Leandro Paredes, el socio definitivo de Messi en la selección, en el Maracaná, en PSG y..., en las calles de París

La imagen del volante recorrió el mundo cuando fue parte del encuentro entre Leo y Neymar luego de la Copa América; contra Bolivia, fue su sostén; ex Boca fue ovacionado en el Monumental

LA NACION

La imagen recorrió el mundo. Leo Messi y Neymar, en cueros, divertidos, ocurrentes, como si se tratara del final de fiesta de un encuentro de barrio, entre amigos. Pero no. Habían transcurrido unos minutos de la obra maestra del seleccionado, la que acabó con 28 años de frustraciones: salir campeón de América en el Maracaná, luego de 28 años, frente a Brasil. Allí, con ellos, sentado y sonriente, estaba Leandro Paredes.


Hablamos mucho más de la vida que de fútbol o de la final misma. Hablamos de lo que iba a hacer cada uno en sus vacaciones, de dónde iba, de qué iba a hacer los días que le tocaba quedarse en Brasil, pero de fútbol no hablamos mucho. La verdad es que disfrutamos de esa charla porque los dos son estrellas mundiales”, contó, tiempo después, el volante que era enganche en Boca y que, con el tiempo y las obligaciones del fútbol moderno, se transformó en un número 5 digno, responsable.

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Comete muchas faltas -debió ser amonestado, luego de una dura entrada desde atrás a Justiniano-, no siempre se siente a tono con el puesto. Sin embargo, aún con aires de número 10, se convirtió en el socio ideal de Leo. El socio definitivo. Se llevan de maravillas en el seleccionado, se rieron en Río de Janeiro, le abrió las puertas de París, cuando cambió las lágrimas por entusiasmo y contra Bolivia, en el Monumental, fue su cómplice ideal. Una vez más. Un amigo fuera de escena, un imprescindible en el campo de juego.

Salida limpia, delante de los zagueros, de Pezzella y Otamendi, pase de gol para el crack, que luego crea una fantasía con un caño incluido. Messi festeja el 1-0 y, antes de ofrendar su alegría al cielo, se abraza con el hombre nacido en San Justo, de 27 años, titular en el PSG, titular en el seleccionado. Importante para Mauricio Pochettino, imprescindible para Lionel Scaloni.

Un tiro desde lejos, que pasa apenas por encima del travesaño. Un remate que tapa Lampe, con cierta dificultad. Ovación, primero; aplausos repetidos, después, en el Monumental, en la comunión entre el público y el seleccionado, como no ocurría largos años atrás. Evidentemente, un título, una vuelta olímpica, lo cambia todo. Fue una noche tan plácida, que nadie tomó nota que un jugador surgido en Boca fue uno de los más mimados en el Monumental.

Tiempo atrás, un duro cruce entre PSG y Barcelona marcó el adiós del gigante catalán de la Champions League. Otra frustración enorme para Leo, que tuvo un choque con... Paredes. “Él estaba caliente, pero no pasó nada. Fue una tontería de la cancha que quedó ahí nomás”, le contó el volante a TyC Sports. Luego, fue más allá: “Él me pegó una patadita también, pero no pasa nada. De verdad que es una tontería como pasa en todos los partidos. Yo me he calentado con hermanos, con mi padre, con amigos de toda la vida. Pasa en todas las canchas”. Ese encuentro, tal vez, reforzó la relación.

Del mediocampo hacia arriba, Scaloni sacó a todos: Lautaro Martínez, Papu Gómez, Di María, De Paul... y quedaron ellos dos. La sociedad estelar. El 3-0 fue otro ejemplo: la definición de Messi, resultó cómplice de un rebote de Lampe, luego de otro fortísimo remate de... Paredes. Desde lejos, desde fuera del área. Como más le agrada.

Fue una de las figuras de un cómodo, rutinario triunfo. Uno más. La Argentina se acostumbró a ganar, lo que no es poco. Se apoya en varios atributos, uno es el moderno número 5. A veces más adelantado, como el dueño del primer pase antes del lanzamiento ofensivo; a veces más atrasado, delante de la defensa, como el dueño de la salida limpia. Mientras intenta mejorar la marca y la recuperación, Paredes sueña con la esquiva Champions League para PSG y se imagina en Qatar, vestido de selección. Siempre, muy cerca de Messi, feliz o emocionado, con lágrimas o de salón, unos metros detrás, antes del abrazo definitivo.

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