La crisis energética profundiza los cuellos de botella productivos y golpea la recuperación económica global
El invierno a la vuelta de la esquina supuso facturas más altas, productos más caros y una creciente preocupación sobre cómo se recuperarán de la pandemia del COVID-19 China y Europa, regiones con una alta demanda de energía
El mundo está inmerso en una crisis energética, un agresivo ajuste sobre algunos de los mercados más importantes de gas natural, petróleo y otros combustibles que mantienen en marcha la economía global y prenden las luces y el calor de los hogares.
Con el invierno a la vuelta de la esquina, eso ha supuesto facturas más altas de suministros, productos más caros y una creciente preocupación sobre cómo se recuperarán de la pandemia del COVID-19 China y Europa, regiones con una alta demanda energética.
El mayor ajuste afecta al gas natural en Europa, que importa el 90% de su suministro -principalmente de Rusia- y donde los precios han subido cinco veces respecto al precio de principios de año, de 19 a 95 euros por megavatio-hora.
Ha golpeado con dureza a la cadena alimentaria en Italia, donde se espera que los precios del metano se multipliquen por seis, impulsando el coste del grano. Eso terminaría subiendo el precio del pan y la pasta en los supermercados, aunque los pasillos de la carne y los lácteos son más vulnerables porque los productores de lácteos y ternera se ven obligados a pagar más para alimentar a sus animales y trasladan esa subida del coste a los clientes.
“Desde octubre empezamos a sufrir mucho”, dijo Valentino Miotto, de la asociación AIRES, que representa al sector del grano.
Los analistas culpan a una combinación de factores para la crisis del gas: la demanda subió de forma repentina con la recuperación económica tras la pandemia, mientras que un invierno frío redujo las reservas. El principal proveedor de Europa, la compañía rusa Gazprom, retuvo el suministro adicional de verano más allá de sus contratos de largo plazo para restaurar sus reservas domésticas de cara al invierno.
Por otro lado, la demanda china de electricidad se ha reanudado con fuerza pero con suministros limitados de gas natural licuado, que se transporta en barco y no por gasoductos. También hay instalaciones limitadas para exportar gas natural desde Estados Unidos.
Además, el coste superior del gas natural ha impulsado los precios del petróleo porque algunas centrales eléctricas en Asia pueden cambiar para utilizar derivados del petróleo en lugar de gas. El crudo estadounidense está por encima de los 83 dólares por barril, el precio más alto en siete años, mientras que el barril de referencia Brent ronda los 85 dólares. El cártel petrolero de la OPEP y sus países aliados se han mostrado cautos sobre restaurar la producción a los noveles previos a la pandemia.
Es probable que la crisis sea de corto plazo, aunque resulta difícil decir cuánto durarán los precios más altos de los combustibles fósiles, dijo Claudia Kemfert, experta de economía de energía en el Instituto Alemán de Investigación Económica en Berlín. Pero “la respuesta de largo plazo que debe sacarse de esto es invertir en renovables y ahorro de energía”, dijo.
La Comisión Europea, la rama ejecutiva de la UE, instó la semana pasada a los estados miembros a acelerar la autorización de proyectos de energías renovables como la solar y la eólica, y afirmó que “la transición a la energía limpia es el mejor seguro contra los auges de precio en el futuro, y debe acelerarse”.
Entre tanto, algunas industrias europeas dependientes del gas están reduciendo la producción de nuevo. Las firmas químicas alemanas BASF y SKW Piesteritz han bajado su producción de amoniaco, un ingrediente clave del fertilizante.
Eso hizo que Hermann Greif, un agricultor de la aldea de Pinzberg, en la región alemana de Baviera, se topara con un inesperado vacío cuando intentó encargar fertilizante para el año próximo.
“No hay producto, ni precio, ni siquiera un contrato”, dijo. “Es una situación que no habíamos visto nunca”. Una cosa es segura, explicó, “si no les doy a las cosechas el alimento que necesitan, responden con cosechas más pequeñas. Es tan sencillo como eso”.
Los altos precios de la energía ya habían afectado a los agricultores de la región, que necesitan diésel para la maquinaria y calor para los animales, dijo Greif, que cultiva maíz para una central eléctrica de biomasa que introduce energía libre de emisiones en la red eléctrica.
De forma similar, en Italia se espera que el coste de la energía para procesar el trigo y el maíz suba más de un 600% en los tres meses hasta el 31 de diciembre, según la asociación de productores de grano. Eso incluye convertir el trigo en harina y el maíz en pienso para vacas y cerdos.
Giampietro Scusato, consultor de energía que negocia contratos para la asociación AIRES y otros, espera que la volatilidad y los altos precios continúen durante el próximo año.
Los altos precios de la energía también se trasladan a la producción de pan y pasta a través de los costes de transporte y de consumo energético, con lo que podrían afectar a los precios de venta al público. Las secciones de lácteos y carne están especialmente expuestas porque los precios actuales son bajos y los productores podrían verse obligados a trasladar el aumento del coste del pienso a los consumidores.
Las facturas de suministros subirán en todo el mundo este invierno. Las autoridades estadounidenses han advertido que los precios de la calefacción doméstica podrían subir hasta un 54%. Los gobiernos de España, Francia, Italia y Grecia han anunciado medidas para ayudar a los hogares de bajos ingresos, y la UE ha instado a que se apliquen medidas de esa clase.
El tiempo invernal será decisivo. Las reservas de gas europeas, que suelen recuperarse durante el verano, están en niveles inusualmente bajos.
“Un invierno frío tanto en Europa como en Asia supondría un riesgo de que los niveles de reservas europeas cayeran a cero”, dijo Massimo Di Odoardo, de la firma de investigación Wood Mackenzie.
En ese caso, Europa dependería de que llegue más gas natural desde un gasoducto ruso recién terminado o de que Rusia esté dispuesta a enviar más por los ductos que atraviesan Ucrania. Pero el nuevo ducto Nord Stream 2 aún no ha obtenido autorización de las agencias reguladoras europeas y podría no transportar gas hasta el año que viene.
La decisión de los proveedores rusos de vender menos gas a mercados concretos refleja “una intención de poner presión sobre la certificación rápida del Nord Stream 2″, dijo Kemfert, la experta en economía de energía.
En China se han producido cortes de luz después de subieran los precios del carbón y el gas. Las empresas eléctricas sujetas a límites para trasladar el coste a los clientes y a órdenes del gobierno de cumplir los objetivos de reducción de emisiones de efecto invernadero, optan por interrumpir el servicio.
Las fábricas en la provincia de Jiangsu, en el noroeste de Shanghái, y Zhejiang, en el sureste, cerraron a mediados de septiembre, y docenas de instalaciones advirtieron de posibles retrasos en las entregas antes de la temporada de compras navideñas.
La Fábrica de Joyas Chenchen en Dongyang, una ciudad en Zhejiang, sufrió unos 10 días de cortes de electricidad, según su directora general, Joanna Lan. La fábrica produce cintas de pelo, material de escritorio y regalos promocionales, y exporta entre el 80% y el 90% de sus productos a Estados Unidos, Europa y otros mercados.
Las entregas se retrasaron “al menos una semana”, dijo Lan. “Hemos tenido que comprar generadores”. La ciudad más grande del noreste de China, Shenyang, apagó las farolas y ascensores y cortó la luz a restaurantes y comercios durante unas horas al día.
Las importaciones chinas de gas han subido, pero la creciente demanda en Japón, Corea del Sur y Taiwán ha ayudado también a impulsar los precios globales, dijo Jenny Yang, gerente de investigación de futuros de gas y energía en China en IHS Markit.
En Brasil, los precios del gas y el crudo se han sumado a la peor sequía en 91 años, que ha hecho a las centrales hidroeléctricas incapaces de producir electricidad y provocado facturas más altas.
Rosa Benta, de 67 años y residente en un barrio obrero de San Pablo, dio temer que ya no pudiera mantener a sus nietos y a sus hijos desempleados. “(La compañía eléctrica) Enel me llamó varias veces diciendo que tenía deudas. Les dije ‘no voy a dejar de alimentar a mi hijo para pagarles’”, dijo Benta ante su casa de concreto en una calle estrecha y empinada. “Si quieren cortar la electricidad, pueden venir”.
Benta vive con 1.400 reales (unos 250 dólares) al mes y dice que a menudo tiene que elegir entre comprar gas para cocinar o arroz y frijoles. “No sé lo que vamos a hacer con nuestras vidas”, dijo.