El VAR indulta a un mal Sevilla

Un controvertido penalti señalado por el árbitro, al final, permite a los de Nervión empatar al menos al Wolfsburgo, que le estaba superando en la segunda mitad.

José A. Espina
As
No había perdido el Sevilla esta temporada y no lo permitieron tampoco en Wolsfburgo el VAR y el trencilla búlgaro Kabakov, protagonistas en medio del escándalo, al final, de un penaltito (y la consiguiente una expulsión por doble amarilla de Guivalogui) que permitieron a Rakitic empatar un partido abocado a irse por el desagüe. Romo en ataque durante la primera mitad y superado a sus espaldas en la segunda, la alineación y los cambios de Lopetegui rechinaban sin dar resultado hasta que la decisión del árbitro le cambió el destino.

Fue un Sevilla que se preveía lo más físico posible pero en cuyo once inicial incluyó Julen a dos artistas, Papu Gómez y Suso. Dos pulpos en un garaje ante la intensidad del Wolfsburgo, ese conejito de Duracell que a priori iba a propugnar un fútbol incansable, de ida y vuelta, pero que pasó los primeros 45 minutos aculado atrás ante la mareante pero poco productiva posesión sevillista.

Rafa Mir coronó su barroca primera mitad con una innecesaria falta al borde del área que el Wolfsburgo no supo convertir ni en media oportunidad. Sólo el extremo suizo Steffen había inquietado algo a Bono, aunque sin ¡poner a prueba al portero marroquí. Mientras, el Sevilla acumulaba balón pero se diluía en las pérdidas de Ocampos y sobre todo de Suso, y también en dos ocasiones fallidas que ponen en duda la capacidad de Mir para servir de reemplazo fiable al lesionado En-Nesyri.

A los 22 minutos, el murciano parecía con ventaja para remachar una contra perfecta de Papu-Ocampos-Acuña pero Lacroix se le adelantó al remate. A la media hora, a dos metros de la línea de gol, el ariete fracasaba en el control de un balón que más bien pedía darle a la primera, con la izquierda. Incomprensible para un supuesto killer como él.

No había sido tan fiero el lobo como lo pintaban pero lo dejó vivo el Sevilla y nada más amanecer la segunda mitad enseñó los dientes con un mordisco. Percutió Lukebakio, despejó mal Navas y Steffen, esta vez sí, acertó con la red (1-0, 47').

Corrigió o intentar corregir Lopetegui el asunto con un doble cambio comprensible en los sustituidos pero con poco que entender en el dibujo resultante, con Rakitic en tierra de nadie (no la suya, al menos) y Lamela de falso, imperceptible 9, enmarañado entre centrales y en una posición desconocida. Quien antes estuvo más cerca del gol volvió a ser el Wolfsburgo, en una contra bien llevada pero mal interpretada por el gigante Weghorst, que chutó desviado cuando dos compañeros aguardaban el pase, desmarcados. Minutos después, el propio Weghorst volvía a tener el segundo esta vez solo ante Bono, que metió un pie salvador, a lo Casillas.

Pedía el partido el delantero que no estaba sobre el campo y el entrenador del Sevilla volvió a sorprender, ya no tanto, al meter al chaval Iván Romero sobre Munir, sobre el que sigue pesando un ostracismo que pocos comprenden, ni siquiera dentro del club. El propio Lopetegui corrigió la elección e introdujo al hispano-marroquí en medio de la desesperación, aunque fuera para el cuarto de hora final. Nada más salir, Munir provocó la falta de la primera ocasión reseñable del Sevilla en la segunda mitad, un doble tiro dentro del área que acabó alto y ayudó a meter en el área algo más al Wolfsburgo para ver si ocurría algo. Y ocurrió: el seudopenalti, por plantillazo de Guivalogui a Lamela, lo transformó Rakitic (1-1, 85') y hasta pudo ganar el Sevilla en la recta final, con un balón de Papu que se estrelló en el palo. ¿Grandeza, suerte o injusticia?

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