ATLÉTICO 0 - PORTO 0 / Más pitos que flautas
El Atlético empata a cero en su estreno en Champions ante un Porto rocoso, que le dominó y tuvo las mejores ocasiones. Griezmann recibido con pitada.
El Porto le robó enseguida el balón a un Atleti con João Félix, Lemar y Kondogbia. Había saltado el equipo de Conceição como un bloque granítico. Se leía en la cara de Pepe cuando bajaba las escaleras hacia el partido, antes de comenzar, concentrada, contraída. Enseguida lo llevaron a la hierba, llenando cada espacio. Habían venido a jugar y el cuero no les quemaba. Y se llevaban todos los duelos, disputas, saltos, las transiciones. Como si esto no fuera una jornada primera sino una eliminatoria a vida o muerte. El grupo, qué duro.
Se fue atragantando el partido en esa lucha por el espacio. João estaba pero no, transparente, con todo su talento vete tú a saber dónde, otra vez más. Felipe parecía que aún jugaba con ellos. Llorente se apagaba como carrilero, sin velocidad ni sorpresa. A Carrasco le superaban Otavio y Corona. Todos inmóviles. Todos menos uno: Kondogbia, de hormigón armado. A falta de imaginación, su músculo. Hizo de Bolt para evitar que Zaidu rematara, solo, un balón profundo de Taremi, después lo sacó, sin penalti, y se igualó el duelo. El plan era desgastar, piedra a piedra, antes de asaltar. Antes del descanso, Simeone perdía a Lemar, lesionado, sustituido por De Paul. Los de Conceição, mientras, sólo sabían segar. Luis Díaz le tatuaba los tacos a Giménez en el talón. Pisotón de Zaidu a Koke, también barrido por Uribe. Amarilla, amarilla, amarilla. Alguna con alma de naranja.
Gol anulado al Porto
La segunda parte comenzó con un golpetazo en la madera taquicárdico. El Porto había salido apretando aún más, asfixiando en la noche. Y lo llevó a los pies de Oblak con un centro chut de Luis Díaz que se envenenó hasta estrellarse en el poste. No sólo los guantes de San Jan saben de milagros, también sus palos.
Se retiraba Pepe, lesionado, cuando Simeone miraba atrás. Triple cambio. Y ese momento: Griezmann a la hierba en casa. Salió el francés entre pitos otra vez (y algún aplauso) con la ambición de abrazar la frase de Carl Bar