El Madrid nunca muere
El equipo de Ancelotti mantiene el liderato al marcar dos goles, de Vinicius y Benzema, en los últimos cuatro minutos. El Valencia mereció más, pero murió de agotamiento.
Cabe otorgarle a Bordalás el reconocimiento de haber sabido acompasar, de modo exprés, al Valencia con su nueva normalidad, que está claramente por debajo de su historia. De la era imperial apenas quedan Gayá, Soler, Guedes y el ardor de Mestalla. El resto es lo que hay, que diría Piqué, que viene a ser echar de menos lo que no hay. Para colmo, horas antes del duelo se cayó del cartel Gayà, que el año pasado le dio un solemne repaso al Madrid. Y antes del primer cuarto de hora se rompió también Carlos Soler. Las dos alas del murciélago, quebradas. Así que, sin el auxilio de los mejores, tocó equipo, método y fiereza, las columnas del proyecto, que no está sobrado de estética, pero Bordalás siempre entendió que le pagan por ganar y no por hacerse el simpático. El contratiempo le obligó a remendar la banda izquierda con dos futbolistas que no juegan a ese palo: Foulquier y Hugo Duro. Y a cambiar de banda al primero cuando se lesionó Correia.
El Madrid no ha perdido tanto, pero tampoco deslumbra en el mercado, aunque pegara en el palo este verano con Mbappé. Hazard fue el último de la especie y hasta ahora ha parecido uno del montón en la plantilla. En la operación de tobillo parecieron extirparle también el atrevimiento. En Milán no jugó un minuto. Ponerle en Mestalla fue un mensaje de que aún le queda vida útil si se le dosifica. Y de paso Ancelotti evitó el impacto medioambiental de una segunda suplencia. Con él, el Madrid derivó hacia el 4-2-3-1, con Valverde vencido a la derecha, donde también es útil su capacidad pulmonar. Esta vez no sirvió. Y Hazard sigue apagándose demasiado pronto.
Tres lesiones
Desde el principio se jugó al vértigo de la ida y la vuelta. El Valencia puso la iniciativa, la recuperación rápida y la presión obstinada; el Madrid, lo suyo, la llegada. Antes del primer cuarto de hora, Casemiro, Valverde y Hazard tuvieron su oportunidad. El belga dejó una maniobra magnífica, con una medio ruleta tras frenazo en seco, pero Alderete le tapó el remate. Hazard se siente en deuda con la afición y eso explica su aplicación también sin la pelota. Le ganó una porfía a Correia que obligó tanto al portugués que acabó por lesionarse. En la jugada siguente cayó Carvajal, cuya debilidad muscular está ya en el terreno de lo alarmante.
Al Valencia no se le fue el santo al cielo ante tanta desdicha y buscó su opción en los balones largos. Uno pudo aprovecharlo Maxi Gómez, pero se zambulló en el área esperando una zancadilla de Alaba que sólo existió en su imaginación. Con matices, el Madrid era el de Milán: encogido, perdedor en las disputas, demasiado acostado en su área, excesivamente largo, sin apoyo de los laterales (¿por qué invertir los papeles de Nacho y Alaba?). Eso sí, tuvo más salidas que en la primera mitad de San Siro, todas inconclusas. A Vinicius le pararon primero Correia y luego Foulquier, Hazard se quedó en los detalles, Benzema perdió el ángel al pisar el área.
Algo parecido le ocurrió al Valencia, estupendo en la contención, con Guillamón y Wass reduciendo las maniobras del Madrid en el centro del campo, pero sin precisión en el terreno de la verdad. Ahí echó de menos a Guedes, un genio intermitente. Antes y después del descanso, Courtois sostuvo la igualada al rechazar un cabezazo franco de Paulista y un tiro cercano de Hugo Duro. Mal asunto beatificar permanentemente al portero.
Un final de película
El Madrid volvió aturdido del descanso y el Valencia quebró todas las líneas. A Guedes se le fue un gol claro, tras una estupenda incursión de Yunus Musah. El equipo de Ancelotti se vio cogido por la pechera, sin intensidad, sin soluciones, a merced de un rival crecido ante todas las contrariedades.
Para cuando llegó la segunda oleada (Camavinga y Rodrygo) el ímpetu del Valencia había ido muy a menos, pero en un partido de contradicciones, se puso por delante en el marcador. Fue en un despeje estrafalario de Lucas Vázquez que dejó la pelota en la izquierda de Hugo Duro. Su remate cruzado resultó imparable. La maldición del ex en todo su esplendor.
Y entonces Mestalla conoció esa cara invencible del Madrid. Rendido por el esfuerzo el Valencia, lo remató la desgracia. Un gol de Vinicius en tiro desviado de modo suicida por Foulquier (86') y otro de Benzema con el hombro (89') mataron injustamente al equipo levantino y salvaron la cara de un Ancelotti que cambió demasiado tarde. Por novena vez Bordalás se va sin ganarle al Madrid y esta vez le costará más explicárselo a la almohada.