GRECIA 0 - ESPAÑA 1 / Qatar está a un paso

España gana a Grecia y le vale un empate el domingo ante Suecia para estar en el Mundial. Sarabia marcó de penalti y De Tomás debutó.

Héctor Martínez
As
Un empate y a Qatar. La DANA que tanto amenazaba sopla ahora algo menos y a España le basta un punto frente a Suecia para estar en el Mundial. Eso será el domingo, de aquí hasta entonces nos hartaremos de escuchar eso de que hay que ir a por la victoria y no conformarse con el empate. Pero el triunfo en Atenas, gracias a un gol de penalti de Sarabia, y el batacazo de Suecia en Georgia nos permite dar ese salto con red. Hace nada eso era impensable.

Antes siquiera de empezar el partido, España ya ganaba por dos a cero. Los goles los había firmado Khvicha Kvaratskhelia a casi dos mil kilómetros de allí, en Batumi, donde Georgia nos hizo un enorme regalo al tumbar a Suecia. Ahora le tocaba hacer los deberes a La Roja. Para ello, Luis Enrique protagonizó la enésima revolución con la que convertir en papel mojado las alineaciones previstas por los medios de comunicación. El debut de Raúl de Tomás era el titular de portada, aunque el once deparaba alguna otra sorpresa, como la de Rodri por Busquets, que llegaba al partido con el ilusionante reto de superar en número de internacionalidades a su excompañero Iniesta (131 partidos ambos).

John van´t Schip se decantó por una línea defensiva con tres centrales y dos carrileros, mientras que arriba se encomendaba a dos delanteros centro como Pavlidis y Masouras. Bastaron cinco minutos para darse cuenta de que esa Grecia quería borrar el óxido y hierro con el que compareció en marzo en el Nuevo Los Cármenes de Granada. Era una Grecia que buscaba el balón, más vertical, con los centrales iniciando rápidamente el juego. Mientras, en la trinchera rival, la duda sobre la ubicación de Raúl De Tomás quedaba despejada en un abrir y cerrar de ojos: la banda izquierda sería su hábitat natural con Morata como eje en el centro del ataque.

El dominio era de España, sí, pero las ocasiones de gol no llegaban. Gavi se antojaba el mejor abrelatas frente a la defensa helena, que con esos tres centrales se hacía fuerte. La perla del Barça nos sorprendió frente a Francia, en la final de la Nations League, y nos volvió a cautivar ante Grecia. Tiene la capacidad de tocar a la primera, también el control orientado con el que abrir cualquier muralla. Cada vez que recibió y giró, creó peligro.

Él fue uno de los culpables de que La Roja anestesiara a Grecia, que con el paso de los minutos perdió el ímpetu inicial. Tuvo algún que otro arreón, como el pase al hueco que Masouras remató a gol pero que el VAR anuló por fuera de juego. Eso sucedió en el minuto 21 y tres más tarde llegaría un penalti a favor de España por falta de Giannoulis a Iñigo Martínez. Falta de aquella manera, falta revisable. El VAR, el famoso sexador de pollos que tanto desconcierta a Alfredo Relaño, decretó que la infracción sancionada por Marciniak lo era. Lanzó Sarabia y el gol hizo justicia a ese primer tercio de partido en el que La Roja había dominado a su antojo. Lo siguió haciendo, incluso acarició el 0-2 tras una buena acción de Morata en la que protegió el balón con el cuerpo y remató duro de izquierda. El paradón de Vlachodimos permitió a Grecia llegar al descanso cuando la fruta parecía a punto de caer del árbol.

Pero se resistió. Y siguió haciéndolo en la reanudación, en la que Tzolis (que entró en juego por Masouras) fue la única noticia positiva para una selección helena obligada a ganar los dos últimos partidos de las eliminatorias para vestirse de mundialista. Luis Enrique dio oxígeno nuevo con Olmo y Rodrigo Moreno como relevos para Sarabia y De Tomás. También se vio obligado a hacerlo cuando Gavi tuvo que ser sustituido tras recibir el manotazo de un rival. Conmocionado, el azulgrana dejó su lugar a Busquets, quien formó junto a Rodri esa extraña pareja en la que el balón parece no tener otro copyright que el suyo. Y eso es el bien más preciado cuando lo que uno negocia es un 0-1. Tan justo. Tan peligroso. Así que a La Roja no le quedó otra que sudar y sufrir a lo grande en el tramo final en el que cada balón parado se convirtió en una lotería. Salió cara. Ahora solo queda que también lo haga el próximo domingo en Sevilla, donde luchamos contra gigantes. Ibrahimovic e Isak venderán cara su piel.


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