El perdón se pide a goles
Redención rojiblanca tras el desastre ante el Milan. Partidazo de Lemar, que abrió el marcador. Griezmann, Correa y Cunha redonderaron la noche.
Porque no había llegado el reloj al segundo veinte y Lozano se le escapaba a Giménez para sacar un centro raso que obligó a Llorente a barrer con alma de central. Segundo veinte y el plan de Cervera descubierto: robo y contra. La pelota la cedía, la pelota era para un Atleti como el miércoles pero ordenado de otro modo: un 4-4-2 con Llorente lateral, Lemar por delante y Carrasco a la izquierda. Durante media hora taparon el susto con dominio, ocasiones y peligro. Viajaba sobre todo en unas botas, las de ese futbolista, Lemar, apodado Camarón que respiró Cádiz y se creció. Como un gigante.
Por botas tiene pinceles, capaces de dibujar pases maradonianos como el que lanzó para dejar a Carrasco por primera vez solo ante Ledesma. En sus pies y a hombros de unos Carrasco y Llorente profundos mandaba el Atleti sin último pase. El Cádiz crecía a sombrerazos, uno de Lozano, otro de Sobrino de espuela, y comenzaba a hacer daño con escapadas de Lozano y Salvi. El juego se equilibró mientras a los del Cholo se les ponía cara de miércoles. Giménez se iba (golpe en la cabeza), entraba Felipe y ni Oblak ni Ledesma salían en las fotos. El reposo llegó después de que Simeone viera fallar a Suárez fallar lo que Suárez no falla, y un zurdazo de Espino, la réplica, que se iba un palmo fuera. El Atleti previsible, con el Milan flotando a su alrededor como la sábana de un fantasma. La herida abierta, sin goles para coserla. Pero ahí seguía Lemar.
Lemar, Griezmann, Correa y el hambre de Cunha
“Porque el Atleti es un nombre propio, y una forma de sentir, de estar en el mundo”, que también escribió Almudena Grandes. Y el francés estaba ahí para tirar del hilo. La segunda parte ya empezaba a los pies de los que nunca salían, Ledesma y Oblak, ora Lozano, como al inicio, ora Felipe, dos ocasiones fuera por milímetros, cuando el pequeño Camarón volvió a sacar la cabeza. Coló su 1,71 en la portería de Ledesma como una bala directa al corazón. Operación Camarón completada. Le había asistido un Carrasco que, cinco minutos después, volvió a dejarle ante Ledesma mano a mano. Pero Lemar erró y a ello se agarró el Cádiz unos minutos. El corazón helado, los aires difíciles sobre el Cholo cuando Lozano amenazó con una volea. Hasta que apareció Griezmann. Y su apellido, bien, podría ser nombre de tango.
“El Atleti es un equipo literario porque representa valores como la resistencia, la supervivencia y la terquedad”, que decía Almudena Grandes y resoplaba Simeone diez minutos después, expulsando todos los clavos. Liberado. Mientras sus futbolistas se abrazaban con rabia. Grizi ampliaba la ventaja después de que Lemar dejara pasar un centro de Llorente. Simeone corrió, feliz, hacia Vivas. El Cádiz, grogui, no se levantó más. Ni cuando el Atleti hizo más grande el agujero tras una triangulación rápida, Grizi-Cunha-Correa, ni cuando Cunha respondió con un latigazo tremendo, lleno de hambre y rabia, como toda la que muestra cada rato que juega, al churrigol de la jornada. Porque fue rocambolesco. Lozano, desde el córner, metió un centro que tocó en Carrasco y voló envenenado a la portería para caer sobre Jan... y doblarle los dedos. Y llenar de Atleti esta redención y homenaje. No podía ser perfecto. Aunque así sea sobre todo Atleti. “Nosotros, los indios”. Almudena, va por ti, directo al tercer anfiteatro.