En un partido caliente, Boca le ganó a Huracán en el Palacio, con un golazo y el empuje de los chicos y ya está tercero
El equipo xeneize sigue escalando en la tabla; con goles de Almendra, Vázquez y Rojo (de penal), venció en Parque Patricios al Globo, que chocó con el arquero Agustín Rossi, figura.
Tras la caída en el superclásico, Sebastián Battaglia se decidió por la vuelta de los juveniles ante Lanús, al que venció por 4-2 en la Bombonera, el último sábado. Principalmente, la reaparición de Rodrigo Montes en la zona interna derecha de la mitad de la cancha.
Esta vez, hubo una mayor presencia de los chicos debido a los desgarros de Edwin Cardona y Nicolás Orsini (ambos en el bíceps femoral derecho): Aaron Molinas y Luis Vázquez, respectivamente, ocuparon sus lugares.
El 1 a 0 de Boca
El espectáculo fue atractivo, intenso, emotivo, desde el primer tramo. Huracán se siente con confianza, Boca apuesta a la confirmación de sus virtudes. Con Molinas como una suerte de enlace y Vázquez como faro, el conjunto xeneize se respaldó en sus promesas, en la zona de ataque. Y con el valor de la experiencia en la zona de atrás: el regreso de Rojo y la solvencia habitual de Izquierdoz. Sin embargo, el defensor se equivocó a los 7 minutos del primer tiempo, en una jugada inocente: primero, se resbaló y perdió el equilibrio y, más tarde, perdió el balón, que derivó en una situación clara de gol: el disparo de Vera se desvió al córner.
No fue una situación aislada. Huracán atacaba, Boca respondía. Un bombazo de Vera desde fuera del área chocó con el travesaño en un encuentro interesante, con la ambición como bandera compartida. Los hinchas le dieron otro color al Palacio, siempre una invitación de la nostalgia y del futuro.
Se inclinó la cancha en los minutos siguientes: el Globo sopló más fuerte, mucho mejor y Rossi, en dos ocasiones, evitó la celebración del equipo local. Boca, de a poco, trató de salir del encierro, pero le costó encontrar la pelota, controlar el juego y avanzar algunos metros con criterio. El desarrollo era tan cambiante, que en una acción individual de Vázquez -rápido, ágil, entiende el juego- Boca pudo abrir el marcador. Marcos Díaz fue astuto.
Y lo mismo ocurrió luego: evitó el grito de Molinas, en un encuentro sin protagonistas excluyentes, con el mediocampo como una zona de transición, con llegadas limpias en las dos áreas. Atractivo, atrapante, con los arqueros como piezas indispensables, era una pena que durante la primera media hora no hubiera un gol. Uno solo, al menos. Se presentó a los 32 minutos, con un disparo de Almendra, a unos 35 metros del arco. Un golazo, más allá de que el movimiento y velocidad del remate sorprendió a Díaz; fue una obra maestra.
Los hinchas pasaron del aliento al insulto, al maltrato sobre los jugadores suplentes de Boca, sobre todo, desde la platea. Los futbolistas intentaron realizar el precalentamiento, pero no era un lugar cómodo, confortable. Todo lo contrario. El encuentro debió frenarse durante tres minutos, por la ira de un grupo de fanáticos, que arrojó agua, escupitajos. Hasta Marcos Díaz se trasladó a ese sector, para evitar la irracionalidad de algunos simpatizantes, a pocos metros del campo de juego.
Al rato, Huracán lo perdió otra vez -Rossi era determinante- y Marcos Díaz increpó al joven Molinas, tendido en el césped, luego de una infracción. El espectáculo era atractivo y todo lo que sucedía al rededor, adrenalina pura. Un encuentro caliente, al límite. Discusiones, peleas, los hinchas furiosos y, en cuanto al juego, era muy interesante. Muy bueno.
Pudo, debió empatar Huracán. Dispuso de más ocasiones claras, evidentes. Pero no tuvo fortuna, ni puntería. Y Boca, con espacios, es un equipo serio, grande, consolidado con los jóvenes. Como el caso de Vázquez, que aprovechó un error de Quilez en la salida y selló el 2-0. Boca se pierde, desvaría de a ratos. Y cuando vuelve, lo hace a lo grande. En toda su dimensión. Con algunas acciones claras -Pavón se mostró punzante- o aprovechando los errores de un rival tan digno como ingenuo.
El 2 a 0 de Boca
Tanto es así, que Henríquez le cometió un penal infantil a Weigandt, que Marcos Rojo convirtió con un tiro suave. Su primer gol con la camiseta de Boca, en una noche que terminó siendo a puro Boca.