La cancillería saudita responsabiliza a Hezbollah por tráfico de drogas, el conflicto en Yemen y la crísis libanesa
Riad asegura que el grupo terrorista, financiado y armado por el chiísmo iraní, es una organización hegemónica, sectaria, delictiva y un elemento de inestabilidad para todas las comunidades religiosas libanesas y regionales
Como resultado de la posición expresada, Arabia Saudita y otros estados árabes del Golfo han expulsado personal diplomático del Líbano de sus países, el hecho dio lugar a una profunda crísis diplomática que amenaza ahondar los problemas económicos del Líbano, cuyo pueblo se encuentra en estado desesperante y con niveles de pobreza nunca antes vistos. La comunicación oficial se produjo luego que el ministro de Información libanés, George Kordahi, criticara duramente la intervención militar saudita en Yemen, tomando posición a favor de los hutíes apoyados por Irán y entrenados por Hezbollah. Kordahi es un integrante del partido-milicia Marada, un movimiento cristiano pro-sirio conducido por la familia Frangieh, hoy aliada al Movimiento Patriótico Libre del -también cristiano maronita- presidente Michel Aoun, ambos partidos son aliados de Hezbollah y han dividido a la comunidad cristiana maronita del Líbano al asociarse con Irán y el grupo político-terrorista favorable a Irán.
El gobierno saudita había llamado a consultas al embajador libanés en Riad días pasados y luego anunció su expulsión como embajador. El Ministerio de Relaciones Exteriores saudita considero las declaraciones de Kordahi como insultantes para el reino y acusó al gobierno libanés de no arbitrar los medios necesario exigidos por Arabia Saudita para detener las operaciones de tráfico de drogas desde Beirut y el valle del Bekka a través de exportaciones libanesas de vegetales y especias a territorio saudita, algo que según Riad, sucede por el control de Hezbollah de todos los puertos y fronteras del Líbano. Beirut tampoco colaboró con Riad en la extradición de varias personas buscadas por la justicia de saudita, lo que configuró una violación al Acuerdo de Riad sobre Cooperación Judicial.
Los medios árabes informaron el jueves que la crisis es más grave de lo que la situación muestra. Sin embargo, el gobierno libanés no ofreció ningún plan ordenado que indique un temperamento firme para liberar al país del fracaso y la corrupción de su estructura política actual, y se ha mostrado abiertamente favorable a la hegemonía de Hezbollah y la presencia de Irán en la política, la economía y la seguridad del país. Según Arabia Saudita, el gobierno libanés debilita a sus instituciones haciendo que funcionen en sentido contrario a los intereses de su propio pueblo. La disputa diplomática provocó pedidos de renuncia del ministro Kordahi por parte de varios políticos libaneses, al tiempo que otros se opusieron a la dimisión indicando que podría debilitar a todo el gobierno. Al respecto, el canciller saudita declaró que el reino no ejerce injerencia en el gobierno libanés, por tanto no es influyente sobre si el ministro Kordahi debe renunciar por sus declaraciones. Eso debe decidirlo el pueblo libanés, dijo el canciller saudita. El ministro Kordahi cuenta con el apoyo público de Hezbollah y se negó a pedir disculpas o presentar su renuncia por sus declaraciones sobre el reino.
Lo concreto es que Arabia Saudita ha sido quien más ha apoyado al Líbano a través de toda su historia. Sin embargo, Riad no tiene hoy las relaciones históricas que ha tenido con Beirut, y desde hace años ha evitado al Líbano por la total influencia en los asuntos libaneses del grupo Hezbollah, al que los saudíes responsabilizan de entrenar y enviar combatientes a Yemen y Siria. Así, el reino considera que el foco central del conflicto es el régimen iraní y que Hezbollah es su brazo armado regional. En cuanto a las relaciones diplomáticas entre el Riad y Beirut, es claro que transitan su peor momento y a ello se sumó Kuwait, que en solidaridad con Arabia Saudita, esta semana también expulsó al embajador libanés y emitio un comunicado indicando que el gobierno kuwaití lamenta el estado de las relaciones con el Líbano, responsabilizando a las autoridades de Beirut por su entrega completa a los planes regionales de Irán y su reiterada falta de autoridad en la toma de medidas que garanticen el cumplimiento de las relaciones con los países sunitas del Golfo.
Al igual que Arabia Saudita, Kuwait rechazó el control absoluto del grupo Hezbollah sobre la decisión del Estado libanés, lo que convirtió al Líbano en terreno favorable a la implementación de proyectos de países (en alusión a Irán) que no desean el bienestar de los libaneses, y al mismo tiempo permite que Hezbollah, que apoya y entrena a grupos terroristas en Siria, Irak y Yemen, maneje las instituciones del estado legal libanés.
Tanto la cancillería saudita como la kuwaití destacaron la decisión de tomar las acciones necesarias para proteger la seguridad de sus territorios y sus pueblos, y como primera medida han decidido cancelar las importaciones libanesas en ambos países. Además, durante las próximas semanas se darán a conocer otras medidas restrictivas en el seno del Consejo de Cooperacion de los Paises del Golfo (CCPG). También esta semana se informó que ante su peligrosa situación de seguridad, el Líbano fue colocado en la orbita de países hostiles. Así, los gobiernos del CCPG confirmaron la prohibición de viaje para sus ciudadanos dado el dominio total de Hezbollah sobre las instituciones de la seguridad libanesa e incluso sobre el propio ejército del país.
Fuentes regionales dijeron a Infobae que existe la posibilidad de una profundización de la escalada diplomática luego de las medidas saudíes, y que varios embajadores de los países del Golfo serán retirados de Beirut en los próximos días. También es altamente probable que las repercusiones de la crísis actual con el CCPG generen fuertes sanciones económicas al Líbano, lo que abre el interrogante sobre la situación y el destino de su débil gobierno, que difícilmente pueda cumplir con lo prometido a sus ciudadanos sobre conseguir un rescate del FMI respaldado por los países árabes sunitas.
Los estados del Golfo sostienen que, igual a lo que sucede en Yemen con los hutíes, en la medida que Hezbollah siga a cargo de las decisiones nacionales, el Líbano constituye una grave amenaza regional para su seguridad. En consecuencia, la relación con el mundo sunita se ve comprometida en su continuidad.
Luego de la decisión saudita de cortar sus relaciones diplomáticas con el Líbano, el primer ministro libanés, el sunita Najib Mikati, en un intento inconsistente por salvar la situación de parte de un hombre vacío de poder real, expresó su pesar por la decisión del reino y rechazó cualquier ofensa hacia Arabia Saudita, aunque no se refirio a Irán ni a Hezbollah, organización a la que millones de libaneses consideran el ejército de ocupación iraní en el país. Fuentes libanesas indicaron que las declaraciones de Mikati fastidiaron al secretario general de Hezbollah, Hassan Nasrallah, quien no responde los llamados telefónicos del primer ministro desde el pasado miércoles. La reacción de Nasrallah muestra cabalmente la carencia de poder del primer ministro libanés, cuya figura, aceptación y credibilidad, ha comenzado a desmoronarse en la sociedad civil. Para la ciudadanía, Mikati debe tomar una decisión clara que lo aleje del triste papel que desempeña frente a los atropellos de Hezbollah. Es un secreto a voces que hay una crísis grave entre el gobierno y los grupos mafiosos que exige una reacción gubernamental rápida para neutralizar las redes que trafican captagon y anfetaminas mimetizadas en envases de especias libanesas como quedó demostrado a finales de octubre con el secuestro de casi 2 millones de pastillas por parte de las autoridades de los estados del Golfo.
Mientras tanto, Samir Geagea el líder de Fuerzas Libanesas, sigue sin comprender que las fronteras entre la tontería parroquial del obispado maronita y la visión geopolítica de los narco-terroristas nunca ha sido compatible en Líbano. Geagea denunció esta semana a quienes integran las redes del narcotráfico y la corrupcion como responsables de la quiebra del país y la ruptura de las relaciones con los vecinos árabes sunitas y reclamó al gobierno neutralizar esas redes. Sin embargo, la ciudadania sabe que no alcanza con discursos que se esfuerzan por evitar otro Abril de 1975 (mes en que inició la guerra civil libanesa que en la practica nunca terminó) y ningún sector político-religioso parece comprender ese punto, incluso el Patriarca maronita Boutros Raí, quien se reúne con los lideres chiitas de Hezbollah y Amal a cambio de nada. Mientras en las pueblos cristianos maronitas cercanos a las áreas chiitas, los habitantes trasladan sus bienes y objetos de valor de sus hogares por temor a que Hezbollah los confisque, al tiempo que el desequilibrio demográfico muestra que una inmigración cristiana que dispone de medios económicos se marcha del país masivamente.
Los analistas políticos occidentales llevan años opinando sobre la crísis y las soluciones para Líbano, pocos entienden que es un país donde la guerra civil nunca quedo atrás, difícilmente sea un país que pueda sobrevivir. Otros no comprenden que un pueblo en el que cada una de sus generaciones se ha inclinado por el derramamiento de sangre debe reconsiderar su destino. Lo mismo debe considerarse para su sociedad, la que va contra el progreso y su propia historia negando su presente por lo que inexorablemente destruye su futuro. Por otra parte, un Estado que no protege a su ciudadanos definitivamente es un estado fallido, en consecuencia, de nada vale mostrar pluralismo al tiempo que se desprecia la convivencia y la modernidad. Todo esto es lo que sucede en Líbano desde hace décadas, por lo que inexorablemente el país se ha dirigido en línea recta al suicidio colectivo por el que transita hoy. Es un hecho ineludible que un estado que elige a la secta por sobre las instituciones democraticas, no tiene otro destino que ser gobernado de forma sectaria. Un país que desdeña la construcción de una sociedad fortalecida en la educación y la modernidad priorizando a la tribu, irremediablemente destruye su tejido social para vivir de forma tribal y acaba siendo gobernado por una tribu.
Mientras eso sucede, el caso de los dos millones de pastillas incautadas días pasados en un contenedor de especias en la ciudad saudita de Jeddah destrozó lo poco que quedaba de la economía libanesa ante la respuesta saudita de prohibir todas las importaciones desde el Líbano con el consiguiente impacto negativo para los productores libaneses después que el Ministerio de Seguridad saudita anunciara la desarticulacion de la red integrada por elementos libaneses y sirios cercanos a Hezbollah. Según la seguridad del reino, todos los ciudadanos extranjeros y la red local saudita han sido detenidos y están sometidos a un proceso penal que contempla la pena de muerte en materia de los delitos de tráfico de drogas que se les imputan. El vocero de la Dirección Criminal del Ministerio del Interior saudita, Coronel Mohammed al-Nujaidi, expresó a través de un comunicado que son muchas las inconductas y ofensas de parte de Hezbollah al reino, por lo que no habrá tolerancia ni perdón para aquellos que busquen corromper a los jovenes con el narcotráfico. Como es de rigor, Hezbollah negó su participación y responsabilidad en los hechos y culpó a ciudadanos sirios residentes en Jeddah, a quienes dijo desconocer.
La tormenta perfecta se ha conformando sobre el Líbano, todo indica que un reverdecer de los viejos enfrentamientos comunitarios es casi inevitable si no hay cambios urgentes en las medidas de gobierno. El problema es que las autoridades libanesas han dado pruebas reiteradas de su incapacidad para tomar decisiones libremente, según los ciudadanos y algunos líderes de las comunidades sunitas, drusas, cristianas y, un cada vez mayor porcentaje de ciudadanos de la comunidad chiita, Hezbollah se ha constituido en la desgracia del país. Estas expresiones muestran claramente que la guerra civil no dejó ninguna enseñanza a un país que se caracterizo en el pasado por su cultura, convivencia y educación. Sin embargo, el Líbano actual recuerda a la infortunada frase que definió a los nobles de la Revolucion francesa: nada aprendieron y nada olvidaron.