NATIONS LEAGUE (FINAL) | ESPAÑA 1- FRANCIA 2 / Francia campeón

España cae en la final de la Nations League tras adelantarle Oyarzabal. Benzema empató y la Selección pidió fuera de juego en el 1-2 de Mbappé.

Héctor Martínez
As
A centímetros de la gloria. Así se quedó España en la Nations League tras una final en la que mandó y demostró que la apuesta por el buen fútbol merece la pena. Pero los goles de Benzema y Mbappé, aderezado este último por el VAR y sus caprichosas líneas, nos dejaron sin título. Otra vez será. El camino que iniciamos en Milán debe llevarnos a buen puerto. 

Lo que teníamos sobre la mesa era un tablero de ajedrez, algo así como un Fischer-Spassky, que no está mal recordar ahora que se cumplen cincuenta años de su histórico duelo en Reikiavik. Luis Enrique movió ficha, para ser precisos movió dos, y lo propio hizo Deschamps. En España, Eric Garcia por Pau Torres y Rodri por Koke; en Francia, Kimpembe por Lucas Hernández y Tchouaméni por Rabiot, baja obligada tras su positivo por coronavirus.

De nuevo Luis Enrique viraba al sur cuando todos íbamos al norte. Dos cambios pueden parecer muchos o pocos, pero suponen una novedad notable si de donde veníamos era del mejor partido que recordamos a la Selección española. Lo de Eric sorprendía (lo que se buscaba con su inclusión era velocidad), pero quizá más la presencia de Rodri junto a Busquets, dos jugadores que hasta la fecha parecían ser como el agua y el aceite. Nunca juntos.

España marcó el primer gol antes siquiera del pitido inicial. Ferran Torres se sometió al último examen físico en el calentamiento previo al partido, ejercicios para saber cómo se encontraba su pie derecho, lastimado en la semifinal con Italia. Yeremy Pino era la bala en la recámara, pero el jugador del City dio finalmente el OK y formó de inicio en punta junto a Oyarzabal y Sarabia, sus socios en el recital frente a Italia. Lo malo es que con La Marsellesa, que a uno le anima a cantar aun sin saberse su letra, Francia parecía empatar a uno. Y eso que el balón ni siquiera había empezado a rodar. En cuanto lo hizo quedó claro que ni uno ni otro equipo estaban dispuestos a rifar la pelota. Cada pase estaba meditado al milímetro, incluso aunque costara algún que otro susto cuando de lo que se trata es de empezar jugando desde los pies del propio guardameta. Francia aceleraba de tres cuartos de campo hacia arriba, con el tridente que integraban Griezmann, Mbappé y Benzema continuamente móvil. Los tres intercambiaban posición en cada ataque. Pero con el paso de los minutos el césped se inclinó en favor de España. Busquets y Rodri hacían suyo el balón, mientras que unos metros más arriba Gavi regalaba amagos a diestro y siniestro. Qué rápido nos hemos olvidado de que el sevillano solo tiene 17 años; jugó esa final como si bajara al parque a darle unas patadas al balón.

La táctica se imponía y las ocasiones de gol escaseaban. Una para Francia, en una acción de Benzema (9') que, en caso de haber acabado en gol, habría sido invalidada por fuera de juego del madridista; otra para España (36'), en una falta directa que Marcos Alonso lanzó pegada al poste de Lloris. Poco después Varane se fue al suelo tras un esprint y tuvo que ser sustituido por Upamecano. Y poco después se dio carpetazo a la primera parte con necesidad de hacer balance. La Roja apenas había inquietado a Lloris, pero había logrado que más de uno se olvidara de que Mbappé estaba en el campo. Y para eso hay que trabajar a conciencia.

La reanudación tuvo a Pogba como protagonista arriba y abajo. Primero, al ver amarilla por un pisotón a Busquets que ni siquiera Anthony Taylor pudo dejar pasar sin amonestar. Después, por una bronca a Pavard al no ayudarle en su intento de sacar el balón y por una nueva acción en la que a punto estuvo de ganarse la segunda tarjeta. Pero no era el del United el único que llegaba tarde en Francia. También lo hizo Koundé en el 54', con la consiguiente amarilla. Francia seguía desconectada. España mandaba y solo faltaba ese mordisco final con el que batir a Lloris.

Para ello entró Pino (61') en lugar de Sarabia, Cambio de jugadores pero no de posición. Sin embargo, quien la tuvo no fue el del Villarreal sino Theo Hernández, cuyo zurdazo (64') pegó en el larguero y botó fuera con Unai de testigo privilegiado. Esa acción sirvió para hacer tambalear el orden que el partido había matenido hasta entonces. Porque en solo un minuto subimos y bajamos por la montaña rusa. En el 65', con el gol de Oyarzabal tras un espléndido pase de Busquets. Y en el 66', con la parábola de Benzema ante la que nada pudo hacer Unai, que llegó a rozar con la punta de los dedos el balón magistralmente tocado por el delantero del Real Madrid. A lo Jon Rahm.

El partido se convirtió entonces en un ida y vuelta que, visto el arsenal de cada uno, no se antojaba la mejor de las apuestas para La Roja. Mbappé tenía campo para correr y eso es como meterte en un ascensor con un Miura. Así ocurrió. Así lo pagamos. Un pase al hueco y el del PSG voló hasta batir a Unai con un disparo raso que ni siquiera el VAR pudo invalidar. O no quiso. Porque por más que revisemos la acción no acertamos a ver el padrastro del pie de Eric Garcia que validaba la posición de Kylian. Y en caso de argumentarse que Eric toca el balón, antes habría que haber sancionado la posición irregular del atacante francés. Fue la puntilla, demasiado castigo ya en el minuto 82 para que España pudiera ponerse de nuevo en pie. Ni siquiera los remates in extremis de Oyarzabal y Pino tuvieron premio. Solo quedaba mantener la cabeza arriba. Se jugó mejor y se perdió, es una pena. Pero ese es el camino más recto que conduce a Qatar.

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