El Madrid, del rosa al colorado

El Sheriff acaba con la luna de miel del equipo de Ancelotti, dormido al principio y sin puntería al final. Heroico partido del meta Athanasiadis.

Luis Nieto
As
Entre que el Madrid se cree lo que aún no es, que el Sheriff trajo un portero galáctico y que Ancelotti se echó al monte antes de tiempo, al equipo blanco se le fue un partido que creyó tener en el bolsillo desde el día del sorteo. La cosa comenzó en un sesteo, continuó con un asedio repleto de oportunidades perdidas (31 disparos) y acabó con un resultado bochornoso. Sólo Vinicius supo entender cómo se resuelven pleitos como este, pero no bastó. Así entró el Madrid en la historia del Sheriff y el partido, en la historia negra del Madrid en su competición de cabecera.

Ancelotti ha dirigido a ocho equipos en la Champions, más que nadie en la historia. Es decir, lo ha visto todo. Y sus ojos desconfiados le dijeron que cualquiera que se cuele en la fase de grupos de este circo tiene uñas y dientes, incluido este Sheriff multinacional y novato, capricho menor de un oligarca y construido con un dinero que no sale de la industria, aunque no sea lo mismo montar un equipo ganador desde una república fantasma que desde un emirato bañado por el petróleo.

Así que el italiano, sospechando que el partido iba a tener miga, sólo se guardó a Modric de los verdaderamente imprescindibles. Eso sí, pasó el corrector a su alineación del sábado. La labor artesanal para cuadrar a intocables y emergentes en el mismo once acabó por mandar, ante el Villarreal, a Valverde al lateral derecho y a Nacho al izquierdo. El resultado de la maniobra fue que se perdieron dos bandas por el camino.

Un mal comienzo

Ante el Sheriff le dio una salida más lógica al equipo con Nacho y Miguel Gutiérrez en sus papeles naturales. Y además tiró de Hazard. Jugadores en rehabilitación física y moral como él agradecen partidos presuntamente a favor de obra. Este lo era. Pero del belga se espera un partido que le sirva de justificante a tanta paciencia. Jugó por detrás de Benzema y por delante de Casemiro y Camavinga, con Valverde inclinado a la derecha. Un ecosistema ideal para ayudarle a encontrar la salida del laberinto y anduvo más despierto y emprendedor de lo habitual.

Pero aquel viento a favor que se suponía se volvió inesperadamente de cara. Un Madrid asimétrico, muy volcado a la izquierda, balonmanizó sin ideas de salida ante un equipo disciplinadísimo atrás y con capacidad de respuesta en la contra. En una de ellas desvisitió al cuadro blanco. Cristiano profundizó por la izquierda y su centro fue cabeceado por Yakhshiboev de modo imparable. Poco después el uzbeko rozó el segundo, en disparo cruzado que Courtois sólo pudo seguir con la vista.

Hasta entonces el Madrid, al que el Villarreal bajó el hinchazón de optimismo, anduvo pensando que aquello se resolvería solo, a paso de procesión, sin gasto de energía. Al fin y al cabo enfrente había un don nadie. Pero partidos de baño y masaje ya no existen. Sólo Camavinga le dio cierta marcha al equipo, que tardó casi 20 minutos en disparar a puerta. Quizá convenga recordarle al Madrid que ante equipos de la clase media alta de la Liga sus triunfos, cuando llegan, se miden en milímetros. O sea, que no le sobra tanto.

Después del insólito 0-1 sí imperó el ranking UEFA, la abismal diferencia entre el multicampeón y el último en llegar. Y empezó el bombardeo. Miguel Gutiérrez, Vinicius, Hazard dos veces, Nacho, Benzema, Casemiro... Una embestida en toda regla que convirtió a Athanasiadis en superhéroe. El Sheriff llegó al descanso con respiración asistida.

El asedio se intensificó tras el descanso desde un lugar que se ha vuelto habitual: Vinicius. Evidentemente la solución estaba por fuera visto el tapón que el Sheriff había montado por dentro, con sus dos mediocentros de primera barrera y los centrales de segunda.

El terremoto de Ancelotti

En cualquier caso, ante el temor de un sonrojo histórico, el Madrid comenzó a jugar con la prisa del desesperado demasiado pronto. La lluvia de centros moría en aquel puré defensivo moldavo hasta que Vinicius encontró la solución a su modo. Dos entradas como un relámpago por la izquierda acabaron de igual modo, con derribo del alborotador brasileño. Costanza se libró del penalti; Addo, no, tras el paso del belga Visser por el VAR. Benzema transformó el penalti, pasó a Raúl y se convirtió en el cuarto goleador de todos los tiempos en la competición.

Entonces Ancelotti ordenó una carga insólita, un terremoto inexplicable con 25 minutos por delante: cuatro cambios, cuatro delanteros, Valverde de lateral derecho, Camavinga de lateral izquierdo y Modric y Kroos, que aún debe ponerse al día, al volante de ese alocado 4-2-4. Con la sacudida aún caliente a Bruno le anularon el 1-2 por un pie.

Fue el penúltimo aviso del Sheriff, a merced ya de lo que aguantara el heroico Athanasiadis, un portero con ocho manos y una cara providencial, la que casi le rompe Modric con un trallazo a quemarropa. Pero aún quedaba el último giro de guión, un trallazo espectacular de Thill que dejó al Madrid con el blanco en el marcador y el rojo en la cara. El pinchazo tiene remedio en la tabla, pero el equipo será carne de telediarios en medio mundo.

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