Asensio se carga de razón
Hat-trick y actuación soberbia del balear en un Madrid arrollador. Benzema, con un doblete, sigue disparado. Isco completó la goleada. Se exhibió Vinicius y flojeó el Mallorca.
El once de Ancelotti dejó un rastro muy visible. No habrá rotaciones extremas. A Casemiro la paliza Madrid/Brasil le ha dejado plomo en sus piernas y niebla en su cabeza. Conviene despejarle. De Hazard sólo pueden servirse medias raciones. A Modric únicamente le van a sacar del once partidos de presunto medio pelo porque no hay gestor de juego que se le acerque. Camavinga y Rodrygo están en la primera línea de suplentes, los que tocan merecidamente con la punta de los dedos la titularidad. Son la punta de lanza de la next gen. Benzema puede ir olvidándose de las vacaciones y Jovic puede tomárselas cuando quiera. Y Marco Asensio tiene en su mano ser lo que aparenta. La banda derecha le esperó durante todo el curso pasado y él no se presentó. Ayer Ancelotti le tendió esa mano izquierda con la que ha levantado tantas copas y dejó la pelota en su tejado. Le dio la plaza de mediapunta en ese 4-2-3-1 al que empieza a coger el gusto. Un acierto, porque el balear dejó el mensaje de que este tren no lo va a dejar pasar. Más si el puesto le cae como un guante.
El error de Gayá
Luis García, desde la otra orilla, jugó dos partidos en uno: el del Bernabéu y el del domingo próximo en Son Moix ante Osasuna. Sucede en los equipos cortos de munición, que no pueden dispararle a todo. Así que el técnico sólo mantuvo a cuatro de los que jugaron ante el Villarreal la semana pasada. Fue una aceptación tácita de que estaba frente a un imposible.
El partido le dio la razón pronto. Gayà, el lateral del filial del que tiró ante la plaga de bajas en defensa, metió la pata en un mal control. Una desgracia seguida de otra: Benzema era el enemigo más próximo y lleva tres años sin dejar pasar una. Esta tampoco. Metió media docena de zancadas y cruzó la pelota a la red.
En estado de shock, en los minutos siguientes, el Mallorca fue desmintiendo todas sus virtudes. Fue una cama deshecha atrás, sin orden, sin presión, presa del pánico. Aún así, tuvo dos ocasiones claras para empatar, de Kubo y Lago Junior, que le devolvieron al partido. Eso también lo tiene este Madrid de Ancelotti, un equipo largo, divertido y entrañablemente vulnerable. Da mucho y quita poco. Pero esta vez supo pronto que aquello no iba a ser San Siro o Mestalla, donde sus rivales murieron por insuficiencia respiratoria. Eso siempre lo tuvo el Madrid: vive de su fe cuando no puede vivir de su fútbol.
El festival blanco
Con las defensas a la fuga, quedó un partido de recreo, muy de áreas y muy poco de entrenadores. Asensio marcó el gol del que pasaba por allí cuando ni Reina ni su defensa supieron sacar una incursión imposible de Rodrygo. Kang-in Lee respondió con un tanto de alta gama en zurdazo colocado desde fuera del área. Y para que no parara la juerga, Asensio repitió esta vez con un gol a su altura: desmarque, control orientado, casi autopase, de espuela y resolución académica con la izquierda. Una jugada de gran pureza, como ese fútbol que siempre le acompañó (intentó incluso un gol olímpico, la repera de este juego). Completó el hat-trick con un calco del tanto de Kang-in Lee. Fue una reivindicación brutal por el conducto reglamentario: sobre la hierba. Así se piden las oportunidades.
En ese girigay disfrutó Vinicius. Metido en fiesta es imparable. Desbordó, recortó, tiró caños, se gustó... El repertorio completo de ese fútbol callejero en peligro de extinción. Con otro estilo también alzó la voz Camavinga, un estupendo distribuidor de juego que conjuga el presente. Le ha cogido el aire al equipo en tiempo récord. Y Rodrygo le quitó el silenciador a su juego y puso su esprint a la altura del de Vinicius.
Asegurada la goleada, Ancelotti hizo política de vestuario. Dio esperanzas a la cantera entregando minutos a Blanco y Sergio Santos; consoló a Isco y Lucas Vázquez, que aspiraban a más en el duelo (el primero cerró el set), y regaló diez minutos a Jovic para no abusar del físico de Benzema, que antes de irse llegó al doblete con un gol que retrata bien el momento que vive: controló de espaldas, sin que sea posible determinar si sucedió por azar o por duende, y su disparo posterior tocó en dos defensas del Mallorca antes de acabar en la red. Ahora se siente capaz de meter un balón medicinal en un hoyo de golf.