El Perseverance descubre cómo desapareció el lago de Marte

El rover de la NASA ha conseguido resolver una de las grandes incógnitas en el plantea rojo. "Hasta que aterrizamos allí y lo confirmamos, siempre fue una incógnita".

Raúl Izquierdo
As
"Si quieres ir a Marte en busca de pistas indirectas de actividad biológica del pasado, hay que ir a Jezero. Sabemos que fue un lago y este hecho hace que tuviera condiciones muy aptas para la vida". Son palabras de Jorge Pla-García, miembro de la misión Mars 2020 Perseverance de la NASA, para el Diario AS momentos antes de que el rover Perseverance amartizara en el planeta rojo.

Justo esa zona, el cráter Jezero, fue hace unos 3.700 millones de años un lago alimentado por un pequeño río, según muestra el análisis de las imágenes tomadas por el rover de la NASA, publicado en la revista Science. Las imágenes revelan que hace millones de años esta zona sufrió grandes inundaciones repentinas, que motivaron el movimiento de rocas desde varios kilómetros de distancia, y que acabaron en el lago, donde en la actualidad se encuentran.

Este nuevo análisis está basado en el estudio de imágenes de rocas que afloran en el interior del cráter, en su lado occidental. Previamente, a través de los satélites, se había comprobado este afloramiento visto desde arriba, que anunciaba una similitud con los deltas de los ríos terrestres, en los que las capas de sedimentos se depositan en forma de abanico mientras el río se alimenta de un lago.

Delta fluvial

Las nuevas imágenes revelan de forma inequívoca que esta zona en su día fue un delta fluvial. Tomando como referencia las capas sedimentarias, todo indica que el delta del río alimentaba a un lago que estuvo en calma durante gran parte de su existencia en Marte. Hasta que un día, un fuerte cambio en el clima acabó con él, mediante inundaciones repetidas hacia el final de su historia, explica la NASA.

"Si miras estas imágenes, básicamente estás viendo este épico paisaje desértico. Es el lugar más desolado que se pueda visitar. No hay ni una gota de agua en ninguna parte y, sin embargo, aquí tenemos pruebas de un pasado muy diferente. Algo muy profundo ocurrió en la historia del planeta", relata Benjamin Weiss, profesor de ciencias planetarias en el Departamento de Ciencias de la Tierra, Atmosféricas y Planetarias del MIT.

Exploración a distancia

El rover Perseverance llegó a Marte el pasado 18 de febrero de este año, a una distancia de algo más de un kilómetro del afloramiento occidental del cráter Jezero. Y aunque en los primeros tres meses estuvo parado (mientras los ingenieros de la NASA realizaban comprobaciones varias), dos de sus cámaras no pararon de trabajar.

La Mastcam-Z y la SuperCam Remote Micro-Imager (RMI), tomaron pruebas gráficas del entorno, con fotos de larga distancia del borde del afloramiento y una formación conocida como Kodiak butte, un afloramiento más pequeño del que los geólogos consideran que pudo estar conectado al principal, pero que se erosionó parcialmente.

Tras enviarlas a la Tierra, los científicos las procesaron y combinaron, comprobando la existencia de distintos lechos de sedimento en el monte Kodiak. Tras hacer varias mediciones, de grosor, pendiente y extensión lateral, descubrieron que estos sedimentos debían haber sido depositados por el flujo de agua en un lago, y no por el viento, u otros procesos geológicos. El rover captó también lechos de sedimentos inclinados en el afloramiento principal. Junto con las del Kodiak, confirmaron que se trataba de un antiguo delta que alimentaba un lago marciano.

Resuelta una de las grandes incógnitas

Según Weiss, el rover de la nasa consiguió "sin llegar a ningún sitio, resolver una de las grandes incógnitas: que ese cráter fue una vez un lago. Hasta que realmente aterrizamos allí y lo confirmamos, siempre fue una incógnita". Al observar más detenidamente las imágenes, comprobaron que había grandes rocas incrustadas en las capas más jóvenes y superiores al delta, de hasta un metro de ancho y varias toneladas de peso.

Según los expertos, debían proceder de fuera del cráter, posiblemente fueron parte del lecho rocoso del borde del mismo, o se encontraban a unos 65 kilómetros río arriba. Por su ubicación y dimensiones, consideran que fueron arrastradas por el río y hasta el lago tras una crecida repentina, que fluyó hasta 9 metros por segundo y movió 3.000 metros cúbicos de agua por segundo. "Se necesitan condiciones de crecida enérgica para transportar rocas tan grandes y pesadas. Es algo especial que puede ser indicativo de un cambio fundamental en la hidrología local o quizás en el clima regional de Marte", asegura Weiss.

El próximo paso

Ahora, el rover continuará con el estudio del cráter Jezero, con la futura toma de muestras de sedimentos, en los que podrían hallar indicios de antigua vida acuática en el planeta. Las muestras se enviarán a la Tierra para su posterior análisis. "Ahora tenemos la oportunidad de buscar fósiles. Llevará algún tiempo llegar a las rocas que realmente esperamos muestrear en busca de signos de vida", concluye Tanja Bosak, miembro del equipo de investigación y profesora asociada de geobiología del MIT.

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