Wilstermann se impuso con autoridad ante Royal Pari

José Vladimir Nogales

De un Wilstermann incómodo y quebradizo a un Wilstermann rotundo y con gusto. Por ambas etapas pasó el equipo de Sergio Migliaccio, que comenzó desajustado ante un Royal Pari dominante y terminó abrasivo (4-1). Atornillado de inicio (con dificultades para recuperar la pelota), el conjunto rojo soltó amarras bajo el pulso del Pato Rodríguez y luego encontró carrete entre sus jugadores más distinguidos: Serginho, Chávez, Echeverría, Giménez y un Pato Rodríguez que funcionó como un reloj con botas.


Arrancó llagado el cuadro rojo. Incómodo ante un Royal Pari recreativo y bizarro (tomó el balón y lo hizo circular con criterio, buscándole las costuras al rival). Un equipo, el de Portugal, adiestrado de forma gremial sin regatear el talento de futbolistas como Melgar, Ursino y Amoroso (insoluble puñal sobre la huérfana demarcación de Luis Rodríguez). Un conjunto con hechizo que se desplegó por el Capriles a campo abierto (con los laterales lanzados y los centrales sobre el círculo central). Nadie perturbó el juego orbital de Melgar (con tiempo y espacio para recibir) a fin de minimizar –o erradicar- su incidencia distributiva en la arquitectura de un esquema de posesión. De igual modo, la visita se empeñó en asaltar los vacíos por delante y a las espaldas de Luis Rodríguez con el escurridizo Amoroso y el punzante desdoblamiento de Orfano (poco cuidado por Serginho).

Wilstermann no encendió la presión, se hizo largo en exceso y vagueó en el repliegue y las coberturas (Migliaccio contempla no involucrar demasiado a sus figuras en la presión). Amoroso, Ursino y Orfano jugaron cómodos y se asociaron limpiamente por el flanco débil de los rojos.

A Wilstermann le costaba encontrar el balón, pero era capaz de fluir a la contra, atacando el espacio tras robo. Royal quedaba muy expuesto por las desérticas bandas y con los centrales muy jugados sobre el círculo central, con excesivo espacio para proteger a sus espaldas. Puesto a defender en bloque bajo, Royal tampoco exhibió solvencia abortiva. La distancia entre líneas desacreditó el algoritmo de Portugal, que sacrificó un medio centro posicional en favor de valores constructivos, sin marca ni lectura defensiva (la decrepitud de J.L. Chávez se expresó en la lentitud de su respuesta). En esa brecha entre líneas, Echeverría encontró flotando al Pato Rodríguez y le filtró un balón limpio que el prestidigitador argentino transformó en oro. Un pletórico zurdazo, tras una corrida sin mácula, agitó un trámite neblinoso.

Aún rumiaban unos y otros los avatares del primer sacudón cuando un despeje defensivo derivó en un zapatazo estratosférico de Serginho. El disparo del brasileño tenía otro destino, pero el azaroso rebote y la súbita parálisis de Bejarano dejaron a la intemperie al golero Méndez, que se enredó ante el sagaz agobio del Pato Rodríguez. Ambos se batieron como alces, en un duelo a cornadas, pero con el balón como objetivo y no la estructura craneal del otro. Ganó el Pato, que se llevó el balón y disparó sin rémora, 2-0 en 19 minutos.

Con un rato de lucidez, de fútbol pragmático y disciplinado, Wilstermann hizo que el partido fuera menos pendular y más al gusto de su apetito. Suficiente para que aflojara Royal Pari, cada vez más desenganchado de Melgar y Amoroso, sus dos balizas fundamentales.

Portugal no varió su plan tras el descanso y siguió inculcando el toque y la movilidad como fórmula de ataque. Wilstermann, por su parte, buscó en el banquillo un urgente correctivo para las sangrantes filtraciones padecidas en el ala izquierda de la defensa. Meleán, un jugador multitareas, fue el elegido, pero no la solución. Con la cancha al revés para su perfil diestro, lució más incómodo y frágil que el lateral Rodríguez, extirpado de la formación en el descanso, agudizando la magnitud del problema que debía ayudar a resolver.

Al minuto 53, Royal Pari materializó el buscado descuento y lo hizo por la vía prevista, el costado derecho de su ataque, de donde Melgar envió un centro con rosca que nadie alcanzó a interceptar, ni Giménez que quedó petrificado. Detrás suyo, sin marca alguna, el paraguayo Benegas empujó el balón a la red.


El golpe no destempló a los rojos ni abrió su vena rácana, al contrario. Inauguró una nueva búsqueda, más elaborada, meditada y convencida, consciente de su enorme potencial ofensivo. El toque de Chávez, en el centro del campo, comenzó a abrir rutas inexploradas, a liberar recursos embargados por el corsé táctico. El balón fue suyo. Así que mandaron a su antojo con permiso de la ambiciosa propuesta del rival y de la concesión de Portugal, que desvistió a su equipo con las variantes introducidas (Brau por Benegas y Thiago Riveiro por Chávez). Luego, las
entradas de Castillo y Didí Torrico (por Tabárez y Melgar) desigualaron al conjunto de Portugal y se descuidó la posesión y la colocación.

Rodrigo Vargas (que ingresó por Álvarez), ágil y escurridizo, se filtró por la banda izquierda, evitando el braceo de Brau, se internó en el área y, como avezado equilibrista, se balanceó en el borde del abismo antes de ceder un pase atrás para el control y disparo de puntín de Serginho, 3-1 en 68’. Volvió la calma al Capriles, pese a que la victoria no parecía amenazada muy a pesar dl descuento.

Sólo el ímpetu y el orgullo herido espolearon a Royal hasta que Wilstermann sentenció con un nuevo zarpazo (Vargas recogió un despeje defensivo y se animó a encarar. Intentó combinar con el Pato Rodríguez, pero el balón le volvió a quedar ante una fallida intercepción de Bejarano. Forcejeó con Riveiro y, llegando a la media luna, sacó un disparo raso que superó a Méndez).

Fue un triunfo con autoridad, de esos que trascienden más allá del marcador, por su contenido, por la propuesta y el nivel de las ejecuciones colectivas. Es cierto que hubo brillos individuales, pero integrados a un concepto colectivo, una asignatura que Cagna pasó por alto –con el evidente desinterés que exhibió en su desventurado pasaje por estas tierras- y Soria no consiguió imponer, pese a disponer del tiempo.

Entradas populares