El Villarreal enfría la euforia

Un partido completísimo del equipo de Emery desactiva al Madrid. Las mejores ocasiones fueron amarillas. Gil Manzano no pitó un penalti a Nacho.

Luis Nieto
As
La ola de optimismo sobre la que surfeaba el Madrid sufrió una brusca interrupción con la visita del Villarreal, que no es campeón de la Europa League por la gracia de Dios. Desactivó al Madrid como nadie lo había hecho hasta ahora; empequeñeció a Vinicius, Asensio, Rodrygo, Modric y al que se le acercó. Y se le fue el triunfo por pulgadas. El Madrid abandonó el partido con ganas de celebrar que salió vivo.

Ancelotti trae una obligación (la de ganarlo todo, ineludible en la casa), pero también una misión, incumplida por Zidane: echarse al monte con los jóvenes que el club ha fichado aquí y allá antes de que se volvieran prohibitivos. Por ahí se explican las suplencias de Lucas Vázquez, al que el italiano no le encuentra la gracia como lateral que sí aprecio su predecesor, y de Hazard, que ha pasado por todas las estaciones: ausencia, impaciencia, insistencia y, ahora, intermitencia. Así que para que cupieran Casemiro, que anda fuera de punto, y Modric sin que ello salpicara a Valverde, Asensio, Rodrygo y Vinicius, Ancelotti volvió ordenar al equipo en un 4-2-3-1, moda de otoño. Pero a Valverde se le hizo bola jugar como lateral frente a una gacela como Danjuma.

Las paradas de Courtois

En el Villarreal, la búsqueda del equilibrio se llevó por delante a Trigueros, máximo goleador del equipo. Fue para meter músculo en el centro (Coquelin) sin renunciar a las bandas (Yéremy Pino y Danjuma), uno de sus grandes activos. El primer plan de Emery fue tirar la línea defensiva muy arriba, achicarle el terreno fértil al Madrid y protegerse lejos de Rulli aun a riesgo de tragarse algún esprint de Vinicius o Rodrygo en envíos al espacio.

Pero el primer esprint fue de Danjuma, otro del gremio, que evaporó a Valverde y Asensio y le sacó a Courtois la parada del partido. Un cuarto de hora después hubo de repetir ante Alcácer, que no acertó en último tramo de una jugada de encaje de Yéremy Pino. El Villarreal es un equipo que le tiene afecto a la pelota y eso desactivó la propensión de ataque a granel del Madrid en la nueva era. Fue para el equipo blanco una vuelta al curso pasado, al fútbol contenido, sin noticias en el área ajena, y con el problema añadido de que un rival con buen pie superaba con elegancia su primera presión.

El Villarreal, que cada vez vende menos y compra más, se dio aire de grandeza en el Bernabéu, se quedó con la pelota (63% en la primera mitad), cortó la acaramelada relación del Madrid con su público y mandó a su manera, o a la de Capoue y Parejo, que no es precisamente una melodía desencadenada. Pero fueron suyas las tres mejores ocasiones. El Madrid se contentó antes del descanso con un arreón desordenado y con reclamar un penalti por obstrucción de Albiol a Nacho que pareció claro. No es el año de Gil Manzano.

Camavinga no fue solución

Como aquello no marchaba, Ancelotti volvió al 4-3-3, con Camavinga por Rodrygo y Asensio de mudanza a la banda derecha. Otro dibujo, otra actitud, otro partido, este del género de acción. Y también favorable al Villarreal, que a un cabezazo sin puntería de Militao respondió con dos oportunidades clamorosas, de Danjouma y Pau Torres, ambas urdidas por Foyth, lateral convertido en primer espada. Cinco saltos mortales después, el Madrid volvía a caer de pie.

Luego todo volvió al principio, a ese ritmo anestésico que siempre le convino al Villarreal, remodelado en un 4-4-2 con los cambios. Camavinga no pudo esta vez darle otro aire al Madrid. Su enorme despliegue físico no se vio acompañado de la precisión. Demasiadas pérdidas en un equipo que recuperaba tarde y mal.

Con todo, el Madrid se justificó con un acelerón final, resumido en un cabezazo de Isco, a centro de Hazard, los últimos refuerzos, que rechazó Rulli. El Villarreal ya se había quedado sin piernas y casi sin ganas. Su momento había pasado. El del Madrid no existió en toda la noche.


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