¿Está cambiando el clima electoral en Chile?
El país andino podría estar ante otra manifestación del péndulo de la historia que augura el final de un período de gran estabilidad
Además, más de una vez, Chile se ha autoengañado con algo que le ha hecho daño, su supuesta excepcionalidad. Para la generación anterior fue la afirmación de que no había golpes de Estado, confundiéndose la prescindencia con la frecuencia. Para la actual fue la solidez de las instituciones, para que los últimos dos años se mostrara la fragilidad de la democracia a través una mezcla de violencia callejera con abundancia de propuestas populistas por parte de los distintos sectores políticos.
La demostración más palpable del cambio fue el término del ciclo iniciado con el retorno a la democracia, expresado en la irrelevancia del gobierno de Piñera y las derrotas electorales de su sector como también de la Concertación que, con propuestas centristas, socialdemócratas y socialcristianas, había liderado un proceso político, social y económico que le había dado gran estabilidad al proceso de toma de decisiones.
En la nueva etapa, quienes obtuvieron los mayores triunfos pertenecen a la izquierda radical expresada en el Partido Comunista y el Frente Amplio que habían sido hasta entonces actores secundarios. Especialmente llamativo fue el hecho que este sector fue claro triunfador entre los 155 constituyentes que deben redactar la propuesta de una nueva constitución para el país, junto con la Lista del Pueblo que agrupaba a quienes se habían organizado desde las protestas callejeras de octubre de 2019.
Ese verdadero terremoto político parecía que continuaría en las elecciones generales de este 21 de noviembre para elegir presidente, la totalidad de la Cámara de Diputados, 27 de los 50 senadores y también Consejeros Regionales.
Sin embargo, Chile parece estar presenciando un cambio importante, y por primera vez desde 1989, todo parece indicar que pasarían a la segunda vuelta presidencial del mes de diciembre José Antonio Kast, del Partido Republicano, y Gabriel Boric, de Apruebo Dignidad, es decir, un candidato que reivindica a Pinochet y por el otro, una propuesta de modificación revolucionaria a lo que había seguido Chile en las últimas tres décadas.
Varios elementos estarían generando este cambio, incluyendo el protagonismo de fuerzas de derecha. En primer lugar, parece haber cansancio ante las consecuencias de la violencia en las calles, sobre todo, si se confirma una penetración de Kast en sectores pobres que han sido los más afectados. En segundo lugar, se muestra una reacción ante excesos discutibles en el Congreso Nacional que han generado inestabilidad y confusión junto a un descenso en la apreciación ciudadana de la Convención Constitucional, la que se ha atribuido una misión refundacional que no estaba en su mandato, y que ha horadado el respaldo abrumador que la eligió.
En tercer lugar, todo indica que comienza a manifestarse preocupación ante una situación económica deteriorada como consecuencia del gasto público inorgánico y de la paralización de proyectos de inversión, aunque todavía no se manifiesta en toda su magnitud debido a los retiros de los fondos previsionales de las personas y de ahorros a disposición del gobierno hechos en épocas de bonanza.
En cuarto lugar, este cambio del clima político se manifiesta también en el resultado de la consulta ciudadana hecha en las 32 comunas de la Araucanía sobre si se apoyaba la extensión del estado de excepción constitucional y de la presencia de las fuerzas armadas. El 81,56% estuvo a favor y, por mucho que se cuestione el método, el resultado y el nivel de participación fue lo suficientemente convincente para que fuera aprobada en un congreso de mayoría opositora. Ello coincide también con una valoración de las policías y de los estamentos militares, quienes han vuelto a superar a los integrantes de los tres poderes del estado en estudios de opinión pública.
En otras palabras, lo que parece estar ocurriendo es el cambio del discurso que había predominado en términos solo de derechos y de cambio radical hacia uno más matizado, en que han ganado terreno consideraciones de orden público y de estabilidad como también de las consecuencias de las decisiones.
¿Estamos presenciando otra manifestación del péndulo que tantas veces se ha hecho presente en la historia de Chile y se ha alternado con periodos de gran estabilidad?
La verdad es que no lo sabemos, ya que instrumentos tales como las encuestas carecen hoy de guía anticipatoria, además de que en condiciones de voto voluntario y de temor al virus, no se sabe si acudirán a votar los electores de mayor edad, cuya ausencia fue determinante en el resultado de la constituyente.
En todo caso, no hay duda que presenciamos un nuevo periodo, ya que el de estabilidad posterior a la dictadura de Pinochet que duró tres décadas ya terminó. Sin embargo, el nuevo ciclo no finaliza en esta elección, sino que hay que esperar el plebiscito de salida de la propuesta constitucional, cuyo referéndum tiene lugar a mediados del próximo año.
Al respecto hay que recordar que la actual convención constituyente no solo puede definir las reglas del juego sino también modificar el resultado de esta elección, fijando el término anticipado de los cargos electos como también podría cambiar el sistema político poniendo fin al presidencialismo hoy imperante.
Del mismo modo, el plebiscito de salida podría rechazar la propuesta y mantener la actual constitución, que era un escenario impensable hace algún tiempo.
Por ello, solo la aprobación o rechazo de la nueva propuesta constitucional podría poner término al actual periodo que vive Chile, incluyendo el resultado de esta elección.