Copa Argentina: en un partidazo, Racing perdió por penales, y Godoy Cruz sigue de racha y se anima a soñar
La Academia perdía 2-0 y consiguió empatar 3-3 a un minuto del final; desde los once metros se impuso el Tomba
Ahora para el Tomba es todo sonrisas: se le abre un cuadro accesible (espera a Tigre en cuartos, y luego el cruce será contra el ganador de Talleres-Temperley) y estira las buenas sensaciones de los últimos tres partidos, desde que asumió Diego Flores, el ex colaborador del Bielsa. “Es el equipo del traductor”, cantó a modo de chanza el plantel tombino en el festejo.
Para Racing, en cambio, otra vez el horizonte se vuelve negro. A ocho puntos del líder Talleres en el campeonato, lo único que le queda a la Academia es pelear por el ingreso a las copas internacionales. En la previa el presidente Víctor Blanco había tenido que confirmar que el puesto de Claudio Úbeda, el entrenador interino por el que apostó hasta diciembre, no estaba en juego. Un botón de muestra de que lo que vendrá será duro en la mitad celeste y blanca de Avellaneda.
La Academia, vestida de blanco por tercer partido consecutivo, mostró la misma pasividad que en las últimas presentaciones. Godoy Cruz parecía un bandoneón afinado: largo y ancho cuando tenía la posesión de la pelota, bien compacto cuando tenía que recuperar. En ese esquema, Valentín Burgoa, el 10 zurdo que tiene el Tomba, se movía bien pegado a la raya y asomaba como una alerta para Racing. Otro mal augurio temprano para los de Avellaneda: su 10 zurdo, Matías Rojas, sintió un pinchazo en la zona posterior de la pierna derecha y se desplomó sobre el suelo llorando.
Esos avisos se hicieron carne a los 12 minutos del primer tiempo: Tras una contra muy bien resuelta, Ezequiel Bullaude puso el 1 a 0. Si la Academia sostenía su ilusión de ser protagonista en esta Copa Argentina en los mismos méritos que lo llevaron a la final de la última Copa de la Liga (la solidez en su arco, los buenos antecedentes en las últimas cuatro serie de penales -Flamengo, Vélez, Boca y San Martín de San Juan), esas esperanzas se esfumaron en el amanecer del partido. Y se confirmaron luego.
La noche cayó más rápido en Córdoba. Apenas iban 15 minutos y el marcador ya decía 2 a 0. Burgoa tomó la pelota casi en el banderín del córner y terminó dentro del área, con el ángulo ideal para sacar el zapatazo suave con su pierna inhábil. Los anuncios se hacían realidad. Los dos tantos de diferencia parecían una enormidad para La Academia, que llegaba con sólo dos gritos en los últimos ocho juegos, uno gracias a un zapatazo agónico de Nery Domínguez y otro con un penal que convirtió Lisandro López.
En los 14 partidos que jugó desde que quedó eliminado de la Copa Libertadores, ante San Pablo, en octavos de final, Racing remató al arco sólo 44 veces. 3,14 tiros cada 90 minutos. Muy poco. En Córdoba, al menos, la primera vez que le apuntó a los tres palos pudo gritar el descuento. Fue con la segunda arma más letal que encontró este año, detrás de los derechazos de Chancalay: una trepada por izquierda de Eugenio Mena, a la que Lisandro López le puso la cabeza.
Ese gol de su capitán fue un soplo de aire para Racing, que salió a jugar la segunda mitad con otra impronta. A puro empuje con las arremetidas de sus laterales Fabricio Domínguez y Mena, aparecieron las situaciones de gol. En una de esos ataques llegó el empate de Enzo Copetti. Lo que un rato antes parecía un milagro era una realidad: la Academia estaba en partido y, con media hora por jugar, parecía llegar con más empuje al final.
Pero al juego todavía le quedaban algunas manos. Burgoa ya no estaba en la cancha, pero su compañero Matías Ramírez lo imitó: hizo el mismo movimiento como extremo izquierdo, pero sacó un derechazo potente que se metió en el ángulo de Arias. Era el 3 a 2 para Godoy Cruz, parecía la última estocada a un Racing que ya andaba groggy. Pero este tipo de partidazos, siempre guardan alguna sorpresa más: llegó cuando el reloj ya pisaba el minuto 90, con un cabezazo de Javier Correa. Invitaba a la ilusión. Pero todo terminó en los penales.