El Messi naciente debe evitar la gambeta y reinventarse, porque las patadas duelen más que antes
A los 34 años, el crack sintió el rigor en el choque con Venezuela; en su presentación en PSG, sufrió el impacto de una liga más áspera que la española
Tuvo una buena actuación el capitán. Consistente, sin brillo. Destellos de lo que supo ser en el deslucido 3 a 1 sobre Venezuela.
En el medio, la violencia, las patadas. El dolor. Que lanza una invitación compleja, inesperada: las infracciones duelen más que antes. Ya no es un joven. Duelen mucho más. Duelen, sobre todo, porque en España solía estar blindado. En la Liga de Francia, ya sintió el rigor físico. Ahora, en el seleccionado, casi le quiebran una pierna. El VAR debió salir a socorrer al árbitro para mostrar una tarjeta roja.
Al margen de que fue el protagonista estelar de los ataques, como siempre y volvió a exhibir imágenes de su clase, es tiempo de evitar la gambeta. Es tiempo de reformularse. Disfrazarse de número 10, pisar menos el área, convivir más cerca de Lo Celso que de Lautaro Martínez, no excederse con la pelota en movimiento. Otro Messi..., el mismo Messi, reacondicionado, dispuesto a lanzarse a la última aventura, a Qatar.
De Brasil a Francia. Primero, su debut triunfal en Paris Saint Germain con el 2-0 ante Reims, por la cuarta fecha de la liga francesa. Messi entró a los 20 minutos del segundo tiempo en lugar de un amigo, Neymar. Su primer contacto con la pelota ocurrió seis minutos después y le cometieron una infracción. La realidad fue que Messi entró poco en juego porque Reims, a pesar de estar dos goles abajo, mantuvo su fiereza para marcar y no cedió espacios. El escenario es otro: está en plena preparación futbolística y física luego de un período sin entrenamientos durante las primeras fechas de la Ligue 1.
Este jueves, frente a Venezuela, en Caracas, recibió patadas de todos los colores. No todas fueron duras, pero las necesarias para quedar dolorido, lastimado. Nunca le escapa al compromiso... ni esconde las piernas. Pero queda expuesto. Sin la energía de la juventud, su clase no se recorta, pero se transforma. ¿Tiene sentido la exposición brutal? Le va a ocurrir, de modo habitual, en Francia. Cada día lo va a sufrir más en el camino de las eliminatorias. Brasil, por caso, el próximo rival, suele faltarle el respeto...
A los 27 minutos, Messi enganchó hacia atrás, cerca de la medialuna del área de Venezuela y Luis Adrián Martínez, que había ingresado tres minutos antes, se arrojó con una plancha directa hacia la pierna izquierda del capitán. La jugada continuó porque había peligro en favor de la Argentina (Lautaro Martínez definió con dificultad y la pelota salió cerca de un poste), pero cuando el juego se detuvo los compañeros del atacante de Paris Saint-Germain fueron a protestar al árbitro uruguayo Leodán González, que amonestó al defensor.
El himno, con el corazón
Las repeticiones televisivas mostraron a Martínez con los tapones hacia adelante y revoleando a Messi, de manera impactante. Desde el suelo y tras revolcarse, el rosarino hizo el gesto de pedir una tarjeta para Martínez. Minutos después, el juez fue advertido por el VAR y se dirigió al monitor. Una vez que corroboró la gravedad de la infracción, cambió su decisión, anuló la tarjeta amarilla y expulsó a Luis Adrián Martínez, que había entrado en lugar de José Manuel Velázquez, lesionado a los 24 minutos.
Más tarde, Leo participó en la elaboración del 1-0. Luego, en el 2-0. Más tarde, en el 3-0. Leo siempre está. Ahora, con otra impronta. Sin tanta gambeta, con más pases. Un circuito más en la elaboración. Un especial, es cierto. Como Diego Maradona, según pasan los años...