Argentina - Brasil: qué variantes prefiere Lionel Scaloni cuando el seleccionado necesita soluciones
Los ingresos de Joaquín Correa, Lisandro Martínez (como volante central) y Germán Pezzella, entre otros, tuvieron virtudes y desaciertos; qué distancia hay con el equipo “de memoria”
Son imprescindibles todos: los que juegan casi siempre, los que ingresan en la segunda mitad, los que esperan del otro lado del mostrador. Se acabó el tiempo de las sorpresas mayúsculas, aunque el joven entrenador saca, pone, mete, prueba. No se queda quieto ni un minuto.
Tomó nota de que Lautaro Martínez, el fuera de serie de Inter, tuvo poca participación en el juego ofensivo, tanto como clásico número 9 como retrasado unos metros. Lo sacó en el entretiempo. Tomó nota de que Leandro Paredes estaba amonestado y no tenía ritmo, por una lesión que no le dejó un espacio en PSG. Lo sacó en el entretiempo. Tomó nota de que Cristian Romero, luego de una dura infracción, se lesionó solo. Lo sacó en el inicio del segundo capítulo.
Martínez es el máximo artillero del ciclo. Paredes es una creación personal. Romero es, acaso, su mejor intervención. Pero Scaloni no se enamora de los personajes. De sus propios personajes. Toma determinaciones drásticas, convencido. Ingresó Joaquín Correa, otro intérprete de la casa azul y negra de Milán. Entró Lisandro Martínez, de Ajax, que técnicamente no es número 5. Más tarde, el DT se inclinó por Germán Pezzella, de Betis.
¿Es esperanzador el banco de suplentes de la Argentina?
Luces y sombras, dentro del contexto adverso frente a Brasil. Correa jugó abierto por el sector derecho, lejos de la órbita de Martínez. Casi como un antiguo número 7, pero se corrió hacia el medio, al centro, algunas veces. Sufrió el desgaste del partido, cuando Brasil se sentía un poco más entero. Cuando surgió Nahuel Molina Lucero, cuando apareció Ángel Di María, se concentró en el área, sin explosión, pero con más peligro contra el arquero Alisson.
Lisandro Martínez fue volante, es zaguero y hasta, de pequeño, vestía la camiseta número 10 en Newell’s. Lo contó a LA NACION tiempo atrás: “Era enganche... Nada que ver. Cuando fui a probarme, jugué un tiempo de 6 y el otro de 5. Yo quería estar; no me importaba la posición. La primera vez que hice las pruebas tenía 12 años. Y quedé. Me llamó [Bernardo] Griffa y me dijo que tenía que ir a la pensión. A la semana volví a mi casa. Estaba muy pegado a mi familia. Al año siguiente volví a hacer la prueba. Hice lo mismo: me quedé una semana y no pude aguantar. En esa época mi vida era totalmente distinta”. Y contra Brasil jugó de 5.
Pezzella se sintió inseguro. Por momentos, nervioso, aunque su calidad es comprobada. Es zaguero, conoce la posición, se siente cómodo al lado de Nicolás Otamendi, pero reemplazar a Romero es todo un desafío. El crédito es todo del ex hombre de Belgrano. Fue amonestado, tuvo algunos contratiempos en la marca.
En los últimos minutos, Julián Álvarez, la mayor figura del fútbol argentino doméstico, entró por un Di María que fue esporádico en sus avances, pero que siempre será el héroe del Maracanã.
Siempre se permite una sonrisa Scaloni. “Hago los cambios mal, pero no tanto”, bromeó una vez, cuando debió sacar a Marcos Acuña por una molestia física. El equipo está. La base está. La de este martes no fue la mejor versión del equipo nacional, lógicamente. Como tampoco lo fue aquélla contra Uruguay en Montevideo, cuando resultó superado en buena parte del espectáculo.
Brasil le opuso resistencia con una formación disminuida, sin Neymar, sin Casemiro, sin Richarlison, sin Roberto Firmino. Las alternativas del gigante parecen más sustentables que las nuestras. Sin embargo, en la incomodidad, los reemplazantes no desentonaron. Ninguno tuvo una actuación errática. Están al acecho. Saben que Scaloni no tiene reparos: es el campeón de la renovación y el cambio. También, en el camino final rumbo a Qatar.