Darwin Núñez y la teoría de la involución del Barça

Nueva debacle del Barça en Lisboa, donde es goleado por el Benfica, que deja a los blaugrana últimos de grupo y a Koeman a los pies de los caballos.

Santi Giménez
AS
Koeman, y de paso el Barcelona, se han metido en un lío muy, pero que muy serio. De entrada en la Champions, donde tras la derrota ante el Benfica por 3-0, queda muy comprometida la opción de pasar a los octavos de final de la Champions. El equipo blaugrana tras dos jornadas es el colista de su grupo, con dos derrotas en dos partidos, 0 de seis puntos posibles y seis goles en contra por ninguno a favor. pero más allá del desastre europeo que se avecina, la involución en el juego volvió a quedar patente en un partido que destruyó cualquier atisbo de esperanza para recuperarse. La pinta que tiene este equipo es terrible.

La alegría dura poco en casa del pobre, porque atendiendo a lo que se va filtrando de la situación económica del club desde la junta y al límite salarial que ha impuesto LaLiga al equipo blaugrana, no cabe calificar de otra manera al Barça. La ilusión que se apoderó del barcelonismo después de la victoria ante el Levante bajó como un suflé de sobre al ver que de entrada contra el Benfica Koeman volvía al sistema de tres centrales repitiendo la alineación que perdió ante el Bayern con el único cambio obligado de Dest por el lesionado Jordi Alba.

Gavi, Mingueza, Nico y Coutinho desaparecieron de la alineación del pasado domingo y en tres minutos los malos augurios se confirmaban cuando Darwin Núñez aprovechó una pérdida de balón de Pedri, retrató a Eric -de nuevo más que blando- en su duelo y coló el balón por el palo corto ante la enésima acción de un Ter Stegen que volvió a las andadas.

Con la certeza de tener que remar contra corriente desde el inicio, el Barça trató de superar el golpe. La primera acción de Koeman fue la de cambiar a Eric de lado para que de Darwin se encargara Araújo, que en una jugada muy similar a la del gol minutos después se impuso claramente al delantero simplemente con la intimidación de su cuerpo.

Tuvo el Barça en las botas de Luuk de Jong el tanto del empate, tras una asistencia de Frenkie a su compatriota que al embocar el balón a gol se encontró con la bota de Otamendi. El asistente anuló la acción por fuera de juego, pero de ser gol, el VAR hubiera tenido la palabra.

El Benfica, con controlar las arrancadas de Memphis tenía el partido en su mano buscando la velocidad de sus puntas que se imponían a Eric y Piqué. El catalán vio muy pronto una amarilla por llegar tarde a una anticipación sobre Rafa y minutos después le perdonaron la segunda por una acción similar.

A la media hora de partido, Koeman le retiró del campo para dar entrada a Gavi. Desde el campo no se notó que tuviera molestia alguna el central y tampoco cambió el sistema de juego el entrenador, porque De Jong pasó a jugar como central. A falta de explicaciones, parece que pesó más el hecho de quedarse con diez.

El Barcelona salió en la segunda parte sin dar signo alguno de reacción a pesar de que la derrota suponía comprometer muy seriamente el pase a octavos. Es más, se salvó del 2-0 a los cinco minutos de la reanudación porque Darwin, tras superar a Ter Stegen en una salida alocada a 35 metros de su portería disparó con el marco vacío al poste. El Barça estaba en estado catatónico: sin ideas delante y muy frágil atrás.

Cuando llegó el recurso de los pelotazos tampoco el equipo catalán dio una mejor impresión. Dejando a un lado las jugadas en las que caían en fuera de juego, la sucesión de errores de los atacantes blaugrana, con mención especial para Luuk de Jong rozaban el ridículo.

Ante la situación, no quedaba más que jugarse la carta Ansu, que salió al campo junto a Nico y a Coutinho, pero ni dio tiempo a ver si esta vez se repetía el milagro. Nada más pisar el terreno de juego, Rafa anotaba el 2-0 previo al penalti de Dest que transformó Darwin y que certificaba la involución del Barcelona y que deja al conjunto culé colgado de la brocha en Europa, a Koeman camino de la destitución y al Estadio da Luz como un escenario de pesadilla.

Los minutos finales, con Eric expulsado por doble amonestación y el público coreando con olés las acciones de su equipo ante la impotencia blaugrana, fue el punto culminante de una tortura, que no parece que vaya a tener un final cercano.

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