discordia permanente, quizá River ha logrado el milagro del consenso. Al menos, el futbolero: nadie puede negar que ha sido el mejor en esta Liga Profesional que se ha llevado con inédita holgura. Pues en 99 días alcanzó una metamorfosis impensada, de un equipo prematuramente tumbado al que el almanaque se le había caído encima después de perder con Atlético Mineiro a una versión energizada, artesanal pero a la vez contundente.
La goleada a Racing que permitió que Gallardo levantara el hasta acá imposible pagaré fue de algún modo una alegoría del torneo de River. Un resumen impecable: transitó un arranque irregular, con inoportunos tropiezos e imprecisiones como la jugada de Paulo Díaz que desactivó Armani o los pasajes fuera de timing de Ponzio, al esplendor del cierre del primer tiempo, potenciado en el segundo.
Con una exhibición de lo que terminó siendo morfológicamente el campeón: un equipo con sociedades en velocidad y balón bien orientado a través de intérpretes genéticamente diseñados para jugar en River. De Palavecino para Enzo Fernández, tu grato nombre. De Simón para Julián Álvarez, castigador contundente for export, de proyección Mundial. De Carrascal, de intermitente andar aunque más decisivo que en otros tiempos, a un Romero que festejó un doblete siendo relevo de Rollheiser, otro talento canterano que se ensambló como pieza decisiva.
Racing pudo, sólo en el primer ratito, complicar a un River al que le costó asentarse. Pero luego el cuadro de Gago sólo fue espectador de campo de una reivindicación de lo que el equipo de Gallardo hizo desde que tomó impulso para dar la vuelta olímpica. Que incluso habiendo sufrido 26 bajas, muchas sensibles (Matías Suárez, Nicolás De la Cruz, Enzo Pérez para el cierre del torneo) construyó una resiliencia de manada. Y edificó una esencia, de esas que tanto faltan en el fútbol argento. Uno que por espectáculo no llena a casi nadie, salvo a los de River.