Matías Dituro, el arquero desconocido que se compró una campera con su primer sueldo y, nueve años después, disfruta su revancha en Celta de Vigo

 Tras un largo recorrido y muchos sacrificios, consiguió el éxito en Chile dirigido por Ariel Holan y se ganó una segunda oportunidad en el equipo que actualmente dirige Eduardo Coudet y con el que mañana enfrentará a Barcelona

“No me pongo ningún objetivo más que hacer las cosas bien acá en el club y jugar en la Liga varios años. Estoy muy contento en la ciudad, en el club y la verdad que la gente me ha recibido muy bien. Siempre me ha costado enfocarme en el presente, por eso quiero disfrutar los entrenamientos, tomarme unos mates, los viajes, las concentraciones, que son cosas que me gustan y no me pesan”, le cuenta a LA NACION quien debió hacer varios sacrificios para llegar a cierta estabilidad en el fútbol profesional.

Fue caerse y levantarse varias veces para volver a intentarlo, como cuando decidió ponerle fin a la experiencia en Almagro y volver a Bigand, aun con un contrato a firmar sobre la mesa, porque representaba una carga ya insostenible para un chico que venía de un pueblo de 5200 habitantes. “Había hecho un sacrificio muy grande en esos años en inferiores. Veía a mi familia cada tres meses, era chico y no había redes sociales como para poder comunicarme con ellos. Tenía que buscar la monedita y marcar a la casa de mi abuela porque mi papá no tenía teléfono fijo e intentar coordinar horarios para la siguiente llamada”, explica.

“Hoy los chicos tienen ayuda psicológica y hay mejor infraestructura en inferiores. En ese momento mi papá no se enteraba si una semana comía o no, si en el tren o colectivo me había pasado algo o no. Viviendo en Ciudadela, cerca de Fuerte Apache, vi muchas cosas que en ese momento significaron un gran desgaste”, agrega quien sintió que su carrera comenzaba por fin a despegar cuando disputó una Copa Santa Fe en su regreso al club Independiente, de Bigand.

Allí lo vio un representante que solía estar atento a los nuevos talentos del pueblo y unas semanas más tarde le ofreció contrato en un club que desconocía por completo: Colegio Nacional de Iquitos, de la primera división de Perú. Matías no lo pensó dos veces. “Lo primero que hice fue decirle que sí y después entré a Google a ver dónde quedaba, porque no lo sabía”.

Con solo 37 partidos disputados consiguió fichar por Alavés y partió hacia Vitoria para jugar en la segunda división española. Tras 12 juegos y no conseguir el ascenso, volvió a la Argentina de vacaciones con la certeza de que continuaría en el club, pero en ese breve lapso hubo una reestructuración dirigencial, economía y deportiva y terminó pasando al Celta B. Tampoco resultó una grata experiencia: “Las cosas no me salieron, sentí que no estaba preparado y al cabo de un año terminé rescindiendo”.

Su GPS le ordenaba recalcular y por eso volvió al país para jugar solo 16 partidos entre Douglas Haig y Guillermo Brown de Puerto Madryn, ya que lo esperaba una nueva aventura, en la altura de Cochabamba, pero otra vez debió poner mucho de sí para que ésta fuera una experiencia positiva. “Viví seis meses en un hotel porque en Aurora nos pagaron solamente el primer mes, pero prioricé lo deportivo y seguí entrenando porque sabía que en algún momento la oportunidad iba a llegar”. Y llegó, porque firmó por un club más grande, Wilstermann, y también vinieron los goles: “En los entrenamientos nos quedábamos a practicar, le pegaba fuerte y siempre buscaba darle dirección. Un día hubo un penal para Wilstermann y el ‘Chocho’ Llop no había designado ningún pateador. Crucé la cancha, agarré la pelota, lo pateé y fue gol”. Convirtió cuatro con la camiseta del Aviador y tras buenos pasos por Antofagasta, donde volvió a convertir, y Bolívar, llegó el momento de la estabilidad y la consagración en Universidad Católica de Chile, donde obtuvo un tricampeonato y dos Supercopas.

“Tuve la suerte de haber sido dirigido por Ariel Holan y la mala suerte de no haberlo tenido seis o siete años antes. Ariel me desafió a un estilo de juego que a mí me gustaba muchísimo, el de ser protagonista desde la salida. Me gustaba jugar con los pies pero nunca había visto una estructura tan detallada y mecanizada de lo que tenía que hacer todo el equipo para que el arquero pudiera jugar con los pies. Él me elevó el rendimiento, me hizo entender muchísimo más el juego y fue un año espectacular”, analiza.

Su gran campaña en la Católica y un llamado de Franco Costanzo, ex arquero del club y viejo conocido de Eduardo Coudet de las épocas de River, le volvieron a abrir las puertas de Celta para un préstamo con opción, nueve años después de aquel primer intento. “Franco me llamó y me preguntó si me gustaría que le diera mi nombre al ‘Chacho’, le dije que sí y a los pocos días me llamó el ‘Chacho’ y me comentó todo lo que pretendía de mí y lo que pretendía con el club para esta temporada. Y yo, que ya estaba convencido antes de que me llamara el Chacho, imaginate después”, explica.

–¿Cómo es el trato con él en el día a día?

–Chacho es una muy buena persona. Desde el primer momento que tuvimos esa conversación, fuimos hablando seguido y se puso a disposición de mi adaptación. Y todos sabemos lo pasional que es con el fútbol, cómo lo vive en cada entrenamiento. Eso realmente me llamó muchísimo la atención, me gusta la intensidad con que vive los entrenamientos, con el cuchillo entre los dientes en cada ejercicio que tenemos que hacer. Nos pide que salgamos a ganar independientemente del rival, y eso es por su mentalidad ganadora. Además hizo un trabajo espectacular en el armado del grupo.

Se siente cómodo en esta nueva etapa en Celta. Es que más allá de tener un cuerpo técnico argentino, tiene a otros dos compatriotas en el plantel, Augusto Solari y Franco Cervi, y también a un referente como Iago Aspas. “Iago es uno de los capitanes, gran compañero y es un fanático del fútbol. Capaz que viene al entrenamiento y te dice “Che, Mati, ayer empató la Católica con Unión La Calera” ¿Y cómo lo sabe? Sabe porque le gusta”.

–¿Y qué impresión te causó ?

–Es un crack. Deportivamente es un tipo diferente. Cuando dicen que hay jugadores cuya cabeza va más rápido que la del resto y que ven otras cosas, él es uno de ellos. Y en los trabajos de definición es muy difícil taparle una pelota porque te define de primera, le da mucha velocidad al balón y tiene muy automatizado el golpeo al lado de los palos.

–Se viene Barcelona y no va a estar Messi del otro lado, ¿cómo está viviendo la Liga y el ambiente del fútbol español su ausencia?

–Imaginate que cuando yo fiché por el Celta todavía no se sabía que iba a pasar con Messi. Supuestamente estaba cerrado lo del Barcelona y todos asumíamos que de alguna manera se iba a arreglar, aun sabiendo la interna del club con el fair play financiero. Y cuando finalmente no se pudo hacer, caí en la cuenta de que ya no iba a jugar contra Messi. Me hubiese encantado enfrentarlo. Y bueno, todo lo que generaba para la Liga ha quedado a la vista.

No tener enfrente al mejor del mundo este sábado le despierta a Celta la ilusión de obtener esos tres puntos que le permitan trepar un poco más en la tabla y empezar a acomodar un flojo comienzo de temporada, ya que está decimoquinto con 11 puntos. Barcelona, sin Leo y a la espera de Xavi Hernández para ser su DT y apagar el incendio, está noveno, pero solo con cinco puntos más que el equipo de Coudet. Las estadísticas de Matías Dituro, admirador de Ederson Moraes, Ter Stegen y Willy Caballero, también invitan a hacerlo realidad, ya que está primero en penales atajados (3/4), segundo en vallas invictas (6), tercero en atajadas (37) y único arquero hasta el momento en aparecer tres veces en el 11 ideal de La Liga.

–¿Sentís que con buenas actuaciones en España podés ser otro “desconocido”, como Dibu Martínez, y así llegar a la selección?

–Es el sueño más grande de mi vida. Sería un orgullo enorme poder ser citado a la selección, sea para un partido oficial o un amistoso, aunque me toque ver el partido desde afuera. No le cierro las puertas a ese sueño.

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