"Hay que hablar con Ronaldo, va a morir en el campo"
Finalmente, con la ayuda de los médicos, que "llegaron al segundo", Ronaldo recuperó la consciencia. "Todos sabían que había tenido convulsiones menos él", asegura Edmundo. El astro brasileño, poco después, "llegó a la habitación, se sentó y empezó a comer tarta. Todos los miraban tensos. Luego salió a hacer una llamada y Leonardo (actual director deportivo del PSG) dijo: 'Hay que hablar con él, va a morir en el campo'".
La situación provocó un clima de tensión entre una plantilla asustada por lo que habían presenciado. "Se le veía raro, un poco en las nubes", esgrime Edmundo, que fue elegido como reemplazo del delantero para la final. "Zagallo (el seleccionador) dijo que Ronaldo no iba a estar y que yo iba a ser el decisivo esa noche", continúa. "Me animaron todos, era un grupo sensacional, por eso no me rendí durante todo el torneo", asegura Edmundo, que hasta entonces había sido suplente de Ronaldo.
"Llegamos al estadio dos horas antes del partido", relata, "todos tenían su ritual y Zagallo nos estaba motivando. Salió el acta y yo era titular. Entonces entró Ronaldo acompañado de uno de los médicos, todos estábamos felices de verlo bien. Se reunió con Zagallo, los asistentes y los médicos duranto 5 o 10 minutos. Cuando salieron, el entrenador me dijo que Ronaldo sería titular, que me lo tomase con calma".
"Fue una decisión médica, no técnica", cuenta Edmundo, "él era el mejor del mundo, venía de ganar el Balón de Oro". Finalmente, Ronaldo terminó siendo de la partida. En aquella final, Brasil terminó cayendo derrotada por un contundente 3-0, con un nivel muy bajo de la estrella brasileña y varios de sus compañeros.
Sobre el partido, Edmundo explica que "Zidane marcó dos goles. Busca en Internet cuántos goles de cabeza ha marcado en su carrera... Aquella selección brasileña, contra esa Francia, habría ganado ese partido ocho de cada diez veces. Pero estas son las cosas del fútbol". Ronaldo, aquel día, perdió una final, pero salvó la vida. Cuatro años después llegaría su redención, siendo la pieza clave para que Brasil levantara el Mundial de 2002.