Benzema, halcón milenario
El francés se apunta los goles 1.000 y 1.001 del Madrid en la Champions gracias a dos asistencias de Vinicius ante un Shakhtar que hizo sufrir al equipo blanco y no mereció perder.
El partido invitaba al estrabismo, porque el Madrid jugaba para la Champions, con la clasificación pendiente, y para la posteridad, con el gol 1.000 en la competición en busca de autor. Y en cierto modo el doble objetivo distrajo al equipo pese a que Ancelotti tirara de sus diez fijos más Lucas Vázquez en ese puesto que hay que buscar en el diccionario de dudas. De cuantos aspiran a la plaza, el gallego es el que más hinca los codos sin la pelota. Con él, el equipo puede defender en un 4-4-2 en la segunda fase de la operación acordeón. Aquel primer Madrid de Ancelotti, que montaba verbenas en las dos áreas (principalmente en la ajena), ha ido derivando en un equipo más contenido, con menos puño y mejor mandíbula.
Benzema, en la historia
Esta vez volvió a los orígenes, al vaivén de ocasiones a favor y en contra ahorrándose los preámbulos. Así que se echó sobre un equipo que en su Liga toca una cosa y en Europa sufre para interpretar otra. El Shakhtar es extremadamente territorial en Ucrania y este verano trajo un técnico, De Zerbi, que fomenta esa inclinación natural, pero la Champions es el altar mayor y ahí está obligado a protegerse más de la cuenta. Le cuesta. Tanto como al Madrid el repliegue.
Así que la acción empezó pronto. Trubin evitó que Modric entrara en la historia metiendo su mano derecha intuitivamente para sacarle un remate a quemarropa. Y Alan Patrick respondió con un remate cruzado al palo. La noche prometía... y cumplió de salida. Porque al cuarto de hora Vinicius le madrugó la pelota al blandísimo Marlon, al que Trubin metió un jardín casi en el área pequeña, y le abrió la puerta de la historia a Benzema. Fue una donación en toda regla al francés, que empezó siendo gato y ya es halcón milenario. Nadie mejor que él para colgarse esa medalla. Y nadie mejor que Vinicius para imponerle la distinción. Dos perfectos extraños convertidos en una pareja ideal que repetiría maniobra después.
El problema es que alcanzado el objetivo secundario al Madrid se le olvidó el principal. Dejó de presionar, entregó la pelota y se sumergió en un apagón venenoso. Fernando tuvo el empate a tiro después de un largo periodo de dominio del Shakhtar, equipo que con la pelota tiene su aquel. Su disparo demasiado cruzado no alborotó el marcador, pero sí al Bernabéu, que esperaba algo diferente después de un comienzo trepidante. A este estadio no le da pereza protestar a la mínima.
El empate
La cosa fue a peor. El Madrid tenía en la cabeza el partido de Kiev, en el que goleó a placer encadenando contras, y se abandonó tan alarmantemente que acabó cediendo el empate. Fue el de Fernando un gol muy acorde con el Shakhtar, de cuidada elaboración: pase profundo y preciso del central Matvienko, adiestrado para salir con la pelota jugada, a Alan Patrick, toque de pecho de este y remate sobre la marcha de Fernando. Antes del descanso, el brasileño tuvo el segundo. Courtois lo evitó con una buena estirada. El Madrid se fue al vestuario sin recobrar el conocimiento y tampoco la charla en el descanso le sacó de ese estado. Y el Shakhtar, con el joven Mudryk llevando a Carvajal a las cuerdas, puso sobre la mesa que tiene más de lo que ofreció en la ida.
En medio de aquella espesura el Madrid ligó una jugada de otro partido. Quizá de otro tiempo. A una velocidad que costó seguir con la vista bordaron el lance Lucas, Modric, Casemiro (de espuela), Vinicius y Benzema, que también se apuntó el 1.001. Un gol espectacular en un partido plano.
Lo que vino después no mejoró a lo anterior. El Madrid quiso protegerse con el balón y ni siquiera eso le salió del todo. El Shakhtar siguió llegando, amagando sin dar, y Ancelotti fue perdiendo activos: retiró a Carvajal, que llevaba mucho tiempo pidiendo la hora, y se retiró tocado Benzema. De su salud depende en gran medida la temporada del Madrid. Luego dijo que estará ante el Rayo. Valium para la afición.
A duras penas, con Jovic, sin acercarse a Trubin, pidiendo la hora, encomendado a las paradas postreras de Courtois, tercer héroe del choque, alcanzó el Madrid la orilla. Dos golpes de luz le sirvieron esta vez para ponerse a salvo, pero a estas alturas debe tener claro que no le valdrá con esto cuando en el bombo de octavos abran la jaula de los leones.